¿Y el Betis?
-Hasta las trancas. Soy patrono de la Fundación y desde 2006 he estado metido en toda la movida regeneracionista y antiloperiana. Guerra se cabreaba porque Manolo Chaves y yo íbamos juntos al Betis los domingos. Pensaba que no era una afición de socialistas.
José Rodríguez de la Borbolla. Profesor de Derecho del Trabajo "La gente de mi generación ya no puede estar a la cabeza del escalafón"
Ex presidente de la Junta de Andalucía y líder histórico del socialismo sevillano, actualmente vive apartado de la primera línea, dedicado a su vocación docente y a la reflexión política
Mi bisabuelo empezó siendo republicano. Su padre, mi tatarabuelo, había sido protector de Castelar y estuvo en la cárcel con Isabel II por carbonario. Cuando la Restauración, mi bisabuelo le hizo caso a Castelar, que recomendó la colaboración con el régimen, y fundó el Partido Posibilista, el mejor nombre para una formación política que he visto nunca. Finalmente, se integró en el Partido Liberal de Sagasta. Su hijo Antonio, mi abuelo, estuvo con Martínez Barrio y cuando el alzamiento fue depurado de su cátedra de la Escuela de Comercio. Tengo en mi casa una copia de la escritura mediante la cual mi abuela, María del Carmen Alcalá Henke, cede gratuitamente a Gonzalo Queipo de Llano unas propiedades en el Porvenir, al final de la calle Brasil, para el uso del Ejército. Todos los indicios hacen suponer que fue un pago a cambio de que dejasen a mi abuelo tranquilo.
-¿Pero es usted monárquico?
-En cuanto a la forma de Estado soy accidentalista. Me gusta más la república, pero no soy fundamentalista. La Corona vive ahora una crisis importante motivada por comportamientos personales.
-Su padre fue un importante científico de la ciudad. ¿Cómo es que le dio a usted por el derecho?
-Mi padre era doctor en Ciencias Químicas, fue fundador del Instituto de la Grasa, Premio Nacional Juan de la Cierva y Premio Nacional Francisco Franco, además de medalla Alfonso X el Sabio, entre otras condecoraciones. Era monárquico, pero nunca hablaba de política. No me dediqué a la ciencia por su culpa, porque en verano, pese a que yo había aprobado en junio, me hacía estudiar las matemáticas del curso siguiente. Escogí letras para dejar de estudiar matemáticas mientras mis hermanos jugaban.
-Por lo que veo, no mamó la política en casa.
-Tuve una gran influencia de mi abuelo materno, Antonio Camoyán, que era un juez muy íntegro y con el que viví desde los seis años. Era claramente antirrégimen y anticlerical. Había sido educado por un tío suyo que era un militar masón.
-¿Cuándo empieza, entonces, el despertar social y político?
-En torno a los quince años, en Bachillerato, cuando estudiaba en Portaceli con los jesuitas. En los manuales de Moral Católica ya se hablaba de la función social de la propiedad, de la doctrina de los santos padres, de San Anselmo, de la necesidad de que el poder estuviese al servicio de la gente... Aquello me impresionó, me hizo pensar y sentir que debía trabajar por los demás.
-¿Y cuándo la militancia socialista?
-En segundo de carrera, Manuel Jiménez Fernández fue como un aguijón... Un hombre que, en pleno franquismo, llegaba a clase y decía: "¿Saben ustedes lo que ha dicho el hijo de **** del cardenal Ottaviani?" o "¿Saben ustedes lo que han decidido los ******** de la curia?"... También me marcó Javier Lasarte, que fue el primero que nos recomendó libros de fuera de la asignatura, como La estructura económica de España, de Ramón Tamames, o El primer ensayo sobre la población, de Malthus. Así comencé las lecturas políticas y me abrí una cuenta en la librería Lorenzo Blanco.
-La librería Lorenzo Blanco, toda una leyenda.
-Sí, allí había una tertulia que frecuentaban don Ramón Carande, el magistrado don Antonio Hoyuela, el médico liberal y sabio humanista José Villar Caso, don Faustino Gutiérrez Alviz... Todos coincidían al final de la mañana y allí estaba yo haciendo como el que ojeaba libros y escuchando sus conversaciones, impregnándome.
-Volvamos al socialismo.
