-Por Luis Alfonso-Vega
Considerando que las cosas hay que contarlas desde el principio, en este caso espero no enrollarme. Hace unos días, una persona me sometió a interrogatorio extrañado de que no tuviese afición ni al fútbol ni a los toros. Le dije: «Es que hay gente rara por ahí». Pero para su tranquilidad le añadí que, al menos, siempre leía las letras gordas de los títulos y, si eran de mi interés, «absorbía» el resto del artículo aunque el tema no me apasionase. Y eso fue lo que me ocurrió a continuación de referida charla. Les cuento.
Pasaba de corrido las páginas del deporte rey y en una pequeñísima tira lateral que podía pasar desapercibida, algo decía acerca del Hamburgo, por lo que sé, uno de los legendarios equipos alemanes de fútbol, con origen en el año 1887 -yo creo, modestamente, que aún no se había inventado la redondez del balón: dejémoslo ahí-. Pues bien, el Hamburger Sport-Verein, nombre oficial en alemán, destina un solar próximo a su campo de juego ¿a qué creen ustedes? Jo, lo más insospechado: a un cementerio. Vamos, suena mejor a un «camposanto». Sobre la marcha surge la siguiente pregunta: ¿y para qué? Pues todavía más sencillo: allí podrán enterrarse, lógicamente a su fallecimiento, los verdaderos seguidores de tal equipo. Lo dicho, la noticia es tan escueta que no nos cuenta qué requisitos deben reunir, además de ser socio, para tener tal honor. Pienso, hago elucubraciones, que sobre todo deben de tener dinero, porque sólo hay cabida para quinientas tumbas.
Al leer esto, repito, yo, que estoy pez en este deporte, pero no en chistes al respecto, me acordé de que se corre el riesgo de que no vuelva a producirse aquella anécdota del socio del Betis que, muriéndose, pidió ser dado de alta en el Sevilla: el escándalo que se armó en aquella casa y en aquellos momentos de dolor fue terrible. Haciendo de tripas corazón, el hijo mayor se acercó al moribundo y se atrevió a decirle: «Padre, ¿cómo usted, socio de toda la vida y seguidor hasta los tuétanos del Betis, quiere ahora ser socio de su más acérrimo rival?». Entre estertores, le respondió: «Porque cuando me muera, prefiero que diga la gente: "Mira, se ha muerto un ****** del Sevilla"».
Con la especulación del suelo, las cosas se han tornado. Pero algunos equipos han tenido al lado de su principal campo de juego otros de entrenamiento, donde jugaban los alevines, los «sub» o practicaban deporte en general. Pues bien, el que aún siga manteniendo un terrenillo al lado, que mire por él, le busque una airada salida, obtenga un soberbio dinero y, cuando al campo sus deudos se acerquen a ver los partidos, de la que salen le dejen unas flores en su tumba. Bueno, si pierde el Hamburgo y salen de mala leche, también tienen la opción de ponerle cardos. ¡Lo que da la imaginación de algunos! Y si son alemanes, ni les cuento.
http://www.lne.es/secciones/noticia....s-Esto-aficion
Por cierto, bonito gesto del Hamburgo.
Considerando que las cosas hay que contarlas desde el principio, en este caso espero no enrollarme. Hace unos días, una persona me sometió a interrogatorio extrañado de que no tuviese afición ni al fútbol ni a los toros. Le dije: «Es que hay gente rara por ahí». Pero para su tranquilidad le añadí que, al menos, siempre leía las letras gordas de los títulos y, si eran de mi interés, «absorbía» el resto del artículo aunque el tema no me apasionase. Y eso fue lo que me ocurrió a continuación de referida charla. Les cuento.
Pasaba de corrido las páginas del deporte rey y en una pequeñísima tira lateral que podía pasar desapercibida, algo decía acerca del Hamburgo, por lo que sé, uno de los legendarios equipos alemanes de fútbol, con origen en el año 1887 -yo creo, modestamente, que aún no se había inventado la redondez del balón: dejémoslo ahí-. Pues bien, el Hamburger Sport-Verein, nombre oficial en alemán, destina un solar próximo a su campo de juego ¿a qué creen ustedes? Jo, lo más insospechado: a un cementerio. Vamos, suena mejor a un «camposanto». Sobre la marcha surge la siguiente pregunta: ¿y para qué? Pues todavía más sencillo: allí podrán enterrarse, lógicamente a su fallecimiento, los verdaderos seguidores de tal equipo. Lo dicho, la noticia es tan escueta que no nos cuenta qué requisitos deben reunir, además de ser socio, para tener tal honor. Pienso, hago elucubraciones, que sobre todo deben de tener dinero, porque sólo hay cabida para quinientas tumbas.
Al leer esto, repito, yo, que estoy pez en este deporte, pero no en chistes al respecto, me acordé de que se corre el riesgo de que no vuelva a producirse aquella anécdota del socio del Betis que, muriéndose, pidió ser dado de alta en el Sevilla: el escándalo que se armó en aquella casa y en aquellos momentos de dolor fue terrible. Haciendo de tripas corazón, el hijo mayor se acercó al moribundo y se atrevió a decirle: «Padre, ¿cómo usted, socio de toda la vida y seguidor hasta los tuétanos del Betis, quiere ahora ser socio de su más acérrimo rival?». Entre estertores, le respondió: «Porque cuando me muera, prefiero que diga la gente: "Mira, se ha muerto un ****** del Sevilla"».
Con la especulación del suelo, las cosas se han tornado. Pero algunos equipos han tenido al lado de su principal campo de juego otros de entrenamiento, donde jugaban los alevines, los «sub» o practicaban deporte en general. Pues bien, el que aún siga manteniendo un terrenillo al lado, que mire por él, le busque una airada salida, obtenga un soberbio dinero y, cuando al campo sus deudos se acerquen a ver los partidos, de la que salen le dejen unas flores en su tumba. Bueno, si pierde el Hamburgo y salen de mala leche, también tienen la opción de ponerle cardos. ¡Lo que da la imaginación de algunos! Y si son alemanes, ni les cuento.
http://www.lne.es/secciones/noticia....s-Esto-aficion
Por cierto, bonito gesto del Hamburgo.
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