Todo a causa del ridículo que protagonizaron los de La Palmera durante su segundo amistoso de la pretemporada, frente a un San Roque de Lepe que, pese a llevar apenas unos días entrenando y competir en Segunda B, se dio un auténtico festín a costa de la escuadra de las trece barras.
De hecho, los pupilos de Pepe Mel pudieron volver de tierras onubenses con un resultado mucho más abultado en contra, pues su rival hizo méritos más que suficientes para ello. Con los heliopolitanos absolutamente ausentes, los aurinegros, motivados al máximo por el hecho de enfrentarse a un 'Primera', dominaron la contienda de principio a fin, demostrando que poco importan las diferencias de categoría cuando uno corre, pelea y se implica más que el otro.
Porque eso fue, en esencia, lo que le faltó al Betis en Lepe, amor propio. El equipo se vio tan superior al inicio que pensó que aquello sería un paseo. Sin embargo, el adversario dictaminó lo contrario, recordándole a Van der Vaart y compañía que en el fútbol nada se logra sin esfuerzo. Y mucho menos en La Palmera, donde cada éxito ha venido salpicado de grandes dosis de sufrimiento.
Cierto es que el equipo echó en falta velocidad por las bandas y que, de nuevo, aparecieron las mismas carencias del pasado, con una defensa que se tambaleaba al primer soplido y un centro del campo que exhibió un encefalograma plano. Detalles que podrían haberse maquillado a través de una mayor implicación, sobre todo ante un San Roque que, hombre por hombre, es claramente inferior al conjunto verdiblanco.
Pero como al Betis se le olvidó correr en Lepe, el resultado fue un partido de chiste con muy poca gracia, cuya trascendencia, por el hecho de ser un simple amistoso veraniego, no irá a más. Sin embargo, lo sucedido en el coliseo aurinegro debería ser tomado en cuenta como un importante toque de atención para la plantilla, que ya sabe de primera mano que cualquiera puede tumbarla si no suda la camiseta tanto o más que el de enfrente.
Un aviso a navegantes que ha llegado en el mejor momento posible, cuando no hay nada en juego más allá del orgullo. Dentro de un mes y poco, cada semana estarán en el aire tres puntos que habrá que ganar como sea para ahuyentar miedos y fantasmas, acercando una permanencia que jugando igual que en Lepe será inaccesible. No ha pasado nada, pero resulta obligatorio no repetir un ridículo como el de este amistoso de aquí en adelante, puesto que, por más mimbres que haya, si esto vuelve a suceder cuando la competición arranque, soñar resultará imposible.
Es el hastío de tener al mando a alguien no capacitado para esto, y que permitirá que el barco se hunda antes de hundirse él.
¿No tiene responsabilidad del ridículo?