-En tercero de carrera formé parte de un grupo que nos pusimos a estudiar la historia de España y del pensamiento socialista. En el 67 nos incorporamos colectivamente al Partido Socialista del Interior, el de Tierno Galván, porque pensábamos que el PSOE era muy socialdemócrata, anticomunista y tenía la dirección fuera de España. No ingresé en el PSOE hasta 1972, cuando Felipe González tomó las riendas del partido y, por tanto, la dirección regresó a España.
-¿Cómo se lo tomó Tierno Galván?
-Fui a Madrid a decirle que pensaba que ya no tenía sentido la división del socialismo español. Don Enrique, que fue una de las personas más malvadas que me he encontrado en mi vida, intentó convencerme de que el PSOE estaba infiltrado por la CIA. Después se dedicó a decir que yo me había ido al PSOE porque le habían buscado un puesto de trabajo a mi mujer. Tierno Galván presumía de que hablaba alemán, inglés, francés... Cuando estuve en Italia haciendo mi tesis, me enteré por Gino Giugni, el padre del estatuto de los trabajadores italianos, de que sólo hablaba español. Se me cayeron los palos del sombrajo. Tierno Galván era una gran farsa, una gran máscara.
-Demos un salto. Javier Pérez Royo dijo en estas páginas que el 28-F fue el momento político más apasionante que ha vivido. ¿Comparte esta percepción?
-También el 4 de diciembre de 1977, el día de las manifestaciones por la autonomía. El 28 de Febrero es la única batalla en la historia de España que el pueblo le ha ganado al poder dominante. La única.
-¿Y cómo ve ahora las autonomías?
-Eso es para escribir un libro. El estado de las autonomías es el modelo a consolidar, para lo que es necesaria una adecuación de la Constitución. Eso sí, se debería podar el ejercicio del poder autonómico, el aparato administrativo, la hiperlegislación. En Andalucía y en todas partes hay muchas leyes que no sirven para nada, que son meras proclamas, meros ejercicios propagandísticos. También ha habido un exceso de lo que llamo fronterización, de poner lindes entre los poderes institucionales en España.
-¿Demasiada presencia institucional de las autonomías?
-Sí, también hay un exceso de aparato y protocolo. Me acuerdo de que, en los años ochenta, se creó la Asamblea de Regiones de Europa y todos los presidentes íbamos juntos a los mismos hoteles, a los mismos restaurantes, en los mismos autobuses... Todos menos uno, Jordi Pujol, que iba con sus tres coches. Un presidentes francés me preguntó que si Pujol se creía el petit roi d'Espagne (el pequeño rey de España)... En general, ha habido una tendencia a hipertrofiar la representación autonómica.
-Ha comentado que muchas leyes son meras proclamas. ¿Me puede poner algún ejemplo?
-La Ley de Salud Pública de Andalucía tiene 106 artículos, pero hay que llegar al artículo 98 para encontrar alguna disposición con fuerza normativa. Todos los anteriores son meramente declarativos. El mismo problema se detecta en la Ley Reguladora del Derecho a la Vivienda en Andalucía, que de sus 24 artículos sólo dos tienen efecto normativo... La Ley de la Dehesa... En fin. Como le dijo don Quijote a Sancho cuando le concedió la ínsula Barataria: "Sancho, hijo, leyes pocas y que se cumplan". Esta frase la menciona mucho Felipe González, que sigue siendo uno de mis héroes.
-¿Qué es lo que salva de su época como presidente de la Junta?
-El que realizamos un buen trabajo de campo y tomamos las decisiones en contacto con la gente. La política no es mandar, es buscar las soluciones a los problemas de los demás. Hay mucha gente que piensa que la política es el estatus del mando y la conspiración para la conservación del estatus del mando.
-Precisamente usted fue víctima de una conspiración, urdida y dirigida por Alfonso Guerra, que lo defenestró políticamente. El profesor Alfonso Lazo ha mostrado también en estas páginas su arrepentimiento por haber participado en aquella maniobra.
-Siempre he vivido estas cosas siendo consciente de que hay unas reglas del juego. Yo también jugué e intenté contrarrestar las maniobras de Guerra. Estuve a punto de darle la vuelta a la tortilla, pero al final las presiones fueron demasiado grandes. Eso sí, he intentado no sobrepasar nunca los límites de la indignidad. De Ramón Toledano aprendí que la política es como los toros, con tardes buenas, malas y regulares, pero que nunca hay que perder la cara al bicho ni descomponer la figura. Alfonso Lazo es historiador y siempre he dicho que la historia la acaban escribiendo los historiadores.
