Fantástico, como no podía ser de otra manera, el comportamiento del beticismo en la tarde del domingo, sobre todo cuando esa tarde tintaba en tragedia, en la repetición de una tarde y otra, y otra, allí donde termina la Palmera. Fantástica la forma en que se las ingenió para, unido, soplarle de popa a un equipo para el que toda ayuda es poca. Le dio alas para remontar lo que parecía una misión inalcanzable, sobre todo hasta que Ayala se echó la mano atrás, tiró la toalla y dijo no puedo más.
A partir de ahí dio la impresión de que sí, de que el Betis podía arreglar la tarde, todo era menos complicado y esa tarde se arregló, vaya si se arregló. Pero el trabajo sucio se había hecho desde una grada colmada de béticos únicamente preocupados por el triunfo de su equipo. Y si no únicamente preocupados por eso tan importante, y si además de esa obsesión por ganar de una puñetera vez se puede alcanzar la libertad y que otro Betis sea posible, miel sobre hojuelas. Fue una lección emotiva tamaña forma de darle preferencia a lo que verdaderamente la tiene, sin que el palco distrajese una pizca de lo que merecía la pena en ese momento.
Y el equipo respondió, y hasta parecía otro, y hasta daba la impresión de que el único que allí no tenía alma, ese espíritu que tanto se echó de menos en el Camp Nou y en tantos y tantos campos, era el rival, el equipo de ese viejo conocido que pasó por Heliópolis sin dejar una pizca de poso y sólo reconocido por el mandamás. Decía alguien hace unos días que Lopera habla bien de Víctor Fernández, todo lo contrario que de un balear bajito y que no tiene un pase. Pues será ésa una de las causas entre muchísimas por lo que esa afición numerosa, modélica, pacífica, fidelísima, espartana, a la que le hierve la sangre, que es roja como la de todos los humanos, estalló contra el palco en cuanto vio que su misión con el equipo había concluido. Enorme el beticismo en su enésima lección magistral.
Autor: luis Carlos Peris
Fuente:http://conexionbetica.diariodesevilla.es/blogs/
A partir de ahí dio la impresión de que sí, de que el Betis podía arreglar la tarde, todo era menos complicado y esa tarde se arregló, vaya si se arregló. Pero el trabajo sucio se había hecho desde una grada colmada de béticos únicamente preocupados por el triunfo de su equipo. Y si no únicamente preocupados por eso tan importante, y si además de esa obsesión por ganar de una puñetera vez se puede alcanzar la libertad y que otro Betis sea posible, miel sobre hojuelas. Fue una lección emotiva tamaña forma de darle preferencia a lo que verdaderamente la tiene, sin que el palco distrajese una pizca de lo que merecía la pena en ese momento.
Y el equipo respondió, y hasta parecía otro, y hasta daba la impresión de que el único que allí no tenía alma, ese espíritu que tanto se echó de menos en el Camp Nou y en tantos y tantos campos, era el rival, el equipo de ese viejo conocido que pasó por Heliópolis sin dejar una pizca de poso y sólo reconocido por el mandamás. Decía alguien hace unos días que Lopera habla bien de Víctor Fernández, todo lo contrario que de un balear bajito y que no tiene un pase. Pues será ésa una de las causas entre muchísimas por lo que esa afición numerosa, modélica, pacífica, fidelísima, espartana, a la que le hierve la sangre, que es roja como la de todos los humanos, estalló contra el palco en cuanto vio que su misión con el equipo había concluido. Enorme el beticismo en su enésima lección magistral.
Autor: luis Carlos Peris
Fuente:http://conexionbetica.diariodesevilla.es/blogs/
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