Un año más, y van 27, Mestalla sigue siendo un estadio prohibido para el Betis. Esta vez, porque Muñiz Fernández se empeñó en que lo fuera, dando un nuevo recital de lo extremadamente fácil que resulta pitarle a la escuadra de las trece barras. No en vano, emuló a Undiano Mallenco en aquel duelo ante el Mallorca y se sacó de la manga un penalti que se cometió fuera del área y que, para más inri, le costó la expulsión a Amaya. Después, le bastó aplicar un rasero distinto a cada infracción dependiendo de los colores de la elástica de quien la cometiese, llegando a decirle a Rubén Castro que se tirase en el área si quería que le regalase una pena máxima.

Con esta decoración, el Valencia sólo tuvo que esperar a que el paso de los minutos le cobrase factura al estado físico de los heliopolitanos y aprovechar sus oportunidades para lograr un 3-0 que resultó demasiado doloroso para los pupilos de Pepe Mel. De este modo, se escapaba una oportunidad de oro para que haber allanado el camino de vuelta a Europa, de meterse de lleno en una pelea por la Champions en la que la Real Sociedad comienza a postularse como el rival a batir. Se perdía una batalla, quizás de las más importantes, pero la guerra continúa.

Restan diez jornadas para que la competición eche el cierre y, por tanto, ninguna desventaja resulta insalvable. Cierto es que todo parecería mucho más fácil si la expedición bética hubiese regresado de tierras levantinas con tres puntos más en su casillero, pero también es verdad que en clave verdiblanca siempre se ha tenido predilección por asumir retos, aunque llegasen a parecer por momentos imposibles. El de volver a Europa no lo es, ni mucho menos. Basta recordar que el equipo va a terminar séptimo la jornada y que la presencia del Málaga en los puestos de honor le da mayor tranquilidad si cabe, ya que hasta el octavo podría ir preparando su pasaporte.

Ahora, lo que queda algo más lejos es la opción de entrar en Champions, un éxito que sería el ‘premio gordo’ para una temporada memorable, donde las cuentas habrá que hacerlas pensando en quiénes ocupan el cuadro de honor en la máxima categoría y no sus ‘bajos fondos’. Y, a la vista está, habrá que tirar de calculadora de aquí a junio para ver si los previsibles duelos intersemanales del año que viene llegarán los martes y miércoles o solamente el jueves. En este sentido, y con independencia del desenlace, la consigna es clara: hay que continuar tirando de ambición y sumar la mayor cantidad de puntos posibles.

Para ello, hay que levantarse y dejar atrás este varapalo, comenzando a pensar en lo que queda por delante. Toca aprovechar el parón que nos llevará hasta el lunes de Pascua para reponer fuerzas y preparar a conciencia el duelo ante el Getafe, donde habrá que hacer del Villamarín un auténtico fortín para que no se escape un triunfo que, como todos los que podrían producirse en lo que resta de Liga, valdría su peso en oro. No en vano, serviría para poner tierra de por medio con los azulones, cuyo aliento se nota ya en el cogote.

Por tanto, llega una nueva ‘final’, la primera de las diez que nos conducirán a ese mes de junio que inauguraremos en cuanto finalice esta guerra a la que le quedan tantísimas batallas por librar. Porque ni se ha ganado ni perdido nada todavía. Todo es perfectamente subsanable, aunque para lograrlo no queda otra que ceñirse bien la armadura, apretar con fuerza los dientes, tomar aire, tirar de ambición y pelear.

J. Julián Fernández