-¿Ha vuelto a hablar con Guerra después de aquello?
-Algunas veces, pero no de este asunto.
-¿Ha leído sus memorias?
-Desconfío de los memoriógrafos. La gente tiende a escribir memorias retratándose como un genio. ¿Cómo va a ser uno capaz de decir que hizo el ridículo en alguna ocasión? ¿Cómo decir que fue mezquino?
-Un veterano del socialismo sevillano comentaba el otro día en privado que no se reconocía en el PSOE actual. ¿Qué opinión le merecen figuras como Griñán o Susana Díaz?
-El PSOE, evidentemente, sufre una crisis de alternativas. El socialismo marxiano se ha acabado y nos hemos quedado sin libro. No tenemos discurso. En la política española, en general, estamos en un momento bajo en cuanto a liderazgos. No hay políticos parangonables a Felipe González o Suárez. No hay políticos con carácter, claridad de ideas, decisión, arrojo, propuestas, aceptación de quemarse en la búsqueda de unos objetivos... Los políticos actuales son mucho más coyunturalistas y sólo piensan en lo inmediato. Esto es aplicable al PSOE tanto en España como en Andalucía. Como le ocurre a muchos católicos con la Iglesia, yo soy del PSOE pero no estoy de acuerdo con la jerarquía. Hay que buscar gente de mediana edad. En política, como en los toros, la gente de mi generación está sólo para doce o trece corridas y ya no puede estar a la cabeza del escalafón.
-Muchos socialistas de la vieja guardia señalan a Zapatero como el inicio de todos los males.
-Zapatero tenía interiorizados casi biológicamente una serie de criterios y principios socialistas, pero en el actuar cotidiano se dejaba llevar por el impacto y el efecto inmediato de la medida. Su acción de gobierno fue más propia del radicalismo republicano italiano que de un partido socialdemócrata con visión a medio plazo. Hay mucha gente que, cuando llega al puesto de mando, cree que todo lo anterior no sirve, que tiende a borrar lo que algunos llaman el viejo testamento. El nuevo testamento sólo se puede construir sobre el viejo testamento. No se puede ser Adán y ahora hay mucha gente adanista.
-¿Es el PSC el gran mal del socialismo español?
-En su afán por tocar pelo en el poder regional de Cataluña, el PSC ha aceptado de forma incondicional el modelo nacionalista ideado por la pequeña y la gran burguesía catalana para mandar en este territorio. El proceso lo inició Maragall y lo continuó Montilla. Estuve en Cataluña durante la campaña autonómica acompañando a Pere Navarro y pienso que con él y su equipo hay una posibilidad. Al final, coincido con Ortega y Gasset: el problema catalán se puede conllevar, pero no hay soluciones definitivas.
-Intentó ser alcalde de Sevilla y no lo consiguió. Finalmente, tras unas primarias, Alfredo Sánchez Monteseirín se hizo con la candidatura socialista. ¿Qué valoración le merecen sus 12 años de mandato?
-La gestión de los ayuntamientos presididos por Alfredo ha sido muy positiva para Sevilla. Distinta es su falta de conexión con la gente y con los medios de comunicación, algo de lo que no hay que responsabilizar tanto a Alfredo como a algunos de sus colaboradores.
-¿Le gustan las 'setas'?
-Si yo hubiera sido alcalde de Sevilla seguramente no hubiese escogido ese proyecto. Aun así, me parece que las setas están dinamizando esa zona.
-¿Y la Sevilla de Zoido?
-Al Ayuntamiento le falta un programa global para la ciudad. Hay unos cuantos eslóganes pero falta saber cuál es el horizonte que se marca para Sevilla. Puede que lo tengan, pero lo desconozco. Quiero ser respetuoso con la gente que está en la acción de gobierno.
-En el año 2000 dejó la política activa. ¿A qué se dedica ahora?
-Sigo con mis clases y me jubilaré en septiembre. Con motivo de los últimos congresos federal y regional he vuelto a la bulla política. Creía y creo que Rubalcaba era y es la mejor alternativa para este momento histórico, lo cual no significa que estime que deba continuar, porque hay que ceder el paso a una nueva generación asesorada por un consejo de ancianos, como en las tribus indias. He creado, junto a otros compañeros veteranos, el Centro de Estudios de Documentación e Información Social de Andalucía y estamos preparando un programa de actividades para el curso próximo. También estoy ordenando mi archivo personal, con unos 50.000 documentos. Me dedicaré a escribir, a pensar y a ayudar a pensar. Me divierto, cada día que me levanto me divierto. Pienso que, como actitud vital, hay que mirar al futuro en vez de al pasado.
