Estimado don JJ Romero.
Le escribo esta carta abierta a raíz de la entrevista que concedió usted a Estadio Deportivo y más concretamente por esas declaraciones de que “el manquepierda había hecho mucho daño”. Verá usted, cuando las leí y además leí que era usted bético de toda la vida hubo algo que me chirrió porque la cuestión es, ¿qué entiende usted por “manque pierda”? Y llegué la conclusión de que, por desgracia, no entendemos igual.
Así que ya que estamos le contaré una historia personal a ver si con eso me comprende. Cuando yo tenía 10 u 11 años yo era (y sigo siendo hoy) muy malo en los deportes. Así que cuando en clase de Educación Física se organizaban las ligas de fútbol 5 para clase, puede imaginarse en qué equipo me tocaba. Por aquel entonces yo vivía en Huelva y en aquellos tiempos (principios de los 80) allí la gente era del Recre, del Madrid y algunos del Barça. Salvo un servidor y otros dos compadres que éramos béticos, los raritos, si quiere llamarlo así. Pues bien, el caso es que caímos los tres en el peor equipo de la clase, ése al que todos los demás goleaban sin piedad.
Sin embargo, un día pasó algo curioso. Nos tocaba jugar contra los mejores de la clase, los deportistas, los niños mimados del profesor y como todo el mundo esperaba una goleada y tampoco tenía interés nos tocó jugar en un campo de albero. Con la particularidad de que había llovido y aquello estaba lleno de charcos. En fin, que comenzó el partido y entonces ocurrió. Bien fuera porque el campo estaba embarrado, porque nuestros rivales se confiaron o por ambas cosas al tiempo, a los diez minutos íbamos ganando 3-0. Tampoco era para tanto, quedaban 50 minutos y nuestra media de derrotas era algo así como 15-0, así que nadie se emocionó demasiado. Sin embargo, nuestros rivales dijeron que qué pasaba allí y al minuto nos clavaron el 3-1. Entonces, al ver las caras que teníamos de “ahora nos va a caer la mundial” uno de mis compadres nos miró y dijo, “¿qué oñio pasa aquí? ¡Somos del Betis y aquí viva el Beti manquepierda”. ¿Y sabe usted que pasó? Que los otros cuatro, incluyendo a los no béticos nos contagiamos. Corrimos hasta vomitar (literalmente), nos tiramos al suelo, nos enfrentamos a los gallitos y de una manera u otra aguantamos el tirón. Nos hicieron el 3-2 y seguimos peleando, yo mismo salvé un gol bajo palos y por el barro terminé estrellando mis partes más sensibles contra el poste. No duré ni 30 segundos doliéndome. Con barro hasta las orejas me levanté y seguí jugando. Terminó la hora e íbamos 3-2 y el profesor (supongo que porque subía puntos por cada victoria y no quería que se le descuadrara la nota de sus nenes) no pitaba el final. Ni nos molestamos en protestar. Seguimos jugando porque “éramos el Betis y viva el Beti manquepierda”. Mire usted qué ridiculez, unos mocos de 10-11 años.
Pero allí seguimos. El resto de nuestros compañeros, en vez de irse fueron a vernos y otra gente de otras clases. Y aquello no terminaba para nerviosismo del profesor que por fin pitó penalti en contra. Ya no recuerdo si era o no, y no me importa. Pero los cuatro miramos a nuestro portero y empezamos a gritar ¡Beeeetis, Beeeeetis! ¿Y sabe qué? Todos los que estaban mirando también comenzaron a gritarlo. Y cuando lanzaron el penalti lo mandaron al palo. Aquello fue el desmadre y la gente invadió el campo con lo que el profesor tuvo que pitar el final del partido. Pero aquello ya estaba desatado, todo el mundo gritaba “¡Betis, Betis!”.
Se lo cuento porque aquel día todos comprendimos lo que era realmente el Betis y el Manquepierda, hasta los niños de los otros equipos, tanto fue así que ya ningún compañero del Madrid o del Barça volvió a burlarse de nosotros por serlo ni a llamarnos raritos. Ser del Betis es no conformarse, es luchar contra lo imposible, y si suena la flauta que haya un milagro. Pero eso sí, el rival te mira a los ojos y sabe que va a sudar sangre, sabe que hasta el último momento la pelea no acaba y que vas a darlo todo y que aun así, si pierdes, mantendrás el orgullo de tus colores ganándote el respeto de los rivales.
