Carta de un sevillista al Betis
Me encanta que pierdas partidos. Que te pinten la cara equipitos de Segunda a los que por historia deberías golear. No lamenté tu último descenso al igual que no celebraré tu próximo ascenso. Te reconozco también que el circo que forman tus dirigentes desde hace años me provoca cierta risa floja. Eres mi rival, al fin y al cabo, y creo es mi deber sentirte así.
Sin embargo, lo que no me gusta tanto es que te mangoneen. Que te traten como al cateto ignorante que paga un plato roto cuando otros han reventado vajillas enteras. Este nuevo programa de ‘reeducación social’ en el fútbol del amigo Tebas (tipo que me resulta bastante siniestro, por cierto) te ha atropellado de lleno. Te cierran medio campo por un cántico, del todo censurable, pero que lleva entonándose más de un año; mientras que en otros estadios amparan a neofascistas, cuentan con más de un muerto o se enaltece a asesinos de niños; y no passsssa nada. Que no, que no es lo mismo, dicen las feminazis. “Es que esto es muy grave”. Vale, estoy de acuerdo, pero ciérrame igualmente Cornellá o Mestalla (donde últimamente se practica la caza al sevillista últimamente jaleada por panfletos incendiarios como Superdeporte).
Pero te toman por ********. Y si te toman a ti, me toman a mí. Porque, Betis, para lo bueno y lo malo, eres Andalucía y eres Sevilla, como yo. Porque pocas instituciones representan tan fielmente mi tierra como tú, con sus cosas buenas, regulares, malas y nefastas. Optaste por caer bien y no ser un equipo incómodo u odiado, como en muchos sitios se percibe al mío. Eso tiene un precio deportivo que pagar, pero también me resulta una actitud bastante loable y de agradecer que nos recuerda que esto es un juego aunque algunos lo hayan convertido en *****.
Pero es que siempre pagas tú (nosotros). Vale, cobijas en tu regazo a energúmenos (como todos); pero es que entre las decenas de miles de almas que van a verte fielmente cada domingo (a ver quién puede decir lo mismo) se te tiene que colar forzosamente algún *******.
Plántate; no dejes que se rían más de ti (de nosotros). Porque, mi querido Betis, como he dicho antes, eres mi rival, no mi enemigo, y el único con derecho a tocarte los ****** soy yo, que para eso soy sevillista y te sufro en mis calles, mi trabajo e incluso mi casa. Sabes de lo que te hablo, ¿verdad? Pues eso es algo que ellos jamás entenderán.
Me encanta que pierdas partidos. Que te pinten la cara equipitos de Segunda a los que por historia deberías golear. No lamenté tu último descenso al igual que no celebraré tu próximo ascenso. Te reconozco también que el circo que forman tus dirigentes desde hace años me provoca cierta risa floja. Eres mi rival, al fin y al cabo, y creo es mi deber sentirte así.
Sin embargo, lo que no me gusta tanto es que te mangoneen. Que te traten como al cateto ignorante que paga un plato roto cuando otros han reventado vajillas enteras. Este nuevo programa de ‘reeducación social’ en el fútbol del amigo Tebas (tipo que me resulta bastante siniestro, por cierto) te ha atropellado de lleno. Te cierran medio campo por un cántico, del todo censurable, pero que lleva entonándose más de un año; mientras que en otros estadios amparan a neofascistas, cuentan con más de un muerto o se enaltece a asesinos de niños; y no passsssa nada. Que no, que no es lo mismo, dicen las feminazis. “Es que esto es muy grave”. Vale, estoy de acuerdo, pero ciérrame igualmente Cornellá o Mestalla (donde últimamente se practica la caza al sevillista últimamente jaleada por panfletos incendiarios como Superdeporte).
Pero te toman por ********. Y si te toman a ti, me toman a mí. Porque, Betis, para lo bueno y lo malo, eres Andalucía y eres Sevilla, como yo. Porque pocas instituciones representan tan fielmente mi tierra como tú, con sus cosas buenas, regulares, malas y nefastas. Optaste por caer bien y no ser un equipo incómodo u odiado, como en muchos sitios se percibe al mío. Eso tiene un precio deportivo que pagar, pero también me resulta una actitud bastante loable y de agradecer que nos recuerda que esto es un juego aunque algunos lo hayan convertido en *****.
Pero es que siempre pagas tú (nosotros). Vale, cobijas en tu regazo a energúmenos (como todos); pero es que entre las decenas de miles de almas que van a verte fielmente cada domingo (a ver quién puede decir lo mismo) se te tiene que colar forzosamente algún *******.
Plántate; no dejes que se rían más de ti (de nosotros). Porque, mi querido Betis, como he dicho antes, eres mi rival, no mi enemigo, y el único con derecho a tocarte los ****** soy yo, que para eso soy sevillista y te sufro en mis calles, mi trabajo e incluso mi casa. Sabes de lo que te hablo, ¿verdad? Pues eso es algo que ellos jamás entenderán.
Comentario