Betis-VitoriaNo me sirven demasiado las pretemporadas para hacer análisis ni extraer conclusiones claras con vistas a la temporada. Ni en el Betis ni en ningún equipo. No es la primera vez que extraordinarios resultados y sensaciones en verano acaban en auténticos fiascos en competición oficial y lo contrario. Pretemporadas horribles que desembocan en años de éxitos. Todo lo que ocurra ahora hay que ponerlo en cuarentena.

Llevado al extremo, el Betis tiene ejemplos muy llamativos. Nunca fueron esperanzadoras las pretemporadas de Lorenzo Serra Ferrer, en ninguna de sus dos etapas, y luego sus campañas fueron estupendas con el título de la Copa de Rey en 2005, final copera del 97 y varias clasificaciones europeas. Nada que ver con los partidos preparatorios del año de Griguol, conquista del Carranza incluido, donde los verdiblancos no apuntaban el posterior desenlace fatal del descenso a Segunda.

A veces se pierde la esencia incluso de la propia palabra pretemporada. No es otra cosa que la fase de preparación, de adaptación de jugadores nuevos al entrenador y al club. Son momentos para cargar las pilas con vistas a lo que realmente importa, cuando tengan valor los puntos. Ahí es donde se calibra el nivel de los equipos y la competitividad de las plantillas.

Antes de los partidos en tierras alemanas, el balance del Betis arroja dos derrotas, un empate y una victoria. Luego están las sensaciones de altibajos en los partidos -lógico esto último con tanto carrusel de cambios en los propios choques- y la impresión de que queda camino por recorrer y mejorar. Lo más llamativo, por la categoría del rival, fue el encuentro ante el San Roque y la manera de perder.

Las derrotas del Betis o las dudas que haya podido generar en el mes de julio no significan un descenso seguro, como tampoco significaría la clasificación para la Champions League si los de Mel ganan los partidos que tienen por delante y, por ejemplo, dejan una imagen muy positiva en su gira por Alemania.

El hecho de que no se puedan sacar conclusiones definitivas no implica que el mes de julio no haya dejado indicios. Por ejemplo que N'Diaye llega en un momento de forma desconocido respecto al curso pasado; que Digard, pese a estar lastrado por su lesión de codo, es un jugador de jerarquía en mediocampo; detalles de un Van der Vaart que quiere liderar el equipo; o dudas sobre las posiciones ideales de Tarek o Petros dentro del terreno de juego.

A nivel colectivo, los amistosos poco nuevo añaden que no se supiera a priori. Ya se conocía la necesidad de firmar futbolistas de banda y con desborde para que el Betis tenga alternativas en el juego. También la necesidad de traer un delantero para que otro año más no todo este fiado arriba a Rubén Castro y Jorge Molina. O también que, pese a la llegada de un Pezzella que apunta buenas maneras, la plantilla necesita apuntalarse atrás con algún refuerzo más y con el trabajo táctico que debe dar el paso de los entrenamientos veraniegos.

Las ganas de fútbol hace que desde el primer momento se quiera ver la mejor versión del Betis. Incluso desde la exigencia deben evitarse partidos como el disputado frente al San Roque de Juanito y no olvidar que, por muy amistoso que sea, se representa a una entidad del peso y el seguimiento social de la verdiblanca. Sin embargo, queda poco menos de un mes para que empiece la temporada y se pueda hacer un análisis real y con peso de un Betis al que, entre otras cosas, necesariamente le faltan jugadores por llegar en forma de fichajes y sesiones de entrenamiento por completar.