Las lágrimas de Jesús Capitán Prada, “Capi”, sobre el césped del Villamarín el pasado sábado, eran el vivo reflejo de las lágrimas del beticismo, una afición que lloraba el “no” ascenso y que a la vez, se ponía en pie y aplaudía de forma unánime, con su corazón latiendo en esas palmas sinceras y honestas, a uno de sus símbolos más queridos.

Capi es el último representante de una hornada de canteranos que entre otras cosas, contribuyó a darle al Betis una Copa de su majestad el Rey. Jesús Capitán Prada, “Capi”, era puro Betis, capaz de lo mejor y de lo peor, de llenar de magia el verde de Heliópolis con un pase imposible, con una filigrana de leyenda, con un amago, una finta, un cambio de ritmo más propio de un artista que de un jugador de fútbol; y capaz también, como no, de pasar total y absolutamente desapercibido en aquellas tardes grises que a veces tenía el camero. Era Betis, necesitaba de esa inspiración sin la que el Betis y los béticos no sabemos vivir.

Pero Capi, como Betis auténtico que era, que es, estuviera fino o no, daba su vida y su sangre en el campo, esa camiseta con el número catorce, acababa irremediablemente empapada de sudor. Porque Capi sabía, sabe, siempre supo, que saltar a ese campo, que enfundarse la camiseta del Betis, que llevar el escudo de las trece barras en el pecho, eran un orgullo, un honor, un privilegio que requerían una entrega total, digna y sin condiciones.

Capi es un grande para el Beticismo, y quizás no lo sea por haber pasado a los anales futbolísticos del Betis, pero si por el amor incondicional que le profesaba a nuestros colores.

Desde el día, hoy ya lejano, que debutó en Mestalla en las previas de la final de Copa que disputó el Betis con el Barcelona en 1997, Capi se ha enfundado la camisola verdiblanca en más de trescientas ocasiones (10 temporadas), ha conquistado un título con el Betis y ha sido cuatro veces internacional absoluto con España.

Pero con Capi, con nuestro Capi, los números no importan, son lo de menos, lo que ha quedado tatuado a fuego en las entrañas de los béticos, es la persona. Un hombre humilde, sacrificado, entregado a la causa bética, un jugador de los de antes, que huye de los focos y la fama, que porta la bandera tan necesaria en estos tiempos de la naturalidad, en definitiva, un Bético de los pies a la cabeza.

Ahora que se marcha de su casa, las radios, los periódicos, los foros, las barras de los bares, las esquinas de Sevilla, las páginas de internet, en todos estos sitios, se habla de Jesús Capitán “Capi”. Y leyendo, escuchando y hablando, no encuentra uno una mínima crítica, un solo reproche hacia Jesús, todos, sin excepción, se quedan, nos quedamos, con la calidad humana de nuestro CurroCapi de Camas. Yo no tengo la suerte de conocerlo, pero es tan difícil que tanta gente se ponga de acuerdo en valorar así a una persona, que no me cabe la menor duda de que nuestro Capitán, el 14 eterno, es una persona excelente, lo dicho: Puro Estilo Betis. Capi se lleva con él parte del corazón de los béticos. Jesús, vayas donde vayas, estés donde estés, los béticos estaremos a tu lado, te llevaremos eternamente con nosotros, eres historia viva del Real Betis Balompié.

En estos días tristes de despedida, solo puedo decirte una cosa:

Gracias por ser como eres Capitán.

Jagonzlezmolina