El Betis se vio superado de principio a fin por un Athletic de Bilbao más intenso y mejor puesto sobre el terreno de juego. Ni cuando el resultado todavía estaba en el aire, algo que dejó de suceder con el 2-0 de Mikel Rico, ni tampoco cuando el encuentro estaba resuelto en la segunda parte, los verdiblancos ofrecieron la sensación de poder poner en aprietos a los de Valverde.
Sólo había encajado una derrota hasta ahora el Betis con Juan Merino. En aquella ocasión, contra la Real Sociedad, el equipo sí reaccionó en la segunda mitad y ofreció una versión distinta a la de los primeros 45 minutos. Otra vez en tierras vascas cayeron los verdiblancos, aunque esta vez de forma más contundente y sin esa mejoría tras el descanso.
El principal problema para el Betis en el nuevo San Mamés fue superar la presión del cuadro local. En parte mérito del Athletic, pero también demérito bético. Era un mundo para el equipo salir de su propio campo y cuando lo hacía le duraba muy poco la pelota. Incluso cuando recuperaba el balón, lo hacía muy lejos de la portería de Iraizoz y así resultaba muy complicado.
Esa fue la constante de la primera parte, hasta que los goles, también con fallos individuales de Pezzella en el primero y el tirar tarde la línea de fuera de juego en el segundo, finiquitaron la cita. Y eso que con 0-0 la mejor y única oportunidad la tuvo en sus botas Rubén Castro.
Esta vez el planteamiento de Merino no dio sus frutos. Dos delanteros aislados arriba con un mediocampo que no les abastecía. No es ningún descubrimiento las virtudes de la pareja N'Diaye-Petros en la resta, como tampoco las enormes dificultades en la creación de esta dupla. Eso, unido a que el Betis tampoco salía por los laterales, le complicó la vida.
El equipo echó de menos a Vargas. No sólo por lo determinante que es en las últimas jornadas en el balón parado, con los goles y centros, sino porque es otra vía para sacar el balón con su pierna izquierda por la banda. Otra vía es la de Montoya en la derecha, pero en Bilbao el catalán actuó en la izquierda y ahí le cuesta más.
La dificultad para romper la presión rival, fallos individuales atrás y la poca chispa de los jugadores llamados a desequilibrar -Joaquín, Musonda y Molina- fueron claves para entender el resultado. Eso y la mayor intensidad que pusieron los locales, ayudados también por su condición física.
Con todo, pese a los errores de Merino en Bilbao y al bajo rendimiento del Betis en la cita, no conviene perder la perspectiva del trabajo del linense en el banquillo bético, donde sigue pesando más lo positivo que lo negativo. Le toca a los verdiblancos levantarse pronto, encarar como de si una final se tratase la cita del Málaga y hacerse con el triunfo antes del parón, ya que luego tocará una plaza más difícil aún como la del Vicente Calderón.