Los jugadores del Real Betis durante el minuto de silencio antes del encuentro con el CeltaDe todos es sabido que el Betis no entiende de términos medios, que es capaz de pasar del cero al infinito, del blanco al negro sin solución de continuidad, en un suspiro.

Y ante el Celta, el equipo volvió a hacerlo de nuevo, con un primer tiempo en el que pudo sentenciar sus tres primeros puntos del campeonato liguero, los mismos que volaron tras el descanso, cuando el rival aprovechó el bajón físico de los pupilos de Pepe Mel y sus propios argumentos para hacerse con la victoria.

Una vez más, la falta de puntería se pagó bien cara, con una derrota que ha provocado que un sector de la grada, el más impaciente, active todas las alarmas. No obstante, la imagen ofrecida por el equipo no fue del todo mala, ni mucho menos.

Se generan ocasiones y se pone al contrario en serios aprietos, pero el gran problema es que no se ve portería con claridad. Ya pasó en el debut liguero en el Bernabéu, aunque allí, como perder era previsible y hasta lógico, se pasó por alto ese detalle que en el Villamarín se repitió con toda la crudeza del mundo.

Habrá quien centre sus críticas en Molina, que gozó de dos de las ocasiones más claras a favor de los heliopolitanos. Quizás muchos se hayan olvidado de que hasta hace apenas unos días ellos mismos habían subido al delantero de Alcoy a los altares o que, pese a quedarse sin ‘mojar’ esta jornada, lleva la friolera de seis tantos en los últimos ocho duelos oficiales.

Cierto es que sus fallos resultan casi inconcebibles en Primera división, pero tampoco lo es menos que estando tocado, y por tanto falto de confianza en su estado físico, puede que lo mejor es que Mel hubiese prescindido de él, optando por Chuli, que estuvo bastante bien en la media hora que jugó, o Rubén Castro, a quien por cuya importancia en el once nunca se le debería de reservar. De hecho, si él hubiese disfrutado de las ocasiones de su compañero, quizás otro gallo hubiese cantado.

Pero también hay que tener en cuenta otro detalle importante en este equipo, cómo acusa el cansancio en los segundos tiempos. Sólo tres partidos han hecho falta para dejarlo claro.

Parece como si los descansos, lejos de servir para que se repongan fuerzas, dejan sin ellas a la plantilla verdiblanca. Si a eso se le une un adversario rápido y más entonado, como por ejemplo el Celta, y que se perdona en exceso cuando se cuenta con oportunidades para sentenciar, el cóctel resulta tan explosivo como peligroso para los intereses heliopolitanos.

Sea como fuere, tiempo queda más que de sobra como para pulir estos defectos. Cuanto antes se haga, mucho mejor, porque ya se han escapado seis puntos que no volverán y lo ideal es que no lo hagan muchos más a lo largo de las próximas semanas.

Urge traducir las buenas sensaciones en resultados, las oportunidades en goles y las expectativas en realidades. No es momento de derrotismos o lanzar mensajes apocalípticos. Se ha empezado mal, sin nada más que llevarse al zurrón que detalles que, pese a todo, deben invitar al optimismo.

Toca espabilar y seguir trabajando para salir de esta ‘minicrisis’ que ha llegado a las primeras de cambio y a la que el equipo habrá de sobreponerse para que los fantasmas no aparezcan por Heliópolis sacándose su abono, pero sin que tengan descuentos para los socios bajo el brazo.

Ya se ha pasado del blanco al negro. Ahora la misión será la contraria, cambiando el pesimismo de la negrura por la ilusión que desprende la luminosidad del blanco

J. Julián Fernández