La avanzadilla de la enésima revolución verdiblanca, de momento, ha surtido efecto. Frente al Atlético, el Betis no sólo dio la cara, sino que mereció la victoria, que únicamente se le escapó porque el árbitro concedió a los colchoneros un gol que si no era ilegal por fuera de juego sí que lo fue por una clarísima mano justo antes de que Savic batiese a Adán.
Aunque, a estas alturas, pensar que un árbitro sea imparcial con la escuadra de las trece barras resulta casi utópico. Ellos no son los culpables del fracaso de esta temporada, pero sí que han sido, en mayor o menor medida, cómplices de él.
Porque los principales artífices de esta campaña para olvidar siguen en el Villamarín. Por ejemplo, la plantilla, que a la espera de un verano que, una vez más, resultará muy movido por La Palmera tuvo el detalle de dar la cara en el último partido en casa.
Con la llegada de Alexis al banquillo, los futbolistas dejaron a un lado su indolencia y rescataron una intensidad que hacía mucho que no se veía, girando todos en torno a un Ceballos que debe ser pieza clave del próximo proyecto. Así sí se le puede plantar cara a cualquiera, incluso a un rival que se ha convertido en un auténtico gigante continental en los últimos años.
Pero, desgraciadamente, esa versión bética, con raza y amor propio, ha brillado por su ausencia esta temporada. Principalmente, por la tardanza a la hora de tomar decisiones de quienes dirigen sus destinos. De hecho, lo visto frente al Atlético confirmó que fue un error confiar tantísimo en Víctor Sánchez del Amo, cuyo efecto como revulsivo apenas tuvo duración. Quizás con Alexis pudiese pasar lo mismo, aunque el canario no tendrá más tiempo para que se le compliquen las cosas... a menos que los acontecimientos dictaminen lo contrario.
No en vano, hay demasiadas cosas en el aire. Con una junta extraordinaria apareciendo ya en el horizonte y la desazón que han provocado en la afición estos últimos meses, cualquiera sabe qué podrá pasar a nivel institucional.
Rafael Salas promete un proyecto serio y ambicioso al que empiezan a aparecer vinculados nombres de tanto pedigrí futbolístico como Claudio Ranieri o Laurent Blanc. Por su parte, Ángel Haro y José Miguel López Catalán se aferran al palco prometiendo tiempos mejores, apoyados en un mito como Lorenzo Serra Ferrer y una inquebrantable confianza en un Miguel Torrecilla que se está moviendo rápido en busca de fichajes (Sergio León) y de técnico (Quique Setién es el mejor colocado).
Todo pendiendo de un hilo hasta que casi eche a andar la próxima pretemporada, en la que el beticismo volverá a soñar con volver a las alturas, esperando que por fin aparezca esa estabilidad que tantísimo se ha buscado y nunca ha aparecido. Este año se iba a dar por fin el estirón y, al final, hasta se ha acabado menguando. Se ha querido abarcar demasiado y, como algunos temían, los brazos no han dado para tanto.
Sólo queda esperar que el futuro sea diferente. Que lo visto frente al Atlético, con independencia de quien entrene o se siente en el palco, sea lo normal, que no haya que esperar a momentos puntuales para ver a los futbolistas corriendo y peleando sobre el césped. De lo otro, la grada ya está harta, como de promesas que acaban siempre en papel mojado. Quiere hechos y no como eslogan, sino a modo de puntos y resultados. Desea que su equipo dé la cara siempre y no para intentar intentar endulzar el adiós a una temporada que ha sido para olvidar por su sabor amargo.
J. Julián Fernández
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