Tengo un poquito de mi familia anclada en pleno corazón de Marruecos. Allí, en Rabat, la capital, el aire sabe a Cádiz fresco y el fútbol se cuela por las callejuelas de la medina entre las piernas morenas de los chiquillos, aunque más abajo, en la playa, se ven esos partidos de pies descalzos que sólo he visto en la Victoria.
También caminando por Rabat me vi de frente a la afición del Raja Casablanca, verdiblanca ella, que iba a enfrentarse a uno de los clubes capitalinos. Con el idioma del fútbol regalé a unos chicos una bandera del centenario que aceptaron divertidos y extrañados. Al día siguiente ya tenía en mi maleta una camiseta del Raja y dos bufandas, una que suelo llevar a los partidos del Betis y otra que regalé a quien tiene el museo más bonito del Betis en las entrañas de su casa, el gran Sede.
¿A qué viene todo esto? Pues que de nuevo tengo un pequeño tesoro que viene de la tierra del otro lado del mar, como diría Azur en esa preciosa película (Azur y Asmar) que mis hijos no paran de ver una y otra vez. El tesoro en forma de imagen me llega del consulado español en Rabat, donde alguien a quien quiero tiene su trabajo y sus compañeros decidieron celebrar su cumpleaños con una tarta. Y fueron a encargarla a una pastelería de la ciudad, y pidieron que si podían hacerles una tarta del Betis. Así sin más, y así, sin más, los pasteleros ni se inmutaron, como si les hubieran pedido un cuerno de gacela (delicioso pastel típico de Marruecos).
Y la tarta se hizo, y más de un compañero se emocionó, además de la cumpleañera, al ver el escudo del Betis en una camiseta tan dulce. Y es que el Betis, además de lo que significa, es un poquito de todos los que se han tenido que ir y que, al recordar nuestra tierra, saltan con la imaginación por las calles de Heliópolis a través de las trece barras.
Gracias por compartir la foto, la vida y un rinconcito del Betis en pleno corazón del país vecino y saludos a todos los compatriotas que están lejos de nuestra tierra. Felicidades Helena.
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También caminando por Rabat me vi de frente a la afición del Raja Casablanca, verdiblanca ella, que iba a enfrentarse a uno de los clubes capitalinos. Con el idioma del fútbol regalé a unos chicos una bandera del centenario que aceptaron divertidos y extrañados. Al día siguiente ya tenía en mi maleta una camiseta del Raja y dos bufandas, una que suelo llevar a los partidos del Betis y otra que regalé a quien tiene el museo más bonito del Betis en las entrañas de su casa, el gran Sede.
¿A qué viene todo esto? Pues que de nuevo tengo un pequeño tesoro que viene de la tierra del otro lado del mar, como diría Azur en esa preciosa película (Azur y Asmar) que mis hijos no paran de ver una y otra vez. El tesoro en forma de imagen me llega del consulado español en Rabat, donde alguien a quien quiero tiene su trabajo y sus compañeros decidieron celebrar su cumpleaños con una tarta. Y fueron a encargarla a una pastelería de la ciudad, y pidieron que si podían hacerles una tarta del Betis. Así sin más, y así, sin más, los pasteleros ni se inmutaron, como si les hubieran pedido un cuerno de gacela (delicioso pastel típico de Marruecos).
Y la tarta se hizo, y más de un compañero se emocionó, además de la cumpleañera, al ver el escudo del Betis en una camiseta tan dulce. Y es que el Betis, además de lo que significa, es un poquito de todos los que se han tenido que ir y que, al recordar nuestra tierra, saltan con la imaginación por las calles de Heliópolis a través de las trece barras.
Gracias por compartir la foto, la vida y un rinconcito del Betis en pleno corazón del país vecino y saludos a todos los compatriotas que están lejos de nuestra tierra. Felicidades Helena.
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