JonasLa directiva, el cuerpo técnico y la plantilla pueden decir lo que quieran, pero eso de que el Betis va a asaltar las diez primeras plazas de la tabla cada vez resulta menos creíble. De hecho, ni haciendo todo un ejercicio de fe se puede pensar que ese objetivo esté al alcance de este equipo que es incapaz de ganar dos partidos seguidos.

De hecho, ni siquiera la inercia positiva que generó la victoria frente al Málaga, con remontada incluida fuera de casa, fue capaz de llevar en volandas a los verdiblancos hacia un nuevo triunfo, esta vez ante la Real Sociedad, que les permitiese mirar a la mitad alta de la tabla. Porque aunque merecieron un mejor resultado contra los donostiarras, volvieron a aparecer en escena esos errores que tantísimo penalizan en Primera.

Así, no faltó esa eterna temblera defensiva que hace que ni cinco efectivos sean suficientes para evitar que cada llegada rival se traduzca en un gol en contra. Tampoco esa falta de puntería que obliga al conjunto heliopolitano a tener que crear demasiadas ocasiones para perforar la meta contraria en menos ocasiones de lo deseado.

Incluso, y para que no faltase nada, el míster falló en los cambios, dando entrada a Joaquín por Petros, lo que motivó que se multiplicasen los futbolistas fuera de sitio justo cuando se peleaba por dejar los tres puntos en casa. Y ya si a eso se le une la postrera entrada de Donk cuando se supone que se iba a por el empate... apaga y vámonos.

Pero lo más triste de todo es que, pase lo que pase, desde el club nunca se cambia el discurso. Víctor Sánchez del Amo prefiere quedarse con las sensaciones en lugar de hacerlo con los resultados, lo que le lleva a seguir pidiendo paciencia a la grada. Da igual que apenas quede un tercio de Liga y el objetivo esté lejísimos. Mejor vender optimismo, aunque sea impostado y sin argumentos a los que agarrarse.

Una tendencia que también se mantiene en la plantilla, donde Brasanac, a estas alturas de Liga, continúa diciendo que la situación se arregla ganando dos partidos seguidos. Lástima que hasta eso se le resista a un Betis que, pese a su sueño de dar por fin el estirón, lleva justo un año sin dar dos alegrías seguidas a su afición.

Mientras, la realidad vuelve a aplazar una temporada más la posibilidad de vivir tiempos mejores en Heliópolis, donde las revoluciones se siguen quedando en continuos cambios en los nombres, pero no en los resultados que obtiene este equipo que es incapaz de salir de la mediocridad. Este curso toca más de lo mismo y sin visos de que las cosas puedan cambiar a corto plazo.

Desde el palco, las oficinas y el vestuario no van a cejar en su empeño de 'maquillar' la realidad con continuas excusas cuya credibilidad brilla por su ausencia. Cada vez quedan menos 'fieles' dispuestos a pensar que el retorno a las alturas está al alcance de este Betis sin continuidad. Han pasado ya demasiadas jornadas y está visto y comprobado que no hay manera.