Pese a que son bastantes años los que he vivido fuera de Sevilla, al igual que ajusto las visitas a los míos para que coincidan con que juguemos en Heliópolis, siempre me las apaño para no perderme nuestras Fiestas Mayores. La Semana Santa la pillé justita, pero para Feria, con motivo de una ceremonia familiar, me quedaba una semana más de modo que POR FIN IBA A ESTAR EN SEVILLA UN MIERCOLES hábil de tertulia.
No puedo valorar el grado de eficacia que para la consecución del objetivo final, la recuperación del autogobierno y la dignidad del Betis, pueda estar teniendo esa movida, pero si hay dos realidades innegables: resultan indignantes para quien nos está destruyendo, y son un alarde de beticismo incondicional por unos pocos valientes que son identificados semanalmente como si los delincuentes fueran ellos en vez del que se oculta dentro. Así pues, tras muchos meses de seguir la historia por los foros, no podía dejar de aprovechar la oportunidad de adherirme a su persistente lucha.
Con mensajitos en Internet había quedado con algunos de ellos un poco antes para conocernos más tranquilos, por lo que estaba en el famoso bar de la esquina a las 20:30, y ya rulaban por los alrededores los coches patrulla.
A las nueve, íbamos siendo unos pocos en los veladores, y los celosos agentes de la Policía Nacional estaban ya apostados en la esquina observándonos fijamente a unos seis metros de distancia. En torno a esa hora se podían ver también algunos chavales apoyados en los coches próximos, mirándonos con esa expresión de “¿me acerco ya o espero a ver que pasa?”.
A las nueve y media exactas, a la voz de “señores, es la hora” nos levantamos todos y, en el metro y medio de distancia que hay hasta la esquina somos interceptados por la policía que nos dice: “Vamos a necesitar los D.N.I. de todos, que aquí va a haber denuncia...” Los tertulianos, habituados a tales lances, los van entregando uno a uno. Pero algunos, por petición de su familia o por el motivo personal que sea, que cada uno es libre, se repliegan de nuevo al bar. La operación de amilanamiento se hace en plan espectáculo, haciéndola evidente, por lo que de los chavales de los coches cercanos ni hablamos, mantienen las distancias. Los agentes han cumplido su objetivo antes de empezar, dejando la concentración en la mitad de gente por pura coacción.
Yo, que ya he pasado los cuarenta y, posiblemente, tengo más años de servicio en la Administración del Estado que el policía en cuestión, no me iba a asustar por eso, pero la indignación ante el “operativo” si me hizo decirle “se da usted cuenta de que me está exigiendo el carné antes de que aquí haya empezado nada” –¿Se va a negar usted a identificarse?– me dice. “En absoluto señor, simplemente quiero que le conste que me exige usted mi DNI sin haber hecho nada de nada”. Mientras coge mi carné sonríe –Vale, vale, me queda claro.. –
Los cánticos han empezado, todos clásicos: “Lopera vete ya”, “el nombre del estadio lo vamos a cambiar”, “ya están aquí la Jueza y la Guardia Civil”, en fin, terroríficas amenazas dignas de las más duras condenas penales que se prolongan 25 minutos. Al final, los identificados y apostados en frente de la cueva somos ciertamente pocos en número (aunque algo más que los 12 de que hablan en cierto medio, quien quiera la cifra exacta habrá de dirigirse al Subdelegado del Gobierno o al Sr. Lopera), pero la intensidad... La pregunta que te ronda la cabeza es ¿Cómo puede caber tanto beticismo en tan pocas personas?
A la hora exacta, se da por concluida la acción de protesta, y empieza la verdadera tertulia: que pasión por encontrar soluciones para nuestro Betis, cuanto debate de verdad, de ilusión por un futuro digno para la entidad que adoramos...
Así, en lo que a materia bética se refiere, de esta vuelta a casa me traigo tres derrotas, una denuncia y un puñado de amigos béticos inasequibles al desaliento, ¿Significativo, no?
Al que le pique el gusanillo, ya sabe, mañana miércoles 20 a las 21:30. Yo, de vuelta en la fría Flandes, lo tengo difícil, así que si alguien me sustituye, mi agradecimiento eterno.