Se lo digo porque el Manquepierda no le ha hecho ningún mal al Betis. Quizás en estos tiempos de comida rápida, telebasura, chiringuitos y Manoleo, lo importante sean unos conceptos que se tragan a bocados. Pero el beticismo y el Manquepierda no es eso. El beticismo se destila y se va cuidando, como los buenos licores. Así que no confunda las cosas. El manquepierda no es que no te importe perder, el manquepierda es darlo todo de manera que, si pierdes, tengas el orgullo de pertenecer a una casta que no se rinde. Saber que somos pobres y que miramos al rico con los ojos recordándole que para ganarnos va a tener que sudar sangre.
Sí, es posible que en los últimos tiempos se haya prostituido el concepto. Pero eso es cosa de los dirigentes, de esos a los que lo que les importa es ellos, su foto y sus negocios, aquellos que nos dan migajas para que nos conformemos (de ahora o de antes, me da igual) con tal de que a ellos les vaya bien.
Así que le voy a pedir una cosa. Si es usted de verdad bético, recuerde aquella final de copa contra el Barça de la que vino llorando seis horas y recuerde que pese a ser muy favoritos nos ganaron en la prórroga porque ya lo habíamos dado todo y no quedaban fuerzas, recuerde a ese Alfonso al que tanto añora con la nariz sangrando, a nuestros jugadores sin poder moverse y aun así corriendo. Recuerde aquel Chelsea que vino aquí tras meternos un 4-0 en la jornada anterior y que cayó cuando parecía imbatible. Recuerde aquella eliminatoria contra el Barça cuando estábamos en segunda y ellos eran los invencibles y que pasamos con un gol de aquel gallego que no hizo nada salvo aquel gol. O recuerde aquel Barça que nos había metido 5 en la ida y que tuvo que sudar y (para pasmo de muchos) cayó 3-1 y porque los palos en la ida y en la vuelta estuvieron en nuestra contra. Eso es el manquepierda.
Y cuando lo haga trasmítaselo a sus chavales. Y ya que estamos explíqueselo a Poyet, y dígale que si quiere disfrutar de Messi, quede con Mel y vayan juntos al cine a ver la película sobre su vida que es muy bonita. Quizás haya otras formas de verlo, quizás sea yo el loco; pero para mí, eso es el Manquepierda. Así que hágame un favor, cuando hable del Manquepierda, hágalo con respeto. Al menos por lo que significa para algunos.
Y perdón por el tocho.
Le escribo esta carta abierta a raíz de la entrevista que concedió usted a Estadio Deportivo y más concretamente por esas declaraciones de que “el manquepierda había hecho mucho daño”. Verá usted, cuando las leí y además leí que era usted bético de toda la vida hubo algo que me chirrió porque la cuestión es, ¿qué entiende usted por “manque pierda”? Y llegué la conclusión de que, por desgracia, no entendemos igual.
Así que ya que estamos le contaré una historia personal a ver si con eso me comprende. Cuando yo tenía 10 u 11 años yo era (y sigo siendo hoy) muy malo en los deportes. Así que cuando en clase de Educación Física se organizaban las ligas de fútbol 5 para clase, puede imaginarse en qué equipo me tocaba. Por aquel entonces yo vivía en Huelva y en aquellos tiempos (principios de los 80) allí la gente era del Recre, del Madrid y algunos del Barça. Salvo un servidor y otros dos compadres que éramos béticos, los raritos, si quiere llamarlo así. Pues bien, el caso es que caímos los tres en el peor equipo de la clase, ése al que todos los demás goleaban sin piedad.
Sin embargo, un día pasó algo curioso. Nos tocaba jugar contra los mejores de la clase, los deportistas, los niños mimados del profesor y como todo el mundo esperaba una goleada y tampoco tenía interés nos tocó jugar en un campo de albero. Con la particularidad de que había llovido y aquello estaba lleno de charcos. En fin, que comenzó el partido y entonces ocurrió. Bien fuera porque el campo estaba embarrado, porque nuestros rivales se confiaron o por ambas cosas al tiempo, a los diez minutos íbamos ganando 3-0. Tampoco era para tanto, quedaban 50 minutos y nuestra media de derrotas era algo así como 15-0, así que nadie se emocionó demasiado. Sin embargo, nuestros rivales dijeron que qué pasaba allí y al minuto nos clavaron el 3-1. Entonces, al ver las caras que teníamos de “ahora nos va a caer la mundial” uno de mis compadres nos miró y dijo, “¿qué oñio pasa aquí? ¡Somos del Betis y aquí viva el Beti manquepierda”. ¿Y sabe usted que pasó? Que los otros cuatro, incluyendo a los no béticos nos contagiamos. Corrimos hasta vomitar (literalmente), nos tiramos al suelo, nos enfrentamos a los gallitos y de una manera u otra aguantamos el tirón. Nos hicieron el 3-2 y seguimos peleando, yo mismo salvé un gol bajo palos y por el barro terminé estrellando mis partes más sensibles contra el poste. No duré ni 30 segundos doliéndome. Con barro hasta las orejas me levanté y seguí jugando. Terminó la hora e íbamos 3-2 y el profesor (supongo que porque subía puntos por cada victoria y no quería que se le descuadrara la nota de sus nenes) no pitaba el final. Ni nos molestamos en protestar. Seguimos jugando porque “éramos el Betis y viva el Beti manquepierda”. Mire usted qué ridiculez, unos mocos de 10-11 años.
