WEB: POR EL BETIS ESTOY LOCO. 21 NOVIEMBRE 2007
El teatro donde los béticos íbamos a ir de chaqué, a cuyo paso los conductores se iban a estampar obnubilados por su magnificencia, y al que por ello la gente llamaría el “hijoputa” (en referencia a los gritos que proferirían los conductores al chocar absortos contemplándolo), ocho años después yace inerte, viejo y abandonado.
Primero fue Agromán, empresa destructora y antisevillista, la que entorpeció y paralizó las obras del mejor campo que “va a haber en España”. Aún recordamos aquellas octavillas repartidas por todo el estadio. Agromán era la culpable de todos los males del Betis. Llegó Dragados, empresa “seria y responsable”, que iba a ser la encargada de terminar la inacabada obra. Por problemas seguramente achacables a la compañía constructora, la tarea de Dragados y por tanto la terminación del estadio quedó suspendida. Y llegó el fisco. Hacienda era ahora la culpable. Un impuesto leonino con el que ahogaba al Betis impedía al club reanudar sus obras. Chaves mientras tanto pagaba los estadios del Málaga, Granada, Córdoba… y al Betis no le perdonaba ni una peseta. Chaves no quería al Betis, perjudicaba al club de cuyos colores presume, y es proclamado como gran enemigo del Beticismo. Entre esas octavillas repartidas por el medio estadio se señalaba al Presidente de la Junta, el cual aparecía en los panfletos junto a José Ramón de la Morena, enemigo íntimo por aquellos tiempos de Lopera…perdón, del Beticismo.
Por esos tiempos, unos informes técnicos que obraban en poder de Lopera advertían del estado ruinoso de la grada de Preferencia. Los técnicos decían que dicho graderío necesitaba una reforma urgente, y que era peligroso seguir utilizando esa zona sin que se practicara una actuación inminente. A pesar de la seriedad de estas informaciones facilitadas por el entonces Presidente (con las que seguramente pretendía presionar a las instituciones para conseguir la rebajita o disminución de carga fiscal) ninguna obra se ejecutó, y los famosos informes se los llevó el viento, pues el estadio no se acababa porque “los béticos no me lo llenan”. Así que de golpe y porrazo nos encontramos con que ni Agromán, Dragados, Chaves ni Hacienda eran los culpables de la no culminación del estadio, sino que la culpa es de los béticos, que ni con las infinitas facilidades para adquirir entradas y abonos, ni con las múltiples iniciativas para atraer a la gente al estadio, ni con la asequibilidad de los precios, ni con la ilusionante gestión, son capaces de llenar el “anfiteatro”. Así que las obras de preferencia ya no son tan urgentes, los impuestos no tan asfixiantes y Chaves no es tan feo. Sin embargo, ante las presiones y en su reiterado afán por ganar tiempo, intercala promesas de inicio de obras de Gol Sur (a finales de la temporada 2005-2006, el 1 de enero de 2007, en verano de 2007…), promesas incumplidas una tras otra.
Y en medio de este panorama sombrío, se abre un halo de luz con la suscripción y posterior aprobación del convenio urbanístico con el Ayuntamiento, el cual, auspiciado por el Concejal de Urbanismo y abonado Nº 222 del Real Betis Emilio Carrillo, ofrece al Real Betis la posibilidad histórica de finalizar y rematar su estadio con las plusvalías generadas por la recalificación contemplada en el mismo. Aparentemente la solución, después de 8 años, ha llegado. Pero el silencio se apodera del omnipotente rector de Jabugo, que apenas hace mención al convenio, que no da un paso adelante, que no informa sobre el mismo, y que, en un triple salto mortal, pone aparentemente punto y final a esta triste historia, encomendando a aquellos que anuncian fiscalizar sus movimientos en torno al convenio a que lleven a cabo la ejecución del mismo y por tanto finalicen la obra, ya que él “no va a acabar el estadio”.
Esta es a grandes rasgos la cronología de esta triste historia. Mientras la Ciudad deportiva, oficinas, política de fichajes, taquillas, estructuras…etc, son asuntos que interesan en mayor o menor medida al aficionado, el estadio es el símbolo de un club, de una institución, de un sentimiento, y por tanto es el mayor depositario de ilusiones de una afición. Cuando el mentiroso de Luís Aragonés decía que los equipos que construían un estadio en mitad de la competición se resentían deportivamente, muchos comentábamos que cambiaríamos un descenso del equipo por tener un gran estadio como el que Antonio González Cordón tenía proyectado. Los futbolistas vienen y van, los goles, los partidos… el estadio, como las Catedrales o Santuarios, permanece.
