Un viejo problema verdiblanco provocado tanto por el nivel individual de los futbolistas, como por los desajustes colectivos del equipo. Un lastre más que peligroso para el ascenso que en El Toralín adquirió su máxima dimensión en la segunda mitad.
La segunda parte del Betis fue sencillamente horrible.
La Ponferradina, un equipo admirable pero del que no se puede olvidar su nivel, encontró unas facilidades tremendas en la zaga bética. Simples centros laterales o pases a la espalda de los centrales se convirtieron en auténticos dramas y causante de los cuatro goles, que bien pudieron ser alguno más.
Especialmente desafortunado estuvo Bruno. El central apareció en la zona de casi todos los tantos con una endeblez que probablemente explique la continuidad como titular de un Jordi Figueras del que ya se conoce su rendimiento.
Cierto es que no sólo Bruno fue culpable de la debacle. Perquis también continuó en su bajo nivel. Eso, los laterales, la inconsistencia del mediocampo y el portero.
Lo de Adán es realmente preocupante. En Ponferrada no se le puede achacar ningún error de bulto en los goles. Sin embargo, no evitó ninguno. Cada vez que la Ponferradina disparaba entre los tres palos se convertía en gol.
Motivado o no por los entrenamientos y al margen de las polémicas declaraciones, contrasta poderosamente el rendimiento de este Adán con el de la media temporada del curso pasado.
Hubo desajustes colectivos y eso va en el debe de Julio Velázquez.
Sin embargo da la impresión que tienen más pesos las deficiencias individuales. Por eso resulta incomprensible cómo el Betis no se reforzó en defensa en el mercado que cerró el pasado lunes. Con más motivo para atajar un problema que viene de lejos, cuando en la temporada pasada ya quedó testado el nivel de los centrales que siguen en el equipo.
Visto lo visto igual es el momento de Caro. No hay más mimbres en esta plantilla. El otro remedio es que Velázquez eleve el nivel de una defensa que condiciona la enorme pegada del Betis. Patrones que se han repetido en los tres partidos, pese a los resultados distintos.
En Sabadell y ante el Numancia la calidad de arriba, especialmente la Rubén Castro y Cejudo, solucionó la fragilidad atrás.
En Ponferrada los problemas atrás fueron ya demasiado contundentes.
La defensa es el problema número uno del Betis, el más urgente. No el único. El del mediocampo es otra cuestión que se repite. Los verdiblancos son incapaces de mandar en los partidos, de controlar el ritmo y de elegir jugar en el campo contrario en vez de hacerlo en zonas más retrasadas. La consecuencia es que el equipo está más cerca de su propia área, el contrario tiene el balón y, por lo tanto, las vergüenzas defensivas quedan más al descubierto.
En este asunto sí tiene más responsabilidad el entrenador. Entre otras cuestiones no acierta con la mezcla. Xavi Torres y Lolo Reyes son de perfiles similares, más destructivos que creativos a los que les cuesta hilvanar fútbol.
Matilla sólo ofrece alguna pincelada de calidad, sin que tenga peso real ni continuidad en el juego de este Betis. En el centro del campo, al contrario que en defensa, sí tiene más alternativas en la plantilla Velázquez para atajar el problema.
Lo único fiable en este arranque de temporada es el ataque, tal y como quedó demostrado en la contra llena de calidad de gol de Molina en Ponferrada.
Claro que, si no mejora atrás y en mediocampo, este Betis está obligado a hacer dos o tres tantos por partido.
Los siete goles encajados por los verdiblancos en tres partidos son más que reveladores.
Javier Carbonero