02:54 LUIS CARLOS PERIS SEVILLA.
A punto estuvo Osasuna de repetir su último resultado en Heliópolis ante un Betis sin fútbol, sin aptitud y con una actitud manifiestamente mejorable. Un 0-3 ominoso y un dato más para pensar que en el futuro del Betis aparece la Segunda División no como una amenaza más o menos fundada sino como una meta ineludible, como el objetivo a cumplir por culpa de una planificación impropia incluso de la Primera División, no sólo de un club con el apoyo social que tiene el club verdiblanco. Al final pudo ser peor y todo quedó en los goles de Cruchaga, Dady y el mexicano Carlos Vela.
Era un partido para ganar por lo civil o por lo militar, que el primer cuarto liguero iba a cumplirse y los números del Betis son de segundazo inapelable. Y se esperaba un Betis que apelase a la actitud en vista de su reconocida poca aptitud. Pero no, el equipo de Cúper repetía su disertación del sábado en Bilbao, pero con un agravante, que Osasuna es infinitamente mejor que el equipo bilbaíno. Y así pasaría lo que tenía que pasar.
¿Y qué pasaba? Pues pasaba que parecía que el partido se jugaba en Pamplona. Osasuna se comportaba como local, decididamente en busca en del partido mientras que el Betis recitaba un rol timorato, pacato, de equipo pobre, como un visitante acosado por una lista infinita de complejos y, aparentemente, hasta de falta de compromiso. Era una lucha desigual y tampoco Osasuna es el Barça, ¿verdad que no?
Desde el primer tañido, los de Ziganda superaban al Betis individual y colectivamente. El mexicanito Vela formaba un estropicio desde sus primeras correrías, Puñal se tragaba al feble centrocampismo bético, detrás ni un solo problema para su portal y delante le liaban la guita al sistema defensivo con las posiciones errantes de Dady y de Margairaz para que Azpilicueta reforzase aún más al corazón del equipo.
El gol era cuestión de tiempo, sólo cuestión de tiempo, y la fiel infantería bética seguía soplando de popa de forma incondicional hasta que dijo ya está bueno lo bueno, ya está bien de tomaduras de pelo, ¿o no es una auténtica tomadura de pelo el equipo que defiende hogaño la camiseta verde, blanca y verde del Real Betis Balompié? Y el gol que tanto estaba mereciendo Osasuna llegó por un camino inesperado, por el de ese infortunio que siempre suele jugar en contra del débil.
Y es que este Betis no mostraba la mínima argumentación como para circular por la categoría y quedaba el consuelo de a ver si al descanso daba Cúper con alguna solución. Ahí, al descanso y ya con el marcador en contra, el técnico toma la sublime decisión de intentar rearmar al equipo en ataque mediante mandar a la ducha a Capi y a Xisco para que Pavone y Odonkor salgan y Sobis retrase su posición bastantes metros. La maniobra lejos de obrar un efecto positivo coincide en que las cosas se precipiten con dos goles más de Osasuna cuando sólo van diez minutos del segundo periodo.
La grada, que ha renovado su compromiso con el equipo, vuelve a plegar velas y a tomar una actitud de crítica más acerba que agresiva y siempre con la figura del mandamás en la diana. Se repiten los cánticos de siempre mientras el equipo ve cómo la pelota circula siempre lejos de sus zonas de influencia. Ricardo, el del Betis, le hace un sensacional desvío a Dady para que su homólogo y tocayo osasunista haga lo propio a tiro de Somoza, de un Somoza que le da cierta intensidad al centrocampismo bético tras haber salido en lugar de uno de los más inoperantes en una noche amarga, el brasileño Sobis.
Ha salido Somoza a media hora del final y a sabiendas que lo que resta, esa media hora que aún falta, será un cáliz muy amargo para este equipo hecho sin pies ni cabeza, para este engendro compuesto por futbolistas desechados y que según el mandamás pagó a precio de oro. Pues ya hay que ser inútil si son ciertos esos dineros haber pagado puritito cobre a precio de oro, ya que hay que ser mal gestor, pero lo cierto es que en ésas estábamos y el partido no terminaba.
El partido se hacía interminable y al Betis lo salva que Osasuna ha levantado el pie del acelerador y que apuesta de forma clara por que corra más el crono que el balón. Y por ahí surge un coletazo del Betis que no le sirve para maquillar el marcador por una sencilla razón, porque el gol y él andan a la greña, no se llevan, hablan idiomas diferentes, no hay feeling… Como muestra, el gol que Edu, uno de lo futbolistas que es de Primera, no hace cuando en el minuto 86 no acierta con la red. No hacer ese gol es señal inequívoca de que la más absoluta anormalidad ha anidado en el Betis.
Diez partidos, algo más del veinticinco por ciento del campeonato, un solo triunfo, sólo ocho puntos que hacen que las cuentas de salvación no salgan si no se produce una reacción que ahora no se atisba, la sensación de que el equipo no da más de sí y una pesadilla sin vuelta atrás, la de que en estos momentos no es una simple amenaza la Segunda División para el Betis, sino algo más, mucho más, bastante más.
Desarbolado Con una imagen patética, a merced siempre del rival, sin pisar el campo contrario, una carambola determinaba que fuese perdiendo ya al descanso.
