El espíritu de rebeldía que llevó a los Borbolla a empezar un sueño en 1909; 1914 como unión fundando una leyenda, PapaJones y viaje de nunca jamás, la Tablas Verdes, los años de la Realeza y los años republicanos, los años del Real Betis y los del escudo descoronado; los de una liga legendaria y los de un infierno duradero; los de un Villamarín moderno, los de un campo de los béticos; los de una Copa de Andalucía, los de un ascenso mágico; los del EuroBetis, los del CurroBetis; los de una copa del Rey en la democracia; jugadores como Añino, como Cardeñosa, como Portu, Andres Aranda, Del Sol, Rogelio, Barinaga, Telechía, como Gordillo, Alabanda, Ortega, como Bizcocho, Biosca, Anzarda o Areta, como Urquiaga, Areso o Aedo, como todos los que lucieron y defendieron esa camiseta y la siguen sintiendo, presidentes como Villamarín, Sanchez Mejía, Papa Jones, Ruiz o Moreno Sevillano, o tantos otros cuyo amor a los colores le guardan un sitio en la leyenda; entrenadores como Alzate, Iriondo, O’Conell, Gomez, Varela o tantos otros que se fundieron con la afición en ascensos y descensos…
Todo esto no se vende ni se venderá nunca, ni por todo el oro del mundo, ni se podrá suplantar, se le podrá cambiar de nombre, el sitio o las formas, pero ese es el Betis que queda en los béticos. Estos son los béticos que hicieron y forjaron una leyenda única, una leyenda de tropiezos, momentos oscuros y muy claros. Pero son nuestra leyenda, son nuestro pasado y forman parte de todo futuro. Se podrá despojar al sentimiento incluso de un escudo con marca registrada, se podrá vender al mejor postor, pero no se podrá comprar nunca todo lo que el Betis, el Real Betis Balompié lleva dentro, por mucho que compradores y vendedores jueguen a los millones, por mucho que los que debieron ser garantes de ese sentimiento quisieron moldearlo como un busto, por mucho que ahora se convierta en maná aquello que está bajo secreto de sumario. Puede ser otro más de los muchos gritos del cuento de Manolo y el Lobo, puede ser que de verdad venga el lobo, pero el pueblo está más que harto.
Y por supuesto tampoco se podrá vender el alma de los béticos que se fueron y, sobre todo, de los que vienen y vendrán, porque son otro peldaño más de una leyenda que se ennegrece cuando se le habla de compraventas, son los peldaños que seguirá construyendo un sueño.
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