Haga clic en la imagen para ver una versión más grande

Nombre:	animos3.jpg
Visitas:	2
Size:	35,0 KB
ID:	6574757El Betis tenía ante el Lleida un triple objetivo por cumplir: vencer, convencer y pasar de ronda. Sin embargo, los pupilos de Garrido volvieron a estar a años luz de cualquier expectativa positiva, puesto que solo lograron mantenerse vivos en la Copa del Rey tras sufrir demasiado. Y eso que el inicio del encuentro salió a pedir de boca, con una escuadra de las trece barras dominando y arrinconando a su rival, que ya caía por 2-0 a los diez minutos.

Es más, Salva Sevilla mandó un balón al palo y la zaga ilerdense sacó en la línea otra ocasión que tuvo a Juanfran de protagonista. En definitiva, todo pintaba tranquilo para los de La Palmera, a quienes, poco después, les llegó su tradicional pájara de cada partido, dejando espacios a un cuadro catalán que en el 37’ recortaría distancias gracias al enésimo error de Sara. Más tarde, en los primeros compases del segundo tiempo, los visitantes firmaron el 2-2, descomponiendo por completo a un equipo que tiene demasiados desafíos por delante y, sin embargo, no está para muchos trotes.

Así, el resto del duelo fue un auténtico suplicio en el que solo la falta de confianza del Lleida en sí mismo evitó males mayores. Mientras, los nervios campaban a sus anchas por el estadio, tanto sobre el césped como entre la afición, que volvió a explotar pidiendo la marcha de Stosic y una directiva que continúan sin querer ver lo que todo el mundo sabe, que este equipo no es capaz de ganarle a nadie.

Por todo ello, poco importó la consecución del pase a los octavos de final, puesto que sigue habiendo muchos más motivos para preocuparse que para celebraciones. Máxime cuando está a la vuelta de la esquina una auténtica ‘final’ contra el Almería en la que todo lo que no sea ganar mantendrá esta caída libre que solo conduce a Segunda. Y, para colmo de males, no estará presente en ese partido Amaya, el mejor de una defensa que sigue haciendo aguas por todas partes.

Una situación complicadísima, para la que, visto lo visto, el vestuario no está preparado. Sí el beticismo, que acudirá al Villamarín dispuesto a aportar su granito de arena para lograr una reacción que permita que el colista de la Liga durante las Navidades no vista de verdiblanco. Pero para ello los jugadores deberán darlo todo en el campo, peleando cada balón como si fuese el último y supliendo la falta de ideas y calidad a base de ambición y ‘testiculina’.

No valen las excusas ni las alusiones a una grada que, efectivamente, está muy nerviosa, aunque no por gusto, sino por los deméritos de unos futbolistas que no merecen la camiseta que llevan. Pero hasta que vengan otros que mejoren lo que hay (aunque estando Stosic al mando de las operaciones cualquiera sabe) les toca ellos, teniendo ante sí la obligación de dar una alegría a la fiel infantería heliopolitana antes de que este 2013 toque a su fin.

Se avecina otro instante crucial de la temporada, un momento en el que el vestuario se tiene que ganar por fin el sueldo y minimizar las carencias que han creado aquellos que solo son capaces de ver el fútbol a través de una hoja de cálculo. La única exigencia es que hagan aquello por lo que cobran, que compitan y se dejen la piel sobre el césped, sacando adelante un partido que tienen que ganar como sea, sacando al Betis del coma profundo en el que vive a base de amor propio.