Son muchas las cuestiones por la que no me gusta. La más importante es porque termina el día 31. Hay que esperar hasta esa fecha para saber si un equipo está entero o no. Uno y todos, porque no olvidemos que los movimientos son de todos. Si hemos empezado la temporada hace dos partidos resulta que todavía no se han conformado las plantillas. Entonces... ¿para qué sirve la pretemporada?
Los partidos que deben ser los que den la guía al entrenador sobre su futuro once se transforman en juicios sumarísimos a jugadores recién llegados. Un regate los encumbra, un gol los descalabra. Pero siguen siendo partidos con equipos de todas categorías, ninguno centrado, ninguno con un sistema definido.
Y los fichajes. Nunca entenderé que haya que cambiar al equipo al 100% para volver a pensar en cambiar el equipo al 100% a la temporada siguiente. A mí me gusta saber que un jugador que nos acompañó en segunda se reivindica para primera, no es una pieza a cambiar porque sí. Y me gusta que los jugadores, por sus propios méritos, permanezcan los años que sean en nuestras filas.
Pero no puedo opinar sobre qué es bueno o malo. Un jugador puede ser fantástico y cargárselo el míster, o al revés totalmente, un equipo puede ser mediocre en calidad pero muy competitivo en conjunto. Pueden encajar o desquebrajarse por el ego, o por la falta de motivación, o por la falta de oportunidades. Todo lo conforma un equipo y no sé por dónde se puede escapar o encumbrar una plantilla.
Por todo ello estoy contento, acabó la pretemporada, ahora será el devenir de la temporada el que ponga y quite razones, pero no para nuestros jugadores y técnicos, para ellos todos los partidos son importantes, deben regenerar esfuerzo, ilusión y ganas porque en las gradas las ganas están y se demuestran. Y la pretemporada sigue, es perpetua para los que llevan la dirección deportiva, deben buscar y buscar para que no pase de nuevo lo el último día a última hora, haya fax, mail o whatsaap.
Ojalá haya un año donde la mayoría de los béticos tengamos algo de confianza en el trabajo hecho y no tengamos, como cada año, que los melones por calar salgan apepinados.