Ésa fue la frase que resumió el principio del cambio en el Betis. Hasta entonces, cualquier intento de presentar una acción de fuerza ante el paquete mayoritario era ponerse a los pies de una jauría bien entrenada en las juntas de accionistas donde, rodillo en mano, iban pocos béticos con esos papelitos del 92.

Allí estaban desde exjugadores del Betis a béticos veteranos, pero predominaban esos locos de las webs que gracias a internet empezaron a preguntarse cosas. Y esas respuestas venían en forma de amenazas de denuncias, de escarnio público, de prietas las filas en torno a una figura autoerigida en líder indiscutible del beticismo y cimentada por el cegamiento colectivo.

Aquella reunión donde todo empezó a cambiar de verdad se celebró en la clandestinidad con las celebraciones de fondo de algún partido que no recuerdo de liga europea del equipo de Nervión. Se habló, se conoció, se expresaron muchos pensamientos y de ellos salieron compromisos férreos, salió la fuerza para seguir estos años, muchos años, de continua lucha y cambio de ese sentimiento que le llaman Betis.

Ya estábamos marcados, ya éramos destructores de pleno derecho, ya llevábamos en nuestras pieles la señal que nos acompaña. Vinieron después muchas horas de incomprensión por muchos béticos que ahora todo lo comprenden, de muchas peñas que cerraban sus puertas a los problemas, de muchos hombres y mujeres que veían ese movimiento como algo raro, peligroso si cabe.

Trabajo y más trabajo unieron vidas de muchos béticos para un fin común, un Betis de los béticos.

De aquello, de todo eso, de tanto y tanto que se logró hoy podemos ver logros y pedazos. Logros que llevan a que esta tarde por primera vez desde las infames SAD nacieran para guarrear el fútbol moderno los béticos puedan alzar su voz unánime contra lo que no queremos. La grandísima mayoría va por un lado y la fuerza de unas acciones por otro. O no, esta vez los cuadros se descuelgan y se convierten en ladrillos de una voz.

Pero cuando digo los pedazos es que también hay, y muchos. Pedazos desperdigados de antiguas amistades, de ideas y de futuro, de pensamientos y logros, de aquello que nos vino muy grande o que, simplemente, nos desbordó. Conocí risas que ahora son miradas a lados opuestos, conocí fuerzas que ahora se han agotado, conocí ganas que ahora han desaparecido, incluso manos en el fuego que se han achicharrado. Eso también ha traído este movimiento, luces y sombras, pero que desembocan que, por primera vez, el Betis tenga en el menor de los accionistas béticos, un peso para decidir una balanza.

No sé, a pocas horas de la asamblea, cual será su resultado. Quiero con ganas que Haro y Catalán tengan la oportunidad de cambiar, de nuevo, al Betis. Son los béticos los que hemos sufrido años de intervención y, también, de desgobierno, de honrados que nos han salido ranas, de fallos de bulto enormes. Quiero que cojan a este Betis completamente nuevo y limpio tras años de deudas y de desatino y hagan algo bueno.

Pero miro atrás y tanta lucha ha dejado demasiados muertos.