Betis - ValenciaEl Betis tiene mejor cara, pero sigue siendo incapaz de provocar una sonrisa de oreja a oreja en su afición. Por fin, el equipo ha dejado a un lado sus sempiternas concesiones defensivas, mostrándose mucho más compacto y aguerrido.

Igualmente, su juego ha ganado en fluidez, gracias a un tándem Pardo-Ceballos que ha aumentado muchísimo la competitividad del bloque al que adiestra Víctor Sánchez del Amo.

Aunque, como nunca hay felicidad completa, los verdiblancos se han quedado sin pólvora arriba. Pese a generar ocasiones, a la escuadra de las trece barras le cuesta un mundo hacer un gol, lo que complica en exceso la posibilidad de ganar partidos, justo lo que necesita este conjunto para pensar en algo más que una permanencia holgada.

La 'Rubendependencia' causa estragos, sobre todo porque nadie es capaz de recoger el testigo del canario, a quien pese no estar siempre se le espera. Se sabe poner cerco al área rival, pero falta acierto en el momento decisivo, esa puntería que tan importante y cara es en el fútbol y que tanto brilla por su ausencia en Heliópolis.

Solo un detalle separa al Betis de poder pensar de verdad en esas diez primeras posiciones con las que lleva soñando desde verano. Lo malo es que se trata del más importante de todos, ese que marca diferencias entre la gloria y el fracaso; el que podría cambiar el rumbo de la temporada, haciendo que dejase de ser otra más para olvidar y convertirla en la de ese tan cacareado estirón que siempre se promete y nunca llega.

Todo lo demás funciona. Se han pulido errores, el equipo saca los dientes y lucha cada balón como si fuese el último. Se ha ganado por derecho propio ser merecedor de ese 'Manquepierda' que afortunadamente no hay que usar en casa, pero al que todavía no llega lejos de ella. Las sensaciones no tienen nada que ver con las que provocaba aquel bloque al que entre miedos y excusas entrenaba Poyet.

Pero aún no da para soñar con estar de la mitad de la tabla hacia arriba. Pese a los pasos adelante que se han dado, aún no se ha echado a andar por completo. Y el tiempo continúa avanzando, reduciendo a cada jornada que pasa el margen de error a la mínima expresión. Está claro que, salvo sorpresa, no se va a sufrir, aunque también empieza a estarlo que habrá que esperar otro año más para regresar a las alturas.

Quedan 17 jornadas para darle otra vuelta más a la tortilla, aunque todo pasa por convencer cuanto antes a la pelotita para que entre en la portería rival. Argumentos no le faltan a este Betis para conseguirlo, ni tampoco insistencia a la hora de tentar a la suerte. Pero todavía no resulta suficiente para convertir la mejoría que han propiciado Víctor y los fichajes invernales en una auténtica resurrección.