Si la justicia falla, e incluso si no falla, es muy posible que la única solución que nos quede sea esperar a que la divina providencia llame a consultas al que otrora se proclamase el último Mesías de un Betis sano, sanísimo en lo social, pero pobre en lo asquerosamente económico.
Si la justicia falla, e incluso si no falla, es igualmente probable que de tanto doblar el espinazo por lo enorme de la carga que está soportando, el dorso de este centenario club acabe roto en dos grandes mitades. Tan roto, tan roto, que ya no lo podremos reconocer. Y haremos un remiendo, o más, pero ya nunca será lo mismo. Ya sólo será un recuerdo que pesará como una lápida cuando, en sueños, contemplemos aterrados cómo aquellos del anillo sin torno de salida disparen toda una suerte de flechas cargadas de reproches al centro de nuestra cobardía. Cuando nos recriminen que en otras épocas, por mucho menos, corría la sangre si así era necesario, mientras que ahora nos ponemos normas los unos a los otros para que nadie haga más ruído del preciso.
Si la justicia falla, que fallará, es casi seguro que muchos de nosotros volvamos al otro lado. Al lado mediocre, conformista, sumiso y cómplice, pero salvajemente seguro y confortable. Volveremos acobardados, y tendremos que sentir, otra vez, eterno agradecimiento al que de nuevo nos cobija.
Si la justicia falla, que fallará, el Real Betis Balompié morirá.
A menos que el Beticismo dicte su propia sentencia, al unísono.
Si la justicia falla, e incluso si no falla, es igualmente probable que de tanto doblar el espinazo por lo enorme de la carga que está soportando, el dorso de este centenario club acabe roto en dos grandes mitades. Tan roto, tan roto, que ya no lo podremos reconocer. Y haremos un remiendo, o más, pero ya nunca será lo mismo. Ya sólo será un recuerdo que pesará como una lápida cuando, en sueños, contemplemos aterrados cómo aquellos del anillo sin torno de salida disparen toda una suerte de flechas cargadas de reproches al centro de nuestra cobardía. Cuando nos recriminen que en otras épocas, por mucho menos, corría la sangre si así era necesario, mientras que ahora nos ponemos normas los unos a los otros para que nadie haga más ruído del preciso.
Si la justicia falla, que fallará, es casi seguro que muchos de nosotros volvamos al otro lado. Al lado mediocre, conformista, sumiso y cómplice, pero salvajemente seguro y confortable. Volveremos acobardados, y tendremos que sentir, otra vez, eterno agradecimiento al que de nuevo nos cobija.
Si la justicia falla, que fallará, el Real Betis Balompié morirá.
A menos que el Beticismo dicte su propia sentencia, al unísono.
Comentario