De nuevo, el equipo no dio la talla, cayendo víctima de sus debilidades y errores. Una vez más, concedió un gol demasiado pronto. Después, la auto expulsión de Paulao dejó el camino expedito al Sevilla para que firmase una nueva goleada que quedará para la posteridad y que hurga aún más en la herida de una escuadra de las trece barras que sigue en caída libre y, lo que es peor, todavía no ha llegado al suelo.
Aunque lo más preocupante de todo es que, más allá del malestar de la afición y las urgencias clasificatorias, nada cambia en el seno de la entidad de heliopolitana.
Cuerpo técnico, directiva y hasta jugadores siguen enrocados en discursos llenos de excusas y buenos propósitos que no conducen a nada, solo a un descenso que cada vez se ve más inevitable. Se continúa demorando la toma de decisiones drásticas que busquen dar con un revulsivo o una reacción que permita mirar hacia el futuro con algo de optimismo. La exigencia crece y nadie en el club parece estar a la altura de las circunstancias.
Mientras, el equipo se hunde en la tabla a marchas forzadas, sin crédito para creer en él justo cuando las finales comienzan a multiplicarse. La primera, el próximo domingo frente al Rayo, en un duelo donde no cabe otra que ganar. Pero, ahora mismo, pensar en que los verdiblancos puedan hacer eso ante cualquier rival parece una quimera. Porque si no lo han conseguido en un derbi al que llegaban colistas y con dos semanas enteras para prepararlo…
Solo queda esperar un milagro, que el Betis regrese por sus fueros y sea capaz, una vez más, de hacer fácil que lo que parece imposible. Para ello habrá que pulir muchísimos defectos y, con un incómodo partido de Europa League de por medio, parece que no hay tiempo.
La afición está claro que arrimará el hombro para salir del hoyo, aunque con eso no basta. Si sobre el campo los que visten la elástica de las trece barras no aprietan los dientes y suplen sus carencias con actitud, entrega y ‘testiculina’, lo mínimo exigible a un conjunto de Primera, nada se puede hacer.
Porque el consejo, lamentándose y mirando para otro lado, no sabe cómo atajar la hemorragia. Ni tampoco un técnico que no puede seguir viviendo de un brillante pasado reciente cuando el futuro se presenta desolador. Enero, pese a lo que indica el calendario, queda todavía demasiado lejos y los fichajes invernales rara vez aportan soluciones. Y menos aún cuando, tras darle muchísimas vueltas a la plantilla hay tantísimo que mejorar.
Con todo ello, creer en que esto se puede sacar adelante se convierte casi en un acto de fe, ésa que solo los más optimistas mantienen en la grada abrazados al ‘Verde Esperanza’ que se funde con el blanco en las trece barras de la camiseta. Entre tanto, la competición apenas entiende de realidades y puntos que no llegan, mientras las jornadas pasan y los problemas se multiplican al final de La Palmera, donde ocurren demasiadas cosas, casi todas malas, y nadie hace nada.
J. Julián Fernández