Después de leer las 276 páginas y los 175 documentos del informe elaborado por los administradores concursales del Real Betis sólo se puede llegar a la conclusión de que es un milagro que el centenario club siga existiendo y hasta goce de buena salud social, económica y deportiva. No se pueden hacer más disparates en menos tiempo. El relato de lo ocurrido entre 2009 y 2011 es sólo un pequeño botón de muestra de las barbaridades que se hicieron a nivel de dirección en el seno del equipo de las trece barras desde que Manuel Ruiz de Lopera se hiciera con su control el 30 de junio de 1992. Y así durante veinte años, hasta que el 13 de diciembre de 2010 los béticos dijeron basta ya y la Junta General de Accionistas puso fin a tan funesta etapa.
No podemos olvidar que hay varias causas abiertas, tanto en el Juzgado de Instrucción 6 de Sevilla, que investiga a Lopera, Oliver y otros en distintas diligencias previas, por presuntos delitos societarios y/o de apropiación indebida, como en el Mercantil 1 y 2, donde se dirimen la Acción Social de Responsabilidad interpuesta por el club contra algunos exconsejeros, la culpabilidad del concurso de acreedores pedida por los administradores concursales, o la demanda civil contra Lopera interpuesta por 17 accionistas para que se declare la nulidad de la suscripción de parte de sus acciones. Al margen de las responsabilidades judiciales que se deriven de estos procesos, es evidente que muchas de las personas que dirigieron al Real Betis durante dos décadas demostraron carecer de escrúpulos, escudándose tras la obtención de algunos éxitos deportivos para justificar su incalificable forma de proceder.
Para Manuel Ruiz de Lopera, Luis Oliver, Ángel Vergara, Pepe León, Jaime Rodríguez Sacristán, Manolo Castaño y otros muchos consejeros que, por acción u omisión, les apoyaron, era normal engañar con dobles contratos a Hacienda, pagar recargos millonarios a la Agencia Tributaria por no hacer frente a las obligaciones fiscales en tiempo y forma, fichar jugadores sabiendo que no se podrían pagar, cometer irregularidades contables para intentar ocultar la deuda, pagar comisiones a personas que no intervenían en fichajes y traspasos, contratar a precio muy por encima de mercado a empresas de amiguetes para no hacer nada, cargar a las cuentas del club gastos personales de algunos consejeros y de familiares y allegados de los mismos, y un largo etcétera que pone de manifiesto la absoluta falta de ética de unos personajes que utilizaron al Betis en beneficio propio sin importarles ni mucho ni poco el daño causado a la entidad y a los pequeños accionistas.
Desgraciadamente, lo ocurrido en el Betis no ha sido una excepción, tal vez por la relajación moral de gran parte de la sociedad, en general, y del fútbol, en particular, en los últimos tiempos. En otros muchos clubes de fútbol ha pasado lo mismo, entre otras cosas porque para la mayoría de los aficionados todo vale si su equipo gana. Sólo cuando llegan las derrotas se inician las protestas para echar a los dirigentes de turno. Hasta entonces se mira para otra parte y, si es necesario, se tapa uno la nariz para poder soportar el hedor que desprende la corrupción.
El actual consejo de administración del Real Betis ha demostrado que es posible gestionar el club de otra forma, como han puesto de manifiesto tanto los administradores concursales en su informe como el nuevo presidente de la Liga Nacional de Fútbol Profesional, que ha señalado al equipo verdiblanco como ejemplo de gestión. Gastando sólo en función de los ingresos, y a pesar de tener que hacer frente a la fortísima deuda heredada, han llegado los éxitos deportivos. Y todo ello, siguiendo el mandato de miles de béticos que el 15 de junio de 2009 inundaron las calles de Sevilla pidiendo la salida del club de quienes lo habían llevado a la ruina moral, económica y deportiva. Sólo si no se olvida el espíritu del 15 J se podrá impedir que la historia se repita, que vuelvan los lobos de antaño disfrazados de corderos salvadores cuando las cosas vengan mal dadas, que vendrán.
Sería ridículo pensar que los actuales dirigentes del Betis aciertan siempre. Se equivocan, y en algunos casos con contumacia, pero ahora al menos hay honestidad, transparencia y rigor en la gestión y no se amenaza a quienes discrepan, como ocurría antaño. Muchos de los actuales consejeros están de paso porque el Betis se encuentra intervenido judicialmente. Llegará el día en el que se levanten las medidas cautelares y todo vuelva a la normalidad. Espero que todos los que han peleado durante estos años para que el Betis vuelva a ser de los béticos sean generosos, como lo han sido hasta ahora, y no antepongan, como hicieron otros, sus propios intereses a los de un club que no necesita salvadores porque tiene dispersos por el mundo más de un millón de seguidores que garantizan su supervivencia.
