Este Betis-Sporting de 2015, aún en la categoría de plata, trae a mi memoria otro encuentro entre ambos equipos, disputado hace ya casi dos décadas, en Primera División y con otros objetivos y valores en juego. El 31 de mayo de 1997, esa gran verdad que dice que los béticos somos en realidad de los dos equipos, del Betis y de cualquier otro que juegue contra el Sevilla, o que pueda perjudicarle, alcanzó, probablemente, su mayor cota de paroxismo.
Aquella noche de sábado, en la antepenúltima jornada de Liga, los aficionados verdiblancos disfrutaron de una victoria, cantaron un gol muy deseado e incluso despidieron al equipo vencedor con una vuelta olímpica para festejar un triunfo crucial. Pero los jugadores que salieron del césped ovacionados por la legión bética aquella noche no fueron los del Betis, que no se jugaba ya nada, con la cuarta plaza asegurada, sino los del equipo rival, los del Sporting de Gijón, que en ese partido luchaban por la permanencia en Primera División y que con su victoria mandaron a Segunda a... adivinan? Pues sí, claro, al Sevilla.
La temporada que el Betis estaba a punto de culminar era sobresaliente. Clasificado para la final de la Copa del Rey, que se disputaría unas semanas después contra el Barcelona en el Santiago Bernabéu, el equipo de Serra Ferrer había perdido ya sus opciones de alcanzar la segunda posición en Liga con un empate en la jornada anterior en Valencia, pero tenía la clasificación europea garantizada. Los jugadores béticos llegaban al partido contra el Sporting sin nada en juego, y con la cabeza puesta en la cita de Madrid.
Los aficionados béticos, en cambio, tenían muy clara la trascendencia del partido: si el Betis perdía, el Sporting se salvaba y mandaba al Sevilla a Segunda División. Y así recibieron a los jugadores asturianos. Cuando la megafonía cantó la alienación visitante, sus nombres fueron coreados como si de los propios se tratara: Ablanedo, Bango, Nikiforov, Cheryshev,.... Durante el partido, el público animaba los ataques gijoneses y pitaba cuando su equipo cruzaba la línea del centro del campo.
El gol de Cheryshev en el minuto 56 de partido desató la locura. El ruso recibió un gran pase en profundidad, salvó la salida de Jaro y marcó a puerta vacía. Los aficionados disfrutaban con la derrota de su equipo, que suponía el descenso del eterno rival. Al final del partido, los béticos ovacionaron al rival y les obligaron a dar una vuelta de honor. La afición verdiblanca simulaba así ser del Sporting de toda la vida. Surrealista, sí; pero con la lógica propia de la centenaria relación Betis-Sevilla.
Antes de terminar estas líneas hay que recordar, aunque sea con la boca chica, que la venganza sevillista llegó tres años después, en 2000, cuando nuestro eterno rival, otra vez descendido a Segunda, se dejó perder contra el Oviedo para que el Betis les acompañara la temporada siguiente en Segunda División.
Aquel partido de 1997 cimentó una magnífica relación entre la afición asturiana y la bética, que aún dura. Y ahora algunos aficionados verdiblancos se plantean la posibilidad de dejarse perder este domingo por ayudar a los sportinguistas en su empeño por alcanzar al Girona en la segunda plaza.
El caso es que, de por medio, no está esta vez la posibilidad de perjudicar al eterno rival, una de las escasas justificaciones para que un bético desee la derrota de su propio equipo. El Sporting cuenta a su favor para el partido del domingo con la relajación propia de un equipo que ya ha alcanzado sus objetivos, como demostró el Betis en Tenerife. Y quizás por ahí puedan albergar un atisbo de esperanza de lograr la victoria en el Villamarín. Pero me temo que ir más allá, en esta ocasión, no está justificado.
Ojalá, pase lo que pase el domingo, Betis y Sporting de Gijón se reencuentren pronto en Primera División, y que sea para siempre. Pero que no sea a costa de que nuestro equipo haga este domingo, en su último partido en Segunda, un ridículo más que injustificado.
@danielgilperez
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En el año 1985 el Betis, el Málaga, el Valladolid y el Hércules se jugaban la permanecia. Los pucelanos en el Pizjuán, los alicantinos en el Bernabéu y nosotros en Málaga.
Todos dependen de ellos mismos para salvarse. La victoria les da la permanencia.
El Hércules gana en Madrid, el Valladolid hace lo propio en Sevilla. Lástima que no haya imágenes porque sería muy ilustrativo verlas; recuerdo un gol pucelano en el que el delantero vallisoletano encaraba al último defensa palangana (San José) y éste "sospechosamente" cae al suelo para dar vía libre al rival. No recuerdo si fue una hormiga o una lombriz la que hizo caer al defensa, pero por supuesto que no se dejó caer queriendo.
"Sorprendentemente" el Hércules va ganando en Madrid, el Sevilla hace su trabajo (0-3) y esperan que el Málaga nos gane para mandarnos a segunda. De hecho empiezan marcando, pero Parra a la salida de un córner, empata y les jode el invento a los palanganas y es el Málaga el que se va a Segunda.
No, el Sevilla no se venga en el año 2000, somos nosotros los que nos vengamos en 1995 de los que nos hicieron en 1985, que es muy distinto.