Decía Ortega y Gasset que no existían verdades absolutas, que todo depende desde el prisma a partir del cual se vea la realidad. Sin embargo, hay situaciones que, a priori, invitan a pocas interpretaciones diferentes y válidas. Por ejemplo, el anuncio por parte de un club de que rompe unilateralmente las negociaciones para la contratación de un futbolista, como hizo el Betis el sábado en relación al nigeriano Nosa Igiebor.

Normalmente, cuando un comunicado así sale a la luz pública es sinónimo de que la operación se ha ido definitivamente al traste, sobre todo cuando al jugador en cuestión, como ha sido el caso, se le califica como autor de faltas de respeto, seriedad y profesionalidad. Es decir, a ojos del aficionado, que recibió probablemente esa información como totalmente veraz e inequívoca, el africano quedó como un ‘pesetero’ que, ya con todo pactado, tenía como única preocupación un aumento de sueldo.

Pero, como todo es relativo, resulta que la entidad de las trece barras, lejos de olvidarse del medio a partir de ese duro escrito, continúa negociando con él y buscando el modo de que, más pronto que tarde pueda vestir de verdiblanco. Así, queda en el aire una pregunta: ¿qué sentido tuvo entonces aquel pronunciamiento oficial del club? ¿a qué venía cargar duramente contra un futbolista por el que aún se sigue suspirando?

Cierto es que, para muchos, el mundo del mercado futbolístico es casi como un continuo ‘juego de trileros’, en el que representantes, equipos y jugadores juegan con toda la maestría que tienen sus bazas para sacar el mayor provecho posible a las operaciones. Es una eterna partida de póker en la que los faroles, como el que se marcó el Betis el pasado fin de semana, existen, pero pocas veces salen a la luz pública, más que nada, para evitar sus posibles consecuencias.

Porque, pongámonos en el caso de que Nosa termine llegando a La Palmera. Tras la carta de presentación que se le ha hecho desde el club, ¿cómo se espera que lo reciba la grada? ¿no es ponerlo desde antes de firmar al pie de los caballos, como blanco fácil de las iras de una afición que ya lo mirará con lupa? Sin duda, el consejo ha pecado de claridad en su política de transparencia comunicativa, cometiendo un error de principiante.

Y es que, si se anuncia oficialmente una ruptura de negociaciones hay que obrar en consecuencia, dando muestras de seriedad y de que, como anuncia realmente el comunicado, su postura es inquebrantable. No en vano, si en menos de 24 horas todo vuelve al punto de origen, y sin un desmentido que lo corrobore, el ridículo es de los que hacen época, sentando precedentes poco o nada halagüeños de cara al futuro. Se puede volver a intentar tirar de nuevo de la cuerda, sí, pero si todo el mundo ve la facilidad con la que se suelta es difícil que te tomen en serio cuando dices que tienes fuerza.

Habrá que ver cómo acaba toda esta historia, un culebrón improvisado en el que entre unos y otros se han encargado de echar más leña al fuego de la estrictamente necesaria. Porque también la postura del representante, de seguir negociando con el Betis mientras ofrece a su pupilo al Granada…Queda claro que la partida sigue y que las cartas de cada jugador están más que marcadas.

Qué tiempos aquellos en los que un simple apretón de manos valía muchísimo más que mil contratos firmados. Por eso, no estaría nada mal caminar hacia el futuro echando la vista atrás al pasado, pensando que, como decían en Roma sobre la mujer del César, lo importante no es sólo ser noble, sino obrar como tal y parecerlo en todo momento.

J. Julián Fernández