Si mi abuelo levantase la cabeza y viese en qué se ha convertido aquello por lo que luchó tanto, lo mínimo que haría sería montar en cólera. Él estuvo, cuando tenía poco más de veinte años, en aquello que se ha denominado con el tiempo “la marcha verde”. Junto a miles de béticos se desplazó a Utrera a presenciar un partido de tercera división, a animar a su equipo. Ahí es donde nació el lema con el que es conocido el Real Betis: viva el Betis