Y todo ello, cuando apenas se llevan disputadas siete jornadas de Liga. Un tiempo que, por prudencia, resulta demasiado corto como para lanzar las campanas al vuelo, pero que sí deja bien a las claras que esta versión de la escuadra de las trece barras nada tiene que ver con la que se arrastró por la elite hace apenas un par de temporadas.
De hecho, ésta da la cara prácticamente siempre. A excepción del partido en el Bernabéu, siempre ha sido capaz de poner en aprietos a su rival, llevando la iniciativa y sabiendo guardarse las espaldas casi a la perfección mientras saca petróleo a cada gol que saca. Además, el equipo va creciendo partido a partido, mostrándose más compacto y dejando sin argumentos a todos aquellos que, por unas causas u otras, estaban como locos por criticar algo hecho por Macià.
Sin embargo, el devenir de la competición les va dejando sin argumentos. Piccini por fin se ha convertido en ese lateral de largo recorrido que aporta cosas tanto en ataque como en defensa. Petros ya ha encontrado el norte y da equilibrio a la medular. Joaquín sigue teniendo verticalidad y desborde. Vargas exhibe oficio por la banda izquierda. Y Westermann se ha convertido en el auténtico ‘Kaiser’ de la zaga. Ya no sólo contiene a los rivales y firma prácticamente partidos perfectos, sino que también se prodiga de cara a la portería contraria con golazos como el que hizo en Vallecas. Sin duda, quienes le daban por muerto no podían estar más equivocados.
Lo mismo pasa con los críticos de un N’Diaye que está de dulce, un Bruno al que apenas le ha costado cogerle el aire a la máxima categoría, un Adán que continúa parándolo casi todo y un Rubén Castro capaz de marcar sin siquiera proponérselo. Así las cosas, sólo faltan que los Ceballos, Van der Vaart, Van Wolfswinkel y Pezzella se sumen a la fiesta para que todo sea perfecto.
Tiempo y ejemplos tienen de sobra para hacerlo. Es más, como no espabilen lo van a tener complicado para jugar en un Betis sobrio, que no se complica y que, pese a no ser de los que más tiran a portería, tiene una pegada descomunal. En definitiva, el típico rival que nadie quiere cruzarse en su camino y que, a estas alturas, ya tiene el 25 por ciento de la permanencia en el bolsillo. No obstante, queda un mundo y no hay sitio para relajaciones.
Sobre todo después del golpe de autoridad que el equipo dio en Vallecas, con una victoria que permite que los verdiblancos afronten el parón liguero rebosantes de confianza, satisfechos porque todo va por el mejor camino posible y con una sonrisa de oreja a oreja que habrá que seguir luciendo sea como sea. Para ello, no cabe otra que mantener la misma línea. Porque se ve tanta luz que el túnel ya no parece para nada largo, pero hay que conseguir que nadie trastocar las distancias.