-¿Sigue saliendo en el Calvario?
-Llevo tres años sin salir, pero creo que la próxima Semana Santa volveré.
-¿Y el Betis?
-Hasta las trancas. Soy patrono de la Fundación y desde 2006 he estado metido en toda la movida regeneracionista y antiloperiana. Guerra se cabreaba porque Manolo Chaves y yo íbamos juntos al Betis los domingos. Pensaba que no era una afición de socialistas.
Un marxiano entre Lukács y el jamón de Huelva
José Rodríguez de la Borbolla pertenece al minoritario club de los socialistas que le caen bien a la derecha. Él achaca esta circunstancia a su manera de estar en el mundo y a que nunca ha renegado de sus orígenes sociales. Sin embargo, y pese a sus 64 años, sigue manteniendo su estilo y convicciones de 'progre sesentero', y la biblioteca de su despacho rebosa de autores "marxianos", como a él le gusta decir: Rosa de Luxemburgo, Gramsci, Lukács, Althusser... Como contrapunto a estos tochos de lomo gastado, en las paredes del mismo despacho cuelgan fotos del Cristo del Calvario, del Betis, de Curro Romero o del jamón de Huelva. No hay duda de que es un hombre de lealtades inquebrantables y de que sabe llevar lo que para otros serían contradicciones con elegancia y sentido del humor. Su conversación y trato es amigable, casi de barra de bar, y salpica sus argumentos con referencias librescas y cinematográficas. Habla muy despacio, masticando las palabras, destripando cada argumento, usando indistintamente tacos de toda la vida y conceptos de "don Carlos Marx". En los últimos tiempos gasta un look 'gafapasta' y camisa vaquera que lo rejuvenece. Nadie diría que fue presidente de la Junta de Andalucía. Eso le honra.
"La gente de mi generación ya no puede estar a la cabeza del...
-Hasta las trancas. Soy patrono de la Fundación y desde 2006 he estado metido en toda la movida regeneracionista y antiloperiana. Guerra se cabreaba porque Manolo Chaves y yo íbamos juntos al Betis los domingos. Pensaba que no era una afición de socialistas.
José Rodríguez de la Borbolla. Profesor de Derecho del Trabajo "La gente de mi generación ya no puede estar a la cabeza del escalafón"
Ex presidente de la Junta de Andalucía y líder histórico del socialismo sevillano, actualmente vive apartado de la primera línea, dedicado a su vocación docente y a la reflexión política
Mi bisabuelo empezó siendo republicano. Su padre, mi tatarabuelo, había sido protector de Castelar y estuvo en la cárcel con Isabel II por carbonario. Cuando la Restauración, mi bisabuelo le hizo caso a Castelar, que recomendó la colaboración con el régimen, y fundó el Partido Posibilista, el mejor nombre para una formación política que he visto nunca. Finalmente, se integró en el Partido Liberal de Sagasta. Su hijo Antonio, mi abuelo, estuvo con Martínez Barrio y cuando el alzamiento fue depurado de su cátedra de la Escuela de Comercio. Tengo en mi casa una copia de la escritura mediante la cual mi abuela, María del Carmen Alcalá Henke, cede gratuitamente a Gonzalo Queipo de Llano unas propiedades en el Porvenir, al final de la calle Brasil, para el uso del Ejército. Todos los indicios hacen suponer que fue un pago a cambio de que dejasen a mi abuelo tranquilo.
-¿Pero es usted monárquico?
-En cuanto a la forma de Estado soy accidentalista. Me gusta más la república, pero no soy fundamentalista. La Corona vive ahora una crisis importante motivada por comportamientos personales.
-Su padre fue un importante científico de la ciudad. ¿Cómo es que le dio a usted por el derecho?
-Mi padre era doctor en Ciencias Químicas, fue fundador del Instituto de la Grasa, Premio Nacional Juan de la Cierva y Premio Nacional Francisco Franco, además de medalla Alfonso X el Sabio, entre otras condecoraciones. Era monárquico, pero nunca hablaba de política. No me dediqué a la ciencia por su culpa, porque en verano, pese a que yo había aprobado en junio, me hacía estudiar las matemáticas del curso siguiente. Escogí letras para dejar de estudiar matemáticas mientras mis hermanos jugaban.
