El Betis vive en una época difícil, conviviendo con una torpe línea de francotiradores propios y ajenos que esperan cualquier circunstancia para disparar sin rubor alguno. Emborrachados de odio. Ya lo hicieron tras el empate ante el Deportivo y la pitada de la grada, también con el once que eligió Poyet y, quizás con más razones pero de manera precipitada, cuando el Valencia puso el 2-2.
En la clasificación ya luce la primera victoria del Betis. No dice si fue jugando mejor o peor, si marcó Rubén en el último suspiro o si fue una goleada. Tres puntos. Ahí están. Al final es lo que manda. Cierto es que los caminos hacia la victoria importan pero como señal de que habrá más. O menos. El Betis vive en una época difícil, conviviendo con una torpe línea de francotiradores propios y ajenos que esperan cualquier circunstancia para disparar sin rubor alguno. Emborrachados de odio. Ya lo hicieron tras el empate ante el Deportivo y la pitada de la grada, también con el once que eligió Poyet y, quizás con más razones pero de manera precipitada, cuando el Valencia puso el 2-2. La razón se pierde cuando los argumentos se utilizan de manera espuria.
Ventajismo ilustrado. El deseo de coger un rebote y machacar el aro bético. Pero ahí estaba Rubén para marcar y darle un resultado positivo al Betis. ¿Y si no marca? Ríanse de las tormentas y los maremotos. Pero lo hizo. Y el Betis ganó. Ahora llegarán debates variados: que si al canario lo fichó Oliver, que si ya debería estar renovado, que si Adán paró mucho, que si las pájaras son intolerables… Se puede estar más o menos de acuerdo en algunas valoraciones pero la casualidad no existe cuando son ya tan previsibles. Ahora se esconden los que pronosticaban debacle tras debacle antes del derbi. Y se frotaban las manos con una tarde nefasta en Nervión, que así lo veían todo.
Por ahora se han equivocado. Lo ha arreglado un resultado, que al final se trata de esto. Ni el Betis es tan bueno ni tan malo. Calma y prudencia. Habrá que esperar para ver lo que realmente quiere Poyet, o lo que sabe hacer con este grupo. Pero agoreros y demás maleza, apártense del camino del Betis, que pretende ser un club normal. Con sus derrotas y sus victorias, con su exigencia y sin dramatismos, con ambición y sin desmesura. A eso parece tender si la sensatez se instala de una vez en Heliópolis. Otra faena pendiente.
Resultadismo - Al final de la Palmera
En la clasificación ya luce la primera victoria del Betis. No dice si fue jugando mejor o peor, si marcó Rubén en el último suspiro o si fue una goleada. Tres puntos. Ahí están. Al final es lo que manda. Cierto es que los caminos hacia la victoria importan pero como señal de que habrá más. O menos. El Betis vive en una época difícil, conviviendo con una torpe línea de francotiradores propios y ajenos que esperan cualquier circunstancia para disparar sin rubor alguno. Emborrachados de odio. Ya lo hicieron tras el empate ante el Deportivo y la pitada de la grada, también con el once que eligió Poyet y, quizás con más razones pero de manera precipitada, cuando el Valencia puso el 2-2. La razón se pierde cuando los argumentos se utilizan de manera espuria.
Ventajismo ilustrado. El deseo de coger un rebote y machacar el aro bético. Pero ahí estaba Rubén para marcar y darle un resultado positivo al Betis. ¿Y si no marca? Ríanse de las tormentas y los maremotos. Pero lo hizo. Y el Betis ganó. Ahora llegarán debates variados: que si al canario lo fichó Oliver, que si ya debería estar renovado, que si Adán paró mucho, que si las pájaras son intolerables… Se puede estar más o menos de acuerdo en algunas valoraciones pero la casualidad no existe cuando son ya tan previsibles. Ahora se esconden los que pronosticaban debacle tras debacle antes del derbi. Y se frotaban las manos con una tarde nefasta en Nervión, que así lo veían todo.
Por ahora se han equivocado. Lo ha arreglado un resultado, que al final se trata de esto. Ni el Betis es tan bueno ni tan malo. Calma y prudencia. Habrá que esperar para ver lo que realmente quiere Poyet, o lo que sabe hacer con este grupo. Pero agoreros y demás maleza, apártense del camino del Betis, que pretende ser un club normal. Con sus derrotas y sus victorias, con su exigencia y sin dramatismos, con ambición y sin desmesura. A eso parece tender si la sensatez se instala de una vez en Heliópolis. Otra faena pendiente.
Resultadismo - Al final de la Palmera
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