Porque ni el hecho de haber encadenado dos victorias consecutivas que devolvieron la tranquilidad que faltaba, ni que la derrota del Eibar colocase en bandeja la posibilidad de colocarse entre los ocho primeros, ni la lección aprendida de que sólo se puede ser competitivo sin mostrar fisuras durante los 90 minutos sirvieron para que los verdiblancos dieran la talla en tierras vizcaínas. Allí, regalaron la primera parte a un Athletic que poco tuvo que hacer para sentenciar antes del descanso. Tras él, la tímida reacción heliopolitana ni siquiera sirvió para ‘maquillar’ una actuación para olvidar.
En definitiva, un baño de realidad para todos aquellos optimistas que pensaban en un Betis de altos vuelos. Quizás si las cosas se hubiesen hecho de otra manera desde el principio habría sido posible, pero con lo que hay y lo que se ha podido construir hasta el momento, poco más se puede pedir. Hay veces que ni el necesario discurso de la autoexigencia puede enmascarar una realidad que frente al Athletic se pudo ver bien clara: este equipo está capacitado para la salvación y poco más.
Una situación que obliga a certificarla matemáticamente cuanto antes, buscando esos seis u ocho puntos que faltan para que la competición dicte sentencia. Después, será el momento de buscar refuerzos, tanto para el campo como para el banquillo, que permitan dar un salto de calidad a esta escuadra de las trece barras que ha cumplido en su regreso a la elite, pero que por historia y masa social debería empezar a mirar cuanto antes a una zona noble de la tabla para cuyo asalto aún no está preparada.
No en vano, el petardazo protagonizado por los hombres de Merino en San Mamés sirvió para desengañar a quienes habían pisado el acelerador de las ilusiones. Todavía queda muchísimo camino por andar hasta colocar a este club donde se merece. De momento, y salvo debacle, se va a cumplir con la primera parte del plan: lograr la salvación sin sufrimiento. Para todo lo demás, habrá que seguir esperando, aunque la paciencia suela brillar por su ausencia en suelo verdiblanco, sobre todo cuando se mira a un palco que suele hablar de proyecto cuando quiere enmascarar sus continuos bandazos.
Mientras tanto, no cabe otro objetivo que acabar la temporada dignamente en las nueve jornadas que quedan, cumpliendo sobre el césped en cada partido y buscando con ello equilibrar mínimamente la balanza de pagos con una afición a la que todavía se le deben demasiadas alegrías. Para mirar más allá de eso, habrá que dejar pasar el tiempo y cruzar los dedos para que, de una vez por todas, por fin se acierte y no se abandone la vereda de un futuro esplendoroso que lleva años prometiéndose, pero que, a día de hoy, se resiste a convertirse en realidad.