-Por lo que veo, no mamó la política en casa.
-Tuve una gran influencia de mi abuelo materno, Antonio Camoyán, que era un juez muy íntegro y con el que viví desde los seis años. Era claramente antirrégimen y anticlerical. Había sido educado por un tío suyo que era un militar masón.
-¿Cuándo empieza, entonces, el despertar social y político?
-En torno a los quince años, en Bachillerato, cuando estudiaba en Portaceli con los jesuitas. En los manuales de Moral Católica ya se hablaba de la función social de la propiedad, de la doctrina de los santos padres, de San Anselmo, de la necesidad de que el poder estuviese al servicio de la gente... Aquello me impresionó, me hizo pensar y sentir que debía trabajar por los demás.
-¿Y cuándo la militancia socialista?
-En segundo de carrera, Manuel Jiménez Fernández fue como un aguijón... Un hombre que, en pleno franquismo, llegaba a clase y decía: "¿Saben ustedes lo que ha dicho el hijo de **** del cardenal Ottaviani?" o "¿Saben ustedes lo que han decidido los ******** de la curia?"... También me marcó Javier Lasarte, que fue el primero que nos recomendó libros de fuera de la asignatura, como La estructura económica de España, de Ramón Tamames, o El primer ensayo sobre la población, de Malthus. Así comencé las lecturas políticas y me abrí una cuenta en la librería Lorenzo Blanco.
-La librería Lorenzo Blanco, toda una leyenda.
-Sí, allí había una tertulia que frecuentaban don Ramón Carande, el magistrado don Antonio Hoyuela, el médico liberal y sabio humanista José Villar Caso, don Faustino Gutiérrez Alviz... Todos coincidían al final de la mañana y allí estaba yo haciendo como el que ojeaba libros y escuchando sus conversaciones, impregnándome.
-Volvamos al socialismo.
-En tercero de carrera formé parte de un grupo que nos pusimos a estudiar la historia de España y del pensamiento socialista. En el 67 nos incorporamos colectivamente al Partido Socialista del Interior, el de Tierno Galván, porque pensábamos que el PSOE era muy socialdemócrata, anticomunista y tenía la dirección fuera de España. No ingresé en el PSOE hasta 1972, cuando Felipe González tomó las riendas del partido y, por tanto, la dirección regresó a España.
-¿Cómo se lo tomó Tierno Galván?
-Fui a Madrid a decirle que pensaba que ya no tenía sentido la división del socialismo español. Don Enrique, que fue una de las personas más malvadas que me he encontrado en mi vida, intentó convencerme de que el PSOE estaba infiltrado por la CIA. Después se dedicó a decir que yo me había ido al PSOE porque le habían buscado un puesto de trabajo a mi mujer. Tierno Galván presumía de que hablaba alemán, inglés, francés... Cuando estuve en Italia haciendo mi tesis, me enteré por Gino Giugni, el padre del estatuto de los trabajadores italianos, de que sólo hablaba español. Se me cayeron los palos del sombrajo. Tierno Galván era una gran farsa, una gran máscara.
-Demos un salto. Javier Pérez Royo dijo en estas páginas que el 28-F fue el momento político más apasionante que ha vivido. ¿Comparte esta percepción?
-También el 4 de diciembre de 1977, el día de las manifestaciones por la autonomía. El 28 de Febrero es la única batalla en la historia de España que el pueblo le ha ganado al poder dominante. La única.
-¿Y cómo ve ahora las autonomías?
-Eso es para escribir un libro. El estado de las autonomías es el modelo a consolidar, para lo que es necesaria una adecuación de la Constitución. Eso sí, se debería podar el ejercicio del poder autonómico, el aparato administrativo, la hiperlegislación. En Andalucía y en todas partes hay muchas leyes que no sirven para nada, que son meras proclamas, meros ejercicios propagandísticos. También ha habido un exceso de lo que llamo fronterización, de poner lindes entre los poderes institucionales en España.
-¿Demasiada presencia institucional de las autonomías?