P.S. Según leo por ahí, la supuesta querella no es sino un intento de reactivación de una de enero archivada en su día. Me temo que me dejan fuera, y yo que pensaba enmarcar la denuncia con mi nombre subrayado en verde.
No puedo valorar el grado de eficacia que para la consecución del objetivo final, la recuperación del autogobierno y la dignidad del Betis, pueda estar teniendo esa movida, pero si hay dos realidades innegables: resultan indignantes para quien nos está destruyendo, y son un alarde de beticismo incondicional por unos pocos valientes que son identificados semanalmente como si los delincuentes fueran ellos en vez del que se oculta dentro. Así pues, tras muchos meses de seguir la historia por los foros, no podía dejar de aprovechar la oportunidad de adherirme a su persistente lucha.
Con mensajitos en Internet había quedado con algunos de ellos un poco antes para conocernos más tranquilos, por lo que estaba en el famoso bar de la esquina a las 20:30, y ya rulaban por los alrededores los coches patrulla.
A las nueve, íbamos siendo unos pocos en los veladores, y los celosos agentes de la Policía Nacional estaban ya apostados en la esquina observándonos fijamente a unos seis metros de distancia. En torno a esa hora se podían ver también algunos chavales apoyados en los coches próximos, mirándonos con esa expresión de “¿me acerco ya o espero a ver que pasa?”.
A las nueve y media exactas, a la voz de “señores, es la hora” nos levantamos todos y, en el metro y medio de distancia que hay hasta la esquina somos interceptados por la policía que nos dice: “Vamos a necesitar los D.N.I. de todos, que aquí va a haber denuncia...” Los tertulianos, habituados a tales lances, los van entregando uno a uno. Pero algunos, por petición de su familia o por el motivo personal que sea, que cada uno es libre, se repliegan de nuevo al bar. La operación de amilanamiento se hace en plan espectáculo, haciéndola evidente, por lo que de los chavales de los coches cercanos ni hablamos, mantienen las distancias. Los agentes han cumplido su objetivo antes de empezar, dejando la concentración en la mitad de gente por pura coacción.
Yo, que ya he pasado los cuarenta y, posiblemente, tengo más años de servicio en la Administración del Estado que el policía en cuestión, no me iba a asustar por eso, pero la indignación ante el “operativo” si me hizo decirle “se da usted cuenta de que me está exigiendo el carné antes de que aquí haya empezado nada” –¿Se va a negar usted a identificarse?– me dice. “En absoluto señor, simplemente quiero que le conste que me exige usted mi DNI sin haber hecho nada de nada”. Mientras coge mi carné sonríe –Vale, vale, me queda claro.. –
Los cánticos han empezado, todos clásicos: “Lopera vete ya”, “el nombre del estadio lo vamos a cambiar”, “ya están aquí la Jueza y la Guardia Civil”, en fin, terroríficas amenazas dignas de las más duras condenas penales que se prolongan 25 minutos. Al final, los identificados y apostados en frente de la cueva somos ciertamente pocos en número (aunque algo más que los 12 de que hablan en cierto medio, quien quiera la cifra exacta habrá de dirigirse al Subdelegado del Gobierno o al Sr. Lopera), pero la intensidad... La pregunta que te ronda la cabeza es ¿Cómo puede caber tanto beticismo en tan pocas personas?
A la hora exacta, se da por concluida la acción de protesta, y empieza la verdadera tertulia: que pasión por encontrar soluciones para nuestro Betis, cuanto debate de verdad, de ilusión por un futuro digno para la entidad que adoramos...
Así, en lo que a materia bética se refiere, de esta vuelta a casa me traigo tres derrotas, una denuncia y un puñado de amigos béticos inasequibles al desaliento, ¿Significativo, no?
Al que le pique el gusanillo, ya sabe, mañana miércoles 20 a las 21:30. Yo, de vuelta en la fría Flandes, lo tengo difícil, así que si alguien me sustituye, mi agradecimiento eterno.
P.S. Según leo por ahí, la supuesta querella no es sino un intento de reactivación de una de enero archivada en su día. Me temo que me dejan fuera, y yo que pensaba enmarcar la denuncia con mi nombre subrayado en verde.
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