-Hay un caso muy curioso, continua Manolo Simó, que le sucedió a García Mora, el árbitro onubense cuando iba a dirigir un partido en el que intervenía el Betis.
-¿Qué le pasó?
-El Betis fue a jugar un partido de campeonato a una luminosa y riente ciudad andaluza, cuyo nombre no viene al caso. En la mañana del domingo, el árbitro onubense señor García Mora, que era desconocido en dicha ciudad, salió del Hotel para oír misa. Luego entró a mediodía en un bar. El camarero tan pronto lo vio entrar, se acercó y le preguntó que iba a tomar.
-Sírvame un vermut, le respondió, el señor García Mora.
En ese momento le dice el camarero:
-Oiga, caballero, ¿Usted va a ir al partido de esta tarde?
-Pues sí, quizás vaya, le respondió el señor García Mora.
Entonces, el camarero echó mano a un saco lleno de pitos que tenía debajo del mostrador, y entregándole un pito enorme de madera que tenía un garbanzo dentro y que hacia un ruido infernal, le dijo:
-Tome usted, caballero, para que se “hinche” de pitarle a los verdes.
Y añadió unos cuantos epítetos no transcribibles, al tiempo que le entregaba el silbato. García Mora se lo guardó y nos lo entrego como recuerdo de la aventura.
Ha estado guardado por ahí durante años. La anécdota es curiosa y jocosa, ya que entregarle un pito aun árbitro para que pitara contra nosotros tiene gracia.
-¿Qué le pasó?
-El Betis fue a jugar un partido de campeonato a una luminosa y riente ciudad andaluza, cuyo nombre no viene al caso. En la mañana del domingo, el árbitro onubense señor García Mora, que era desconocido en dicha ciudad, salió del Hotel para oír misa. Luego entró a mediodía en un bar. El camarero tan pronto lo vio entrar, se acercó y le preguntó que iba a tomar.
-Sírvame un vermut, le respondió, el señor García Mora.
En ese momento le dice el camarero:
-Oiga, caballero, ¿Usted va a ir al partido de esta tarde?
-Pues sí, quizás vaya, le respondió el señor García Mora.
Entonces, el camarero echó mano a un saco lleno de pitos que tenía debajo del mostrador, y entregándole un pito enorme de madera que tenía un garbanzo dentro y que hacia un ruido infernal, le dijo:
-Tome usted, caballero, para que se “hinche” de pitarle a los verdes.
Y añadió unos cuantos epítetos no transcribibles, al tiempo que le entregaba el silbato. García Mora se lo guardó y nos lo entrego como recuerdo de la aventura.
Ha estado guardado por ahí durante años. La anécdota es curiosa y jocosa, ya que entregarle un pito aun árbitro para que pitara contra nosotros tiene gracia.
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