-Sí, también hay un exceso de aparato y protocolo. Me acuerdo de que, en los años ochenta, se creó la Asamblea de Regiones de Europa y todos los presidentes íbamos juntos a los mismos hoteles, a los mismos restaurantes, en los mismos autobuses... Todos menos uno, Jordi Pujol, que iba con sus tres coches. Un presidentes francés me preguntó que si Pujol se creía el petit roi d'Espagne (el pequeño rey de España)... En general, ha habido una tendencia a hipertrofiar la representación autonómica.
-Ha comentado que muchas leyes son meras proclamas. ¿Me puede poner algún ejemplo?
-La Ley de Salud Pública de Andalucía tiene 106 artículos, pero hay que llegar al artículo 98 para encontrar alguna disposición con fuerza normativa. Todos los anteriores son meramente declarativos. El mismo problema se detecta en la Ley Reguladora del Derecho a la Vivienda en Andalucía, que de sus 24 artículos sólo dos tienen efecto normativo... La Ley de la Dehesa... En fin. Como le dijo don Quijote a Sancho cuando le concedió la ínsula Barataria: "Sancho, hijo, leyes pocas y que se cumplan". Esta frase la menciona mucho Felipe González, que sigue siendo uno de mis héroes.
-¿Qué es lo que salva de su época como presidente de la Junta?
-El que realizamos un buen trabajo de campo y tomamos las decisiones en contacto con la gente. La política no es mandar, es buscar las soluciones a los problemas de los demás. Hay mucha gente que piensa que la política es el estatus del mando y la conspiración para la conservación del estatus del mando.
-Precisamente usted fue víctima de una conspiración, urdida y dirigida por Alfonso Guerra, que lo defenestró políticamente. El profesor Alfonso Lazo ha mostrado también en estas páginas su arrepentimiento por haber participado en aquella maniobra.
-Siempre he vivido estas cosas siendo consciente de que hay unas reglas del juego. Yo también jugué e intenté contrarrestar las maniobras de Guerra. Estuve a punto de darle la vuelta a la tortilla, pero al final las presiones fueron demasiado grandes. Eso sí, he intentado no sobrepasar nunca los límites de la indignidad. De Ramón Toledano aprendí que la política es como los toros, con tardes buenas, malas y regulares, pero que nunca hay que perder la cara al bicho ni descomponer la figura. Alfonso Lazo es historiador y siempre he dicho que la historia la acaban escribiendo los historiadores.
-¿Ha vuelto a hablar con Guerra después de aquello?
-Algunas veces, pero no de este asunto.
-¿Ha leído sus memorias?
-Desconfío de los memoriógrafos. La gente tiende a escribir memorias retratándose como un genio. ¿Cómo va a ser uno capaz de decir que hizo el ridículo en alguna ocasión? ¿Cómo decir que fue mezquino?
-Un veterano del socialismo sevillano comentaba el otro día en privado que no se reconocía en el PSOE actual. ¿Qué opinión le merecen figuras como Griñán o Susana Díaz?
-El PSOE, evidentemente, sufre una crisis de alternativas. El socialismo marxiano se ha acabado y nos hemos quedado sin libro. No tenemos discurso. En la política española, en general, estamos en un momento bajo en cuanto a liderazgos. No hay políticos parangonables a Felipe González o Suárez. No hay políticos con carácter, claridad de ideas, decisión, arrojo, propuestas, aceptación de quemarse en la búsqueda de unos objetivos... Los políticos actuales son mucho más coyunturalistas y sólo piensan en lo inmediato. Esto es aplicable al PSOE tanto en España como en Andalucía. Como le ocurre a muchos católicos con la Iglesia, yo soy del PSOE pero no estoy de acuerdo con la jerarquía. Hay que buscar gente de mediana edad. En política, como en los toros, la gente de mi generación está sólo para doce o trece corridas y ya no puede estar a la cabeza del escalafón.
-Muchos socialistas de la vieja guardia señalan a Zapatero como el inicio de todos los males.
-Zapatero tenía interiorizados casi biológicamente una serie de criterios y principios socialistas, pero en el actuar cotidiano se dejaba llevar por el impacto y el efecto inmediato de la medida. Su acción de gobierno fue más propia del radicalismo republicano italiano que de un partido socialdemócrata con visión a medio plazo. Hay mucha gente que, cuando llega al puesto de mando, cree que todo lo anterior no sirve, que tiende a borrar lo que algunos llaman el viejo testamento. El nuevo testamento sólo se puede construir sobre el viejo testamento. No se puede ser Adán y ahora hay mucha gente adanista.