Gracias Peris.
A punto estuvo Osasuna de repetir su último resultado en Heliópolis ante un Betis sin fútbol, sin aptitud y con una actitud manifiestamente mejorable. Un 0-3 ominoso y un dato más para pensar que en el futuro del Betis aparece la Segunda División no como una amenaza más o menos fundada sino como una meta ineludible, como el objetivo a cumplir por culpa de una planificación impropia incluso de la Primera División, no sólo de un club con el apoyo social que tiene el club verdiblanco. Al final pudo ser peor y todo quedó en los goles de Cruchaga, Dady y el mexicano Carlos Vela.
Era un partido para ganar por lo civil o por lo militar, que el primer cuarto liguero iba a cumplirse y los números del Betis son de segundazo inapelable. Y se esperaba un Betis que apelase a la actitud en vista de su reconocida poca aptitud. Pero no, el equipo de Cúper repetía su disertación del sábado en Bilbao, pero con un agravante, que Osasuna es infinitamente mejor que el equipo bilbaíno. Y así pasaría lo que tenía que pasar.
¿Y qué pasaba? Pues pasaba que parecía que el partido se jugaba en Pamplona. Osasuna se comportaba como local, decididamente en busca en del partido mientras que el Betis recitaba un rol timorato, pacato, de equipo pobre, como un visitante acosado por una lista infinita de complejos y, aparentemente, hasta de falta de compromiso. Era una lucha desigual y tampoco Osasuna es el Barça, ¿verdad que no?
Desde el primer tañido, los de Ziganda superaban al Betis individual y colectivamente. El mexicanito Vela formaba un estropicio desde sus primeras correrías, Puñal se tragaba al feble centrocampismo bético, detrás ni un solo problema para su portal y delante le liaban la guita al sistema defensivo con las posiciones errantes de Dady y de Margairaz para que Azpilicueta reforzase aún más al corazón del equipo.
El gol era cuestión de tiempo, sólo cuestión de tiempo, y la fiel infantería bética seguía soplando de popa de forma incondicional hasta que dijo ya está bueno lo bueno, ya está bien de tomaduras de pelo, ¿o no es una auténtica tomadura de pelo el equipo que defiende hogaño la camiseta verde, blanca y verde del Real Betis Balompié? Y el gol que tanto estaba mereciendo Osasuna llegó por un camino inesperado, por el de ese infortunio que siempre suele jugar en contra del débil.
Y es que este Betis no mostraba la mínima argumentación como para circular por la categoría y quedaba el consuelo de a ver si al descanso daba Cúper con alguna solución. Ahí, al descanso y ya con el marcador en contra, el técnico toma la sublime decisión de intentar rearmar al equipo en ataque mediante mandar a la ducha a Capi y a Xisco para que Pavone y Odonkor salgan y Sobis retrase su posición bastantes metros. La maniobra lejos de obrar un efecto positivo coincide en que las cosas se precipiten con dos goles más de Osasuna cuando sólo van diez minutos del segundo periodo.
La grada, que ha renovado su compromiso con el equipo, vuelve a plegar velas y a tomar una actitud de crítica más acerba que agresiva y siempre con la figura del mandamás en la diana. Se repiten los cánticos de siempre mientras el equipo ve cómo la pelota circula siempre lejos de sus zonas de influencia. Ricardo, el del Betis, le hace un sensacional desvío a Dady para que su homólogo y tocayo osasunista haga lo propio a tiro de Somoza, de un Somoza que le da cierta intensidad al centrocampismo bético tras haber salido en lugar de uno de los más inoperantes en una noche amarga, el brasileño Sobis.
Ha salido Somoza a media hora del final y a sabiendas que lo que resta, esa media hora que aún falta, será un cáliz muy amargo para este equipo hecho sin pies ni cabeza, para este engendro compuesto por futbolistas desechados y que según el mandamás pagó a precio de oro. Pues ya hay que ser inútil si son ciertos esos dineros haber pagado puritito cobre a precio de oro, ya que hay que ser mal gestor, pero lo cierto es que en ésas estábamos y el partido no terminaba.
El partido se hacía interminable y al Betis lo salva que Osasuna ha levantado el pie del acelerador y que apuesta de forma clara por que corra más el crono que el balón. Y por ahí surge un coletazo del Betis que no le sirve para maquillar el marcador por una sencilla razón, porque el gol y él andan a la greña, no se llevan, hablan idiomas diferentes, no hay feeling… Como muestra, el gol que Edu, uno de lo futbolistas que es de Primera, no hace cuando en el minuto 86 no acierta con la red. No hacer ese gol es señal inequívoca de que la más absoluta anormalidad ha anidado en el Betis.
Diez partidos, algo más del veinticinco por ciento del campeonato, un solo triunfo, sólo ocho puntos que hacen que las cuentas de salvación no salgan si no se produce una reacción que ahora no se atisba, la sensación de que el equipo no da más de sí y una pesadilla sin vuelta atrás, la de que en estos momentos no es una simple amenaza la Segunda División para el Betis, sino algo más, mucho más, bastante más.
Desarbolado Con una imagen patética, a merced siempre del rival, sin pisar el campo contrario, una carambola determinaba que fuese perdiendo ya al descanso.
Gracias Peris.
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