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ID:	6575415La mayoría de béticos con los que me relaciono, incluido yo mismo, vivimos estas últimas semanas inmersos en un cóctel de sentimientos contradictorios respecto de nuestro equipo. En el apartado deportivo, se mezclan a partes iguales ilusión, miedo y ansiedad ante la posibilidad, ya cercana, de lograr el objetivo obligado de esta temporada, el ascenso.

En lo extradeportivo, sin embargo, mandan la vergüenza y la indignación que provoca la dimensión adquirida por el proceso judicial de Rubén Castro.

Este domingo pasado, el Benito Villamarín vivió una fiesta como hacía tiempo que no se recordaba. Cerca de 40.000 aficionados, dando verdadera dimensión de lealtad y grandeza al beticismo, llevaron en volandas a su equipo, que correspondió con una goleada (4-0) y buen fútbol ante el Valladolid, uno de los rivales directos en la lucha por el regreso a Primera.

Las próximas semanas, empezando por otra inminente mañana de domingo en Las Palmas, se antojan decisivas para amarrar uno de los dos primeros puestos de la clasificación que nos permitan abandonar la Segunda División sin pasar por los temidos play-off. Y el equipo, por lo visto ante el Valladolid, parece capacitado anímica y futbolísticamente para lograrlo. Aunque el recuerdo de los últimos partidos lejos de Heliópolis nos mantengan a la mosca zumbando detrás de la oreja.

Pero la tranquilidad que esta última y convincente victoria debía de garantizarle al Real Betis para una semana tan decisiva como ésta se esfumó en cuanto terminó el partido y, aún en el césped, Rubén Castro fue entrevistado por un reportero de televisión. Fruto más de la torpeza que de la mala intención, al menos en mi opinión, nuestro goleador perdió una gran oportunidad para zanjar buena parte de la polémica que rodea al club últimamente.

Preguntado por los intolerables cánticos que un grupo reducido de descerebrados ha dedicado en alguna ocasión a su ex pareja, la que le ha llevado a juicio por una acusación de maltrato y amenaza, Rubén, no muy ducho ante los micrófonos, no acertó a condenarlos radicalmente, como ya ha hecho reiteradamente el Real Betis, sino que aseguró no haberlos oído y sentirse agradecido por al apoyo de la grada.

Lástima. Su posterior corrección, en un vídeo grabado por el club, condenando todo tipo de violencia o de manifestación que la incite, llegó tarde, cuando el tifón mediático ya había arrancado de nuevo para zarandear la inestable tranquilidad deportiva que tanto añoramos los béticos. Quizás alguien del departamento de Comunicación debió advertirle previamente de cómo contestar en caso de ser preguntado por el tema. Quizás se hizo así pero los nervios, o la poca soltura del delantero canario, le llevaron a meter la pata.

En cualquier caso, sus primeras declaraciones a pie de campo reavivan los rescoldos (aún llamas quizás) de esta polémica y vuelven a situar a Rubén Castro, mito vivo del beticismo, máximo goleador histórico con 102 tantos en sólo cinco temporadas en el equipo, en plena picota mediática.

La situación de este conflicto, desde hace semanas, genera vergüenza e indignación en los béticos. No por Rubén Castro individualmente, quien se encuentra sometido a un proceso judicial y, hasta que un tribunal diga lo contrario, es inocente y se debe limitar a hacer su trabajo en el Betis, meter goles. Cuando todo esto termine, y en función del resultado de su enjuiciamiento, será el momento de que institución, equipo y afición se formen una opinión sólida respecto de Rubén Castro como hombre, no como futbolista, que esa ya la tenemos todos muy clara y difícilmente puede mejorar.

La vergüenza e indignación que sentimos la mayoría de los béticos en torno a este tema es, en primer lugar, por el grupo de descerebrados, y quienes les amparan, a los que se les ocurrió hacer chascarrillos y cánticos indeseables en torno a este feo asunto.

En segundo lugar, pero con igual o superior intensidad, los béticos nos sentimos ofendidos e indignados con una marea mediática que juzga antes que el Juzgado; confunde a unos pocos ************* con un colectivo de miles de personas que representan fielmente valores como el respeto, la convivencia y la humildad; y pide sanciones ejemplares sin pensar en el coste de hacer pagar a justos por pecadores.

Lástima la ocasión perdida por Rubén Castro este domingo para aliviar un poco a todos los aficionados verdiblancos ese sentimiento de mala conciencia inmerecida. Unos aficionados que, en lo deportivo, tenemos más que clara su dimensión de mito y jugador de leyenda.

@danielgilperez
www.100motivos.es