Betis-BarcelonaEl Betis siempre aparece cuando menos se le espera. Así lo hizo frente a un Barcelona que amenazaba con endosarle una goleada y que, al final, salió de Heliópolis calificando como extraordinario el punto que pudo salvar en el último suspiro.

Porque más allá del clamoroso error arbitral que llevó a Hernández Hernández a privar a los azulgranas de un gol más terrenal que fantasma, la escuadra de las trece barras mereció con creces la victoria ante uno de los equipos más potentes del mundo, al que maniató y tuvo contra las cuerdas durante casi todo el partido.

Y es que por más que de Despeñaperros para arriba se que queden sólo con la polémica arbitral, en Heliópolis se vio a la mejor versión verdiblanca de la temporada, con un Ceballos imperial, capaz de eclipsar a Messi y que ha encontrado en Rubén Pardo a su mejor socio. Gracias a ellos, el equipo se dejó los complejos en el vestuario, sacó a relucir el amor propio y se agigantó sobre el césped, dando por fin ese paso adelante que tanto demandaba su afición.

Tanto es así que fue el área visitante la que acaparó un mayor protagonismo, con ocasiones de todos los colores. El larguero evitó el gol de Ceballos y el poste otro de un Rubén Castro que, ya en la recta final, no supo sentenciar la contienda. Entre tanto, Mandi, Pezzella y el debutante Tosca mantenían a raya a la 'MSN', al tiempo que Piccini y Durmisi se convertían en auténticos estiletes por las bandas.

En definitiva, un auténtico baño al Barcelona que debió traducirse en más tantos a favor que el de Álex Alegría y un botín mucho mayor que un empate que horas antes cualquiera firmaría encantado, pero que cuando el árbitro pitó el final supo a muy poco. No en vano, se rozó el triunfo con la punta de los dedos, se hicieron méritos para ello y, lo que es más importante, al fin todo el mundo creyó en Heliópolis que los buenos tiempos no quedaban tan lejos como parecía.

Sin excusas a las que querer abrazarse, el Betis demostró con hechos que quiere mirar de nuevo hacia las alturas, buscando dejar atrás una primera vuelta donde las promesas iban por un lado y las realidades por otro. Esta vez, la segunda vuelta empezó para el equipo en la misma jornada que para el resto, desechando la posibilidad de acudir como invitado de excepción a una nueva fiesta rival. En esta ocasión, buscó ser protagonista en la suya propia.

Y a punto estuvo de conseguirlo, enseñando los dientes como nunca y exhibiendo un juego que de tener continuidad podría cambiarle por completo la cara a la temporada. Se ha encontrado el camino y, sobre todo, la forma idónea para recorrerlo. Sólo queda seguir llevando la teoría a la práctica.

Empezando por la visita a Riazor, donde se debe romper de una vez por todas el gafe que persigue a los de Víctor a domicilio. Una nueva barrera que habrá que derribar antes de disparar de nuevo una ilusión que parecía perdida y que tanto afición como equipo están deseando volver a tener como compañera de viaje. Aunque para convencerla será obligatorio seguir haciendo méritos, confirmando con hechos que lo visto frente al Barça no fue un oasis en mitad del desierto.