Otro Betis era posible
No podemos olvidar que hay varias causas abiertas, tanto en el Juzgado de Instrucción 6 de Sevilla, que investiga a Lopera, Oliver y otros en distintas diligencias previas, por presuntos delitos societarios y/o de apropiación indebida, como en el Mercantil 1 y 2, donde se dirimen la Acción Social de Responsabilidad interpuesta por el club contra algunos exconsejeros, la culpabilidad del concurso de acreedores pedida por los administradores concursales, o la demanda civil contra Lopera interpuesta por 17 accionistas para que se declare la nulidad de la suscripción de parte de sus acciones. Al margen de las responsabilidades judiciales que se deriven de estos procesos, es evidente que muchas de las personas que dirigieron al Real Betis durante dos décadas demostraron carecer de escrúpulos, escudándose tras la obtención de algunos éxitos deportivos para justificar su incalificable forma de proceder.
Para Manuel Ruiz de Lopera, Luis Oliver, Ángel Vergara, Pepe León, Jaime Rodríguez Sacristán, Manolo Castaño y otros muchos consejeros que, por acción u omisión, les apoyaron, era normal engañar con dobles contratos a Hacienda, pagar recargos millonarios a la Agencia Tributaria por no hacer frente a las obligaciones fiscales en tiempo y forma, fichar jugadores sabiendo que no se podrían pagar, cometer irregularidades contables para intentar ocultar la deuda, pagar comisiones a personas que no intervenían en fichajes y traspasos, contratar a precio muy por encima de mercado a empresas de amiguetes para no hacer nada, cargar a las cuentas del club gastos personales de algunos consejeros y de familiares y allegados de los mismos, y un largo etcétera que pone de manifiesto la absoluta falta de ética de unos personajes que utilizaron al Betis en beneficio propio sin importarles ni mucho ni poco el daño causado a la entidad y a los pequeños accionistas.
Desgraciadamente, lo ocurrido en el Betis no ha sido una excepción, tal vez por la relajación moral de gran parte de la sociedad, en general, y del fútbol, en particular, en los últimos tiempos. En otros muchos clubes de fútbol ha pasado lo mismo, entre otras cosas porque para la mayoría de los aficionados todo vale si su equipo gana. Sólo cuando llegan las derrotas se inician las protestas para echar a los dirigentes de turno. Hasta entonces se mira para otra parte y, si es necesario, se tapa uno la nariz para poder soportar el hedor que desprende la corrupción.
El actual consejo de administración del Real Betis ha demostrado que es posible gestionar el club de otra forma, como han puesto de manifiesto tanto los administradores concursales en su informe como el nuevo presidente de la Liga Nacional de Fútbol Profesional, que ha señalado al equipo verdiblanco como ejemplo de gestión. Gastando sólo en función de los ingresos, y a pesar de tener que hacer frente a la fortísima deuda heredada, han llegado los éxitos deportivos. Y todo ello, siguiendo el mandato de miles de béticos que el 15 de junio de 2009 inundaron las calles de Sevilla pidiendo la salida del club de quienes lo habían llevado a la ruina moral, económica y deportiva. Sólo si no se olvida el espíritu del 15 J se podrá impedir que la historia se repita, que vuelvan los lobos de antaño disfrazados de corderos salvadores cuando las cosas vengan mal dadas, que vendrán.
Sería ridículo pensar que los actuales dirigentes del Betis aciertan siempre. Se equivocan, y en algunos casos con contumacia, pero ahora al menos hay honestidad, transparencia y rigor en la gestión y no se amenaza a quienes discrepan, como ocurría antaño. Muchos de los actuales consejeros están de paso porque el Betis se encuentra intervenido judicialmente. Llegará el día en el que se levanten las medidas cautelares y todo vuelva a la normalidad. Espero que todos los que han peleado durante estos años para que el Betis vuelva a ser de los béticos sean generosos, como lo han sido hasta ahora, y no antepongan, como hicieron otros, sus propios intereses a los de un club que no necesita salvadores porque tiene dispersos por el mundo más de un millón de seguidores que garantizan su supervivencia.
Otro Betis era posible
Comentario