Y eso que, de momento, el nuevo proyecto heliopolitano no está haciendo méritos para ello. No tanto por los resultados, que pese a ser malísimos en verano se convierten en algo secundario durante el verano, sino, sobre todo, por cómo se están haciendo las cosas, a un ritmo y con unos discursos que recuerdan demasiado a tiempos que se querían olvidar definitivamente.
No en vano, pese a que se arrancó bien en el mercado de fichajes, siendo el equipo con más operaciones cerradas a las primeras de cambio, hace casi un mes que no hay novedades en un vestuario que cada vez que salta al césped deja bien claras sus carencias. Faltan retoques, como mínimo, en el centro de la defensa, el lateral izquierdo, los extremos y la delantera. El tiempo comienza a echarse encima y lejos de encontrarse soluciones el panorama continúa siendo el mismo.
Para colmo, empieza a desempolvarse la vieja cantinela de que “no hay dinero para las incorporaciones”, algo de lo que se debía ser consciente desde el inicio y para lo que se recurrió a Eduardo Macià y su dilatado currículum como buen ojeador.
Es más, entidades como el Eibar, sin ir más lejos, con un poderío económico bastante menor al verdiblanco, se están sabiendo mover a mayor velocidad y eficiencia, lo que confirma que no se trata tanto de un problema económico, sino de otro de carácter endémico que sacude a Heliópolis cada verano: que no se saben hacer bien las cosas.
Tanto como para estar reclamando velocidad para las bandas y haber dejado sin una oportunidad siquiera a hasta cinco futbolistas (Vadillo, Pacheco, Kadir, Agra e incluso Chuli) que, con independencia de su mayor o menor calidad, pueden desenvolverse pegados a la cal. Por no hablar de que darle minutos los colocaría en el escaparate y podría facilitar sus respectivas salidas, aspecto sobre el que también habría mucho que hablar.
El caso es que el debut ante el Villarreal se ve cada vez más cerca en el horizonte y sigue habiendo demasiado trabajo por hacer. De nuevo, empiezan a aparecer ante los micrófonos las excusas y se ponen parches antes de que salga la herida, rebajando ese ambicioso mensaje que hace prácticamente nada se pregonaba a voz en grito desde el palco. Quizás, porque se empieza a ser consciente de que, como de costumbre, la planificación se queda a años luz de una afición que lo da todo sin que le ofrezcan nada a cambio. Por fortuna, restan dos semanas por delante (casi un mes si nos fijamos sólo en el plazo para hacer fichajes) para arreglarlo. Un objetivo complicadísimo y que sólo estará al alcance si se aprietan los dientes tanto en el campo como en los despachos.