Cuando Emana hizo las maletas y puso rumbo a Riad muchos pensamos que el rendimiento de la plantilla se resentiría y que a Stosic le costaría encontrar a alguien que le hiciera olvidar. Nada más lejos de la realidad, el tiempo y los resultados han demostrado una vez más que en el mundo del fútbol no hay nadie imprescindible, y con el Betis comandando la clasificación y oteando un horizonte ilusionante, hoy por hoy nadie se acuerda del camerunés.

Y no será porque no ha dejado huella en Heliópolis… Es más, yo diría que ha sido uno de los pocos jugadores genuinos que ha conseguido desesperar y extasiar a la grada del Villamarín en un mismo partido, el que más veces ha sido abucheado y aclamado en los últimos años y el que mejor ha sabido expiar sus pecados en el terreno de juego.

Pero más allá de su irregularidad, su díscola personalidad o sus altos emolumentos, lo que también suponía un problema para el Betis era que Emana acaparaba casi todos los focos y eclipsaba a los que estaban a su vera. No hubo una sola de rueda de prensa durante la pasada campaña en la que al entrenador o a sus compañeros no le preguntaran específicamente por él, fuese cual fuese el motivo. La modestia del grupo contrastaba con su protagonismo mediático y a nadie se le escapa que sus palabras rellenaban más páginas que los espectaculares guarismos de Rubén Castro, la meteórica progresión de Beñat o el liderazgo de Iriney, por poner algunos ejemplos.

Ahora las cosas han cambiado, el Betis es más equipo y casi siempre se habla de los defectos y virtudes del colectivo, sin la forzosa necesidad de hacer un paréntesis para hablar de un mismo jugador. Además, es más que posible que su marcha haya propiciado la resurrección de Pereira y las inminentes ascensiones de Vadillo y Pozuelo. Y todo ello me sirve para afirmar que la vida sin Emana es igual o más esperanzadora si cabe que la vida con Emana.

David Díaz