-¿Es el PSC el gran mal del socialismo español?
-En su afán por tocar pelo en el poder regional de Cataluña, el PSC ha aceptado de forma incondicional el modelo nacionalista ideado por la pequeña y la gran burguesía catalana para mandar en este territorio. El proceso lo inició Maragall y lo continuó Montilla. Estuve en Cataluña durante la campaña autonómica acompañando a Pere Navarro y pienso que con él y su equipo hay una posibilidad. Al final, coincido con Ortega y Gasset: el problema catalán se puede conllevar, pero no hay soluciones definitivas.
-Intentó ser alcalde de Sevilla y no lo consiguió. Finalmente, tras unas primarias, Alfredo Sánchez Monteseirín se hizo con la candidatura socialista. ¿Qué valoración le merecen sus 12 años de mandato?
-La gestión de los ayuntamientos presididos por Alfredo ha sido muy positiva para Sevilla. Distinta es su falta de conexión con la gente y con los medios de comunicación, algo de lo que no hay que responsabilizar tanto a Alfredo como a algunos de sus colaboradores.
-¿Le gustan las 'setas'?
-Si yo hubiera sido alcalde de Sevilla seguramente no hubiese escogido ese proyecto. Aun así, me parece que las setas están dinamizando esa zona.
-¿Y la Sevilla de Zoido?
-Al Ayuntamiento le falta un programa global para la ciudad. Hay unos cuantos eslóganes pero falta saber cuál es el horizonte que se marca para Sevilla. Puede que lo tengan, pero lo desconozco. Quiero ser respetuoso con la gente que está en la acción de gobierno.
-En el año 2000 dejó la política activa. ¿A qué se dedica ahora?
-Sigo con mis clases y me jubilaré en septiembre. Con motivo de los últimos congresos federal y regional he vuelto a la bulla política. Creía y creo que Rubalcaba era y es la mejor alternativa para este momento histórico, lo cual no significa que estime que deba continuar, porque hay que ceder el paso a una nueva generación asesorada por un consejo de ancianos, como en las tribus indias. He creado, junto a otros compañeros veteranos, el Centro de Estudios de Documentación e Información Social de Andalucía y estamos preparando un programa de actividades para el curso próximo. También estoy ordenando mi archivo personal, con unos 50.000 documentos. Me dedicaré a escribir, a pensar y a ayudar a pensar. Me divierto, cada día que me levanto me divierto. Pienso que, como actitud vital, hay que mirar al futuro en vez de al pasado.
-¿Sigue saliendo en el Calvario?
-Llevo tres años sin salir, pero creo que la próxima Semana Santa volveré.
-¿Y el Betis?
-Hasta las trancas. Soy patrono de la Fundación y desde 2006 he estado metido en toda la movida regeneracionista y antiloperiana. Guerra se cabreaba porque Manolo Chaves y yo íbamos juntos al Betis los domingos. Pensaba que no era una afición de socialistas.
Un marxiano entre Lukács y el jamón de Huelva
José Rodríguez de la Borbolla pertenece al minoritario club de los socialistas que le caen bien a la derecha. Él achaca esta circunstancia a su manera de estar en el mundo y a que nunca ha renegado de sus orígenes sociales. Sin embargo, y pese a sus 64 años, sigue manteniendo su estilo y convicciones de 'progre sesentero', y la biblioteca de su despacho rebosa de autores "marxianos", como a él le gusta decir: Rosa de Luxemburgo, Gramsci, Lukács, Althusser... Como contrapunto a estos tochos de lomo gastado, en las paredes del mismo despacho cuelgan fotos del Cristo del Calvario, del Betis, de Curro Romero o del jamón de Huelva. No hay duda de que es un hombre de lealtades inquebrantables y de que sabe llevar lo que para otros serían contradicciones con elegancia y sentido del humor. Su conversación y trato es amigable, casi de barra de bar, y salpica sus argumentos con referencias librescas y cinematográficas. Habla muy despacio, masticando las palabras, destripando cada argumento, usando indistintamente tacos de toda la vida y conceptos de "don Carlos Marx". En los últimos tiempos gasta un look 'gafapasta' y camisa vaquera que lo rejuvenece. Nadie diría que fue presidente de la Junta de Andalucía. Eso le honra.
"La gente de mi generación ya no puede estar a la cabeza del...
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