Tengo ganas de eso. En las últimas temporadas ha sido muy difícil centrarse en las historias del Betis que me gusta contar, teniendo que agarrarnos al día a día que cada vez era más dramático y más raro.
Ayer vivimos en el campo un momento único, grande, con un colorido digno de una final. Quizá es que vivamos el principio de una final con más de cuarenta partidos. Ganar es casi una obligación, perder una tragedia tremenda. En medio, seguimos en un maremagnum judicial que si bien siempre irá en función de si la pelota entra o no, dependemos de las buenas decisiones para que entre y mucho.
Los béticos han demostrado que hacemos bueno el dicho de que "soy bético hasta cuando el Betis gana". Con creces lo han demostrado. Acabamos de ver un castillo lleno de béticos que todos los equipos de segunda lucharán con un extra de motivación por conquistar. Un campo que todos querrán mostrar lo mejor que pueden llevar en sus botas.
Ojalá el fútbol deje terreno para poder hablar de todas esas cosas que además de la pelota nos hacen ser como somos. Y disfrutarlo.