Y es seguramente por ese carácter de perpetuidad por el que Lopera renunció a mandar al Betis al Estadio Olímpico, para así dejar para la historia, como legado de su imperio, su faraónico coliseo. Y eso es algo que le debemos agradecer siempre... siempre que cumpla con su palabra.
![](http://www.porelbetisestoyloco.com/web/images/stories/noticias/portadahijop2.jpg)
Primero fue Agromán, empresa destructora y antisevillista, la que entorpeció y paralizó las obras del mejor campo que “va a haber en España”. Aún recordamos aquellas octavillas repartidas por todo el estadio. Agromán era la culpable de todos los males del Betis. Llegó Dragados, empresa “seria y responsable”, que iba a ser la encargada de terminar la inacabada obra. Por problemas seguramente achacables a la compañía constructora, la tarea de Dragados y por tanto la terminación del estadio quedó suspendida. Y llegó el fisco. Hacienda era ahora la culpable. Un impuesto leonino con el que ahogaba al Betis impedía al club reanudar sus obras. Chaves mientras tanto pagaba los estadios del Málaga, Granada, Córdoba… y al Betis no le perdonaba ni una peseta. Chaves no quería al Betis, perjudicaba al club de cuyos colores presume, y es proclamado como gran enemigo del Beticismo. Entre esas octavillas repartidas por el medio estadio se señalaba al Presidente de la Junta, el cual aparecía en los panfletos junto a José Ramón de la Morena, enemigo íntimo por aquellos tiempos de Lopera…perdón, del Beticismo.
Por esos tiempos, unos informes técnicos que obraban en poder de Lopera advertían del estado ruinoso de la grada de Preferencia. Los técnicos decían que dicho graderío necesitaba una reforma urgente, y que era peligroso seguir utilizando esa zona sin que se practicara una actuación inminente. A pesar de la seriedad de estas informaciones facilitadas por el entonces Presidente (con las que seguramente pretendía presionar a las instituciones para conseguir la rebajita o disminución de carga fiscal) ninguna obra se ejecutó, y los famosos informes se los llevó el viento, pues el estadio no se acababa porque “los béticos no me lo llenan”. Así que de golpe y porrazo nos encontramos con que ni Agromán, Dragados, Chaves ni Hacienda eran los culpables de la no culminación del estadio, sino que la culpa es de los béticos, que ni con las infinitas facilidades para adquirir entradas y abonos, ni con las múltiples iniciativas para atraer a la gente al estadio, ni con la asequibilidad de los precios, ni con la ilusionante gestión, son capaces de llenar el “anfiteatro”. Así que las obras de preferencia ya no son tan urgentes, los impuestos no tan asfixiantes y Chaves no es tan feo. Sin embargo, ante las presiones y en su reiterado afán por ganar tiempo, intercala promesas de inicio de obras de Gol Sur (a finales de la temporada 2005-2006, el 1 de enero de 2007, en verano de 2007…), promesas incumplidas una tras otra.
Y en medio de este panorama sombrío, se abre un halo de luz con la suscripción y posterior aprobación del convenio urbanístico con el Ayuntamiento, el cual, auspiciado por el Concejal de Urbanismo y abonado Nº 222 del Real Betis Emilio Carrillo, ofrece al Real Betis la posibilidad histórica de finalizar y rematar su estadio con las plusvalías generadas por la recalificación contemplada en el mismo. Aparentemente la solución, después de 8 años, ha llegado. Pero el silencio se apodera del omnipotente rector de Jabugo, que apenas hace mención al convenio, que no da un paso adelante, que no informa sobre el mismo, y que, en un triple salto mortal, pone aparentemente punto y final a esta triste historia, encomendando a aquellos que anuncian fiscalizar sus movimientos en torno al convenio a que lleven a cabo la ejecución del mismo y por tanto finalicen la obra, ya que él “no va a acabar el estadio”.
Esta es a grandes rasgos la cronología de esta triste historia. Mientras la Ciudad deportiva, oficinas, política de fichajes, taquillas, estructuras…etc, son asuntos que interesan en mayor o menor medida al aficionado, el estadio es el símbolo de un club, de una institución, de un sentimiento, y por tanto es el mayor depositario de ilusiones de una afición. Cuando el mentiroso de Luís Aragonés decía que los equipos que construían un estadio en mitad de la competición se resentían deportivamente, muchos comentábamos que cambiaríamos un descenso del equipo por tener un gran estadio como el que Antonio González Cordón tenía proyectado. Los futbolistas vienen y van, los goles, los partidos… el estadio, como las Catedrales o Santuarios, permanece.
Y es seguramente por ese carácter de perpetuidad por el que Lopera renunció a mandar al Betis al Estadio Olímpico, para así dejar para la historia, como legado de su imperio, su faraónico coliseo. Y eso es algo que le debemos agradecer siempre... siempre que cumpla con su palabra.
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