No en vano, a Mel le dio un ataque de entrenador el día menos indicado. Reconvirtió a un diestro como Molinero en lateral izquierdo, intentando complicarle así las cosas a un Bale que jugaba a pierna cambiada. El problema es que el galés es muy bueno y la defensa heliopolitana demasiado frágil como para ponerse a inventar cosas que puedan multiplicar aún más sus desajustes. De hecho, sólo bastó que el rival lo intentase una vez para que se pusiese por delante.
En ello también influyó la falta de intensidad de un Betis que no supo dejar todos sus complejos en el vestuario. Asumía que iba a ser goleado y por ello lo único que hacía era recular en exceso, dándole muchísimos metros a un Real Madrid que necesita prácticamente nada para imponer su ley. Quizás por eso, al cuarto de hora se dio cuenta que no le hacía falta correr y redujo su ritmo un par de marchas, consciente de que podía pegarse un festín andando.
No obstante, habrá quien saque a relucir errores arbitrales como el de la falta de Molinero a Cristiano que derivó en el 2-0. Una acción que se puede sancionar o no a criterio del colegiado (y, en este sentido, sería absurdo negar que Hernández Hernández es muy malo), pero tampoco es menos cierto que la barrera estaba mal colocada, dejando demasiado ángulo abierto a un James que sólo tuvo que disparar recto y al palo contrario para firmar, eso sí, un auténtico golazo.
Es más, si es cuestión de ponerse puristas, el penalti a Jorge Molina no lo fue, algo que, en cualquier caso, ya tiene poca importancia porque Rubén Castro lo falló, igual que un mano a mano con Keylor Navas en el que se entretuvo demasiado. Y es que la suerte nunca te sonríe si no haces todo lo posible por tentarla y, a la vista está, a los verdiblancos se le olvidó hacer méritos para llamar su atención sobre el césped del Santiago Bernabéu.
Con todo ello, la escuadra de las trece barras perdió, como era previsible, pero con el agravante de no haber siquiera competido. Porque no es raro que el Real Madrid gane por 5-0, puesto que tiene equipo más que suficiente como para firmar ese resultado ante cualquiera. Lo verdaderamente grave es que, pese a saberse inferior, el conjunto heliopolitano no se dejase el alma sobre el césped, intentando estar a la altura de una afición que, pese a ser bastante menos numerosa que la del rival, llevó la voz cantante en Chamartín. Y todo eso sin que los de La Palmera se ganasen su apoyo.
Sea como fuere, no queda otra que pasar página y mirar hacia adelante. Ahora llega un parón liguero que debe servir para pulir las muchísimas carencias que hay en la plantilla y que, para qué engañarse, no podrán solucionarse en lo que resta del mercado de fichajes. Queda muy poco margen y ni Joaquín ni Adrián son defensas o centrocampistas. Incluso, hay que dar salida a demasiados jugadores con los que no se contaba desde hace meses, pero que todavía siguen en Heliópolis.
En definitiva, que la visita al Santiago Bernabéu sirvió para dejar al aire todas las vergüenzas de este nuevo proyecto que parecía haber encontrado el norte en las últimas semanas, pero que de nuevo anda absolutamente perdido. El único camino para hallar un mapa se resume en dos palabras: exigencia y trabajo. Dos premisas que a estas alturas no resultan aplicables a quienes puedan venir de fuera, sino a aquellos que, por suerte o por desgracia, visten ya de verdiblanco.