Juanca, eras beticismo puro, del bueno, del humilde y desinteresado, del que nada más recordarlo se me empañan los ojos, pero también eras vida comprimida que explotaba en cada expresión de tus ojos, en cada iniciativa, en cada viaje, en cada chiste que levantaba el ánimo ante cualquier infortunio. Cuánto se te echa de menos ahora.
Si tengo que decir cinco personas a mis hijos que me ha merecido conocer en la vida, una de ellas eres tú, y no por amistad profunda, que ya te he dicho que yo no lo era, sino por enfrentarte a la vida, ***** vida, con la alegría y la valentía de un hombre humilde pero grande.
No hay actividad, partido o lo que sea relacionado con el Betis que no te recordemos, que en momentos de hundimiento te nombremos y salgan sonrisas por todos lados. Has pasado, querido Juanca, a ser ese bético mítico en el que reflejarnos. Yo quisiera ser como tú, sólo un día, sólo una hora. Es tan difícil.
Son tres años, Juanca, y nos hacemos viejos, y seguimos recordándote. Pero te voy a hacer una pequeña confesión. El día que te fuiste, con un nudo fuerte en la garganta me abrazaba y besaba desconsolado a mucha gente, pero acabamos cinco béticos en un bar al lado del tanatorio, riéndonos a mandíbula batiente, íbamos a consolarnos entre todos y empezó tu recuerdo, empezaron a salir anécdotas, chistes, historias en las que eras protagonista y el duelo se tiñó de alegría por haber tenido la oportunidad de conocerte, de saber que eres el ejemplo que nunca llegaremos a ser, la persona que sin nada tenía más que muchos que creíamos tenerlo todo.
Gracias por muchas cosas que todavía nos estás dando.