Con la moral por las nubes. Así va a llegar el Betis al derbi del próximo viernes. No en vano, los pupilos de Pepe Mel protagonizaron una auténtica exhibición en Granada, poniendo de nuevo de manifiesto que el equipo está absolutamente capacitado para pelear por el sueño europeo. Pero para ello será fundamental mantener esa misma ambición en los ochos duelos que quedan, donde nadie regalará nada y cada punto adquirirá una importancia vital.

Empezando por los tres que se disputarán el próximo viernes en el Villamarín y con el Sevilla como rival. Un duelo que trae consigo muchísimas cuentas pendientes, más que de costumbre, puesto que no sólo estará en juego la victoria y el orgullo, sino la necesidad de enjugar, aunque sea en parte, los efectos de aquella ‘manita’ de la primera vuelta que sigue escociendo todavía por Heliópolis.

Porque aunque muchos se hayan empeñado durante todo el campeonato en intentar hacerla olvidar por medio de los ‘A5’, ‘A6’, ‘A7’ y sus derivados, la única forma de cerrar la herida es devolviéndole el mismo tanteo dentro de apenas una semana. Así de simple. De nada sirve hallar consuelo en diferencias en las que tienen que ver más los demás que uno mismo, sobre todo si cuando se han podido dirimir en el cuerpo a cuerpo los resultados no terminan de darles la razón. Por eso, el momento de refrendar lo que dice la clasificación, de querer hacer realidad ese cambio de ciclo que se lleva proclamando desde hace tanto tiempo llega ahora y, lo que es más, resulta obligatorio aprovecharlo.

Y ya no sólo por la satisfacción de verse por encima del eterno rival y, en gran medida, colaborar en que tenga que decir adiós a sus aspiraciones continentales. Esta vez es distinto, porque este Betis está peleando por metas mayores, por volver a unos torneos en los que no compite desde 2006 y que la afición ha echado tantísimo de menos. No se trata únicamente de fastidiar al ‘vecino’ y quedar por encima de él, sino de seguir haciendo camino hacia las alturas.

Ha llegado el momento de demostrar que, tras esperarlo quizás demasiado, la historia cambia y los complejos se quedaron definitivamente a un lado. Porque se ha trabajado muchísimo para llegar hasta donde se está ahora como para conformarse con las mismas metas de siempre, esas que servían para seguir creciendo hasta hace poco, pero que ahora resultan insuficientes para colmar todas las expectativas.

En definitiva, el equipo debe afrontar el derbi con el mismo objetivo de siempre, ganarlo, pero pensando que no es el final de la carrera, sino un kilómetro más en un camino al que después le quedarán otros siete con la misma o mayor importancia. No es un partido más, pero tampoco lo serán los demás, en los que puede que haya en juego menos orgullo, aunque sí los mismos puntos.

Es la hora de la verdad, de los choques importantes, en los que fallar está prohibido si se quiere lograr que los sueños se hagan realidad. Empezando por el encuentro ante el Sevilla, que será tan especial como lo ha sido desde que nació esta rivalidad, donde ganar volverá a ser obligatorio, pero que, con independencia de lo que ocurra, no puede impedir que se tenga en cuenta que nada acabará el próximo viernes, ya que, a menos que las matemáticas lo nieguen antes, hasta junio quedará todavía mucha tela que cortar.

J. Julián Fernández