Esta noche no puedo dormir. A mi insomnio se ha sumado que en mi calle resuenan los cláxon de los coches y los fuegos de artificio... y eso es algo que, particularmente hoy, me molesta sobremanera. Ya no es que el eterno rival haya ganado un título, que también. Es ver la distancia estratosférica que a día de hoy nos sacan.

Llevo en menos de una semana dos sofocones de los grandes. El sábado viendo como se clasificaban para la máxima competición europea de clubes (por la puerta de atrás y sufriendo, pero clasificándose). Y esta noche viendo como ganaban su sexto título de los últimos años.

Y nosotros mientras, sufriendo para ganarle a un Nástic lamentable, por la mínima. Quintos en una división tan indigna como el que dirige los designios de nuestro moribundo club.

Todavía recuerdo las palabras de un tipo bajito, con bigote, que llevó a nuestro Betis a pasear por los campos más importantes de Europa. El Betis será lo que su presidente quiera. Cuánta razón llevaba Don Lorenzo Serra Ferrer. Aquella temporada perdimos la oportunidad de dar el salto de calidad definitivo, de pasear las trece barras por escenarios de ensueño. Perdimos la oportunidad de hacer historia.

Serra llevaba razón. Y los béticos poco podíamos imaginar que el que hace y deshace a su antojo en el Real Betis iba a querer llevarnos a la más absoluta de las ruinas, a uno de los momentos más degradantes de nuestros más de cien años de historia.

Y mientras, en el barrio de Nervión no han parado de crecer. Y eso me revienta. Porque me pongo a pensar, y caigo en la cuenta de que, si las cosas hubiesen sido coherentes, hoy podía haber levantado la Copa un jugador enfundado en una elástica verde y blanca, tres días después de haber logrado la clasificación para pasear el más glorioso de los escudos por la mejor Europa futbolística. Sin embargo, la realidad es mucho más amarga. Las distancias con nuestros vecinos siguen aumentando de forma que da miedo. Y lo peor es que no hay visos de que la cosa cambie.