Pero allí seguimos. El resto de nuestros compañeros, en vez de irse fueron a vernos y otra gente de otras clases. Y aquello no terminaba para nerviosismo del profesor que por fin pitó penalti en contra. Ya no recuerdo si era o no, y no me importa. Pero los cuatro miramos a nuestro portero y empezamos a gritar ¡Beeeetis, Beeeeetis! ¿Y sabe qué? Todos los que estaban mirando también comenzaron a gritarlo. Y cuando lanzaron el penalti lo mandaron al palo. Aquello fue el desmadre y la gente invadió el campo con lo que el profesor tuvo que pitar el final del partido. Pero aquello ya estaba desatado, todo el mundo gritaba “¡Betis, Betis!”.
Se lo cuento porque aquel día todos comprendimos lo que era realmente el Betis y el Manquepierda, hasta los niños de los otros equipos, tanto fue así que ya ningún compañero del Madrid o del Barça volvió a burlarse de nosotros por serlo ni a llamarnos raritos. Ser del Betis es no conformarse, es luchar contra lo imposible, y si suena la flauta que haya un milagro. Pero eso sí, el rival te mira a los ojos y sabe que va a sudar sangre, sabe que hasta el último momento la pelea no acaba y que vas a darlo todo y que aun así, si pierdes, mantendrás el orgullo de tus colores ganándote el respeto de los rivales.
Se lo digo porque el Manquepierda no le ha hecho ningún mal al Betis. Quizás en estos tiempos de comida rápida, telebasura, chiringuitos y Manoleo, lo importante sean unos conceptos que se tragan a bocados. Pero el beticismo y el Manquepierda no es eso. El beticismo se destila y se va cuidando, como los buenos licores. Así que no confunda las cosas. El manquepierda no es que no te importe perder, el manquepierda es darlo todo de manera que, si pierdes, tengas el orgullo de pertenecer a una casta que no se rinde. Saber que somos pobres y que miramos al rico con los ojos recordándole que para ganarnos va a tener que sudar sangre.
Sí, es posible que en los últimos tiempos se haya prostituido el concepto. Pero eso es cosa de los dirigentes, de esos a los que lo que les importa es ellos, su foto y sus negocios, aquellos que nos dan migajas para que nos conformemos (de ahora o de antes, me da igual) con tal de que a ellos les vaya bien.
Así que le voy a pedir una cosa. Si es usted de verdad bético, recuerde aquella final de copa contra el Barça de la que vino llorando seis horas y recuerde que pese a ser muy favoritos nos ganaron en la prórroga porque ya lo habíamos dado todo y no quedaban fuerzas, recuerde a ese Alfonso al que tanto añora con la nariz sangrando, a nuestros jugadores sin poder moverse y aun así corriendo. Recuerde aquel Chelsea que vino aquí tras meternos un 4-0 en la jornada anterior y que cayó cuando parecía imbatible. Recuerde aquella eliminatoria contra el Barça cuando estábamos en segunda y ellos eran los invencibles y que pasamos con un gol de aquel gallego que no hizo nada salvo aquel gol. O recuerde aquel Barça que nos había metido 5 en la ida y que tuvo que sudar y (para pasmo de muchos) cayó 3-1 y porque los palos en la ida y en la vuelta estuvieron en nuestra contra. Eso es el manquepierda.
Y cuando lo haga trasmítaselo a sus chavales. Y ya que estamos explíqueselo a Poyet, y dígale que si quiere disfrutar de Messi, quede con Mel y vayan juntos al cine a ver la película sobre su vida que es muy bonita. Quizás haya otras formas de verlo, quizás sea yo el loco; pero para mí, eso es el Manquepierda. Así que hágame un favor, cuando hable del Manquepierda, hágalo con respeto. Al menos por lo que significa para algunos.
Y perdón por el tocho.
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