Es algo que le ha pasado desde siempre, pero que se olvida a las primeras de cambio. Sin embargo, sus efectos siempre se hacen presentes en el equipo, que no consigue dar una a derechas cuando la mayoría espera que se exhiba sobre el césped.
Es lo que pasó ante el Espanyol, en un partido donde los verdiblancos jamás dieron la talla. Partidos por la mitad, sin ideas y con un rival bien plantado sobre el césped, los heliopolitanos jamás se parecieron al equipo de la segunda parte en El Molinón o al que se paseó en Vallecas. No hubo ni rastro de la contundencia de la zaga, ni de esa medular que por medio de N'Diaye y Petros oxigenaba el juego para que arriba funcionasen inventos como poner a Joaquín de segundo punta, por detrás de un Rubén Castro que metía goles casi sin querer.
Sin embargo, esta vez todo eso desapareció por completo. El Betis fue un equipo vulgar y al que había que menear muy poco para que acabase derrumbándose. Con un Asensio que hizo honor a su condición de futuro crack del fútbol español, los periquitos se impusieron sin problemas a una escuadra de las trece barras a la que el parón, pese a permitirle recuperar efectivos, no le ha sentado tan bien como todo el mundo esperaba.
Y lo que es más preocupante, sigue sin despegar en casa, donde ya ha perdido ocho de los doce puntos que ha disputado. Le cuesta un mundo llevar la iniciativa, lo que mitiga el efecto que puede causar su afición, que continúa estando por encima de un equipo que, en cualquier caso, ni era tan extremadamente bueno hace dos semanas ni tan malísimo ahora.
Ni antes se iba a pelear por ir a la Champions ni a partir de este momento se está condenado al descenso. Hay que bajarla al suelo y situarse en el término medio, asumiendo que el equipo tiene un importante problema en el Villamarín, pero recordando también que hay mimbres de sobra para superarlo. Aunque, sobre todo, lo principal es ser consciente de que, sobre el césped, los halagos y el pasado no importan. Da igual lo que se haya hecho hasta ese momento, que si no se hacen las cosas mejor que el rival los tres puntos irán a parar al casillero del rival.
Porque, como decía Machado, sólo se hace camino al andar, algo que el Betis olvidó ante el Espanyol, donde no dio ningún paso adelante, aunque tampoco hacia atrás. Se sigue en una cómoda situación en la tabla, pero derrotas como ésta recuerdan que el exceso de azúcar no sólo provoca caries, sino también un descenso de la competitividad que no conduce precisamente hacia la permanencia.