La familia Sanchez, residente en Sevilla, presumia de tradicion sevillista desde donde remontaba su memoria.
Marcos esperaba un hijo junto a su mujer, y dia a dia, presumia por todo Nervion del sevillista que traeria al mundo.
''Es matematicamente imposible que yo tenga un hijo de esos...¿Betico? Nunca.''
''Tendre un nuevo sevillista en la casa....En cuanto tenga uso de razon, sera socio''.
Los primeros meses de vida del crio, Marquitos, estuvieron plagados de bufandas del equipo, camisetas del reducido tamaño del crio y un cuadro de punto de cruz que su madre estaba creando, con el escudo del Sevilla y el nombre del recien nacido.
Transcurrieron los años y, cuando apenas este supo hablar, en el rellano de su escalera, sus vecinos le preguntaron bajo la atenta mirada de sus padres que de que equipo era.
-Yo....Betii!!!
Ese dia, Marcos Sanchez estuvo al borde de la hiperventilacion.
El padre tuvo que desistir en su intento de abonarle. Sabia que era su hijo, sangre de su sangre, y le queria como a una parte de su ser, pero deseaba que le hubieran encomendado a un crio con un equipo afin al suyo. Toda la vida odiando a los beticos...Y ahora tenia a uno, muy guapo, muy simpatico y gracioso, tumbado sobre su cunita, descansado.
El dia de su sexto cumpleaños, Marquitos solo quiso un regalo. Ir a ver a su Betis. El padre se nego en rotundo, lo que provoco el berrinche y posterior capricho del niño, que a cada dia insistia mas y mas, hasta que una noche, Marcos exploto:
-Si te llevo a ver al Betis me dejaras dormir tranquilo?
Marquitos dudo.
-Si. Pero solo si me llevas a verlo.
El padre suspiro.
El fin de semana siguiente ya se encaminaba a la Palmera. Caminaba con la mirada agachada y sin ninguna bufanda, y de un color neutral, que iba a saber el que ese era el primer color de este Betis, de azul, mientras su hijo saltaba, alegre, agarrado de la mano de Marcos. Cuando miro la sonrisa de oreja a oreja de su hijo, en la casa del Betis, se dio cuenta de que algo distinto sentia en su alma hacia los beticos.
...................
Años despues, hoy Marquitos es un hombre de unos treinta años. Es socio desde hace 20 y siempre acude con la misma compañia al estadio: La de su padre. Que aun siendo sevillista, no puede desprenderse de la magia que destila nuestro estadio, de la sonrisa de los aficionados, de su inagotable deseo por cantar al equipo y llevarlo a lo mas alto, de las sonrisas que estos derramas y las risas nerviosas que afloran a cada bendito gol.
El nunca se ha levantado a celebrar un gol betico. Solo sonrie a su hijo mientras este le abraza. Porque sabe que siempre han sido complices de un bendito secreto, un secreto solo de padre e hijo: Cuando, al salir de casa, anuncian que van al futbol, se miran con complicidad al girar hacia la Avenida de la Palmera.
PD: Gracias por leerlo.
Marcos esperaba un hijo junto a su mujer, y dia a dia, presumia por todo Nervion del sevillista que traeria al mundo.
''Es matematicamente imposible que yo tenga un hijo de esos...¿Betico? Nunca.''
''Tendre un nuevo sevillista en la casa....En cuanto tenga uso de razon, sera socio''.
Los primeros meses de vida del crio, Marquitos, estuvieron plagados de bufandas del equipo, camisetas del reducido tamaño del crio y un cuadro de punto de cruz que su madre estaba creando, con el escudo del Sevilla y el nombre del recien nacido.
Transcurrieron los años y, cuando apenas este supo hablar, en el rellano de su escalera, sus vecinos le preguntaron bajo la atenta mirada de sus padres que de que equipo era.
-Yo....Betii!!!
Ese dia, Marcos Sanchez estuvo al borde de la hiperventilacion.
El padre tuvo que desistir en su intento de abonarle. Sabia que era su hijo, sangre de su sangre, y le queria como a una parte de su ser, pero deseaba que le hubieran encomendado a un crio con un equipo afin al suyo. Toda la vida odiando a los beticos...Y ahora tenia a uno, muy guapo, muy simpatico y gracioso, tumbado sobre su cunita, descansado.
El dia de su sexto cumpleaños, Marquitos solo quiso un regalo. Ir a ver a su Betis. El padre se nego en rotundo, lo que provoco el berrinche y posterior capricho del niño, que a cada dia insistia mas y mas, hasta que una noche, Marcos exploto:
-Si te llevo a ver al Betis me dejaras dormir tranquilo?
Marquitos dudo.
-Si. Pero solo si me llevas a verlo.
El padre suspiro.
El fin de semana siguiente ya se encaminaba a la Palmera. Caminaba con la mirada agachada y sin ninguna bufanda, y de un color neutral, que iba a saber el que ese era el primer color de este Betis, de azul, mientras su hijo saltaba, alegre, agarrado de la mano de Marcos. Cuando miro la sonrisa de oreja a oreja de su hijo, en la casa del Betis, se dio cuenta de que algo distinto sentia en su alma hacia los beticos.
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Años despues, hoy Marquitos es un hombre de unos treinta años. Es socio desde hace 20 y siempre acude con la misma compañia al estadio: La de su padre. Que aun siendo sevillista, no puede desprenderse de la magia que destila nuestro estadio, de la sonrisa de los aficionados, de su inagotable deseo por cantar al equipo y llevarlo a lo mas alto, de las sonrisas que estos derramas y las risas nerviosas que afloran a cada bendito gol.
El nunca se ha levantado a celebrar un gol betico. Solo sonrie a su hijo mientras este le abraza. Porque sabe que siempre han sido complices de un bendito secreto, un secreto solo de padre e hijo: Cuando, al salir de casa, anuncian que van al futbol, se miran con complicidad al girar hacia la Avenida de la Palmera.
PD: Gracias por leerlo.
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