Sin embargo, el beticismo ya no puede ni debe esperar más.
Sobre todo porque en el último año ha escuchado demasiadas excusas y buenos propósitos que rara vez se han hecho realidad. Una dinámica que se vuelve a repetir ahora en el ‘infierno’ de Segunda, donde ha cambiado el rapsoda, pero no el decorado, que incluso, cada vez pinta peor.
Porque, por muy optimista que sea Julio Velázquez y mucha tranquilidad que intente vender, el equipo hace aguas por todos lados. Es más, casi se podría decir que va involucionando, porque hasta hace dos jornadas, al menos, los resultados acompañaban, pero ahora ni se sabe a qué se juega ni se registran cambios en el casillero de puntos.
Incluso, a los tradicionales fallos en la retaguardia, a los que ni se puede ni se sabe poner solución, se une una alarmante falta de pólvora arriba. Y eso que, a priori, se cuenta con la mejor delantera de toda la categoría.
A eso se unen constantes errores tácticos, como el empecinamiento en que Rubén Castro juegue en banda y no en el centro del ataque, justo donde le necesita el equipo. O que Matilla, que no destaca ni mucho menos por su velocidad, juegue en la mediapunta, ralentizando el ritmo del juego, máxime cuando se le deja el balón a un equipo como el Albacete, que se siente cómodo marcando los tiempos y teniendo la posesión, y se intenta crear peligro a través de rápidas salidas al contragolpe.
De hecho, con una medular que salvo la honrosa excepción de Lolo Reyes no asfixia a la ‘sala de máquinas’ rival, ¿cómo quería ganar el partido el técnico verdiblanco?
Cierto es que, como dijo el propio míster en sala de prensa, los heliopolitanos dispusieron de ocasiones suficientes para, al menos, empatar, pero no siempre sonríe la suerte ni se salvan partidos con la pegada. Ni tampoco con el nombre o tener 35.000 socios. Resulta obligatorio correr más y mejor que el rival, algo que, de momento, este Betis no sabe hacer.
Tanto es así que ya han volado la mitad de los puntos que se han disputado y, aunque quedan todavía en juego muchísimos más, los que se han escapado seguro que no volverán y, quién sabe, a lo mejor se echan en falta dentro de unos meses, cuando la competición dicte sentencia.
Porque, coincidiendo con las palabras de Velázquez, hasta junio no se sube, pero nunca está de más ir haciendo ya méritos para ello. Y los verdiblancos, por ahora, no los hacen.
Por presupuesto, plantilla, historia y masa social estarían obligados a formar parte del dúo de cabeza de principio a fin, no viendo las cosas como ahora, desde una novena plaza que ni siquiera da derecho a jugar el ‘play off’, con un registro de goles en contra propio de clubes condenados a pelear por no bajar a Segunda B.
En cualquier caso, tiene razón el entrenador al pensar que el futuro debería ser mejor. De hecho, si no lo fuese el suyo no estaría aquí.
Porque el beticismo lleva tantísimo tiempo esperando buenas noticias y alegrías que no se puede conformar con un triste pase copero frente al Llagostera. Necesita un proyecto y un equipo a la altura de lo que exigen las trece barras, con las ideas bien claritas y que no escatime a la hora de darlo todo sobre el césped.
Un conjunto capaz de resucitar de una vez por todas el ‘Musho Betis’ y que no olvide que bajo el paraguas del ‘Manquepierda’ cabe cualquier derrota, únicamente aquellas que llegan tras haberse dejado hasta la última gota de sudor en el campo.
Hasta que Velázquez no consiga eso, que deje a un lado toda su verborrea y se centro sólo en su trabajo, que por delante le queda demasiado.
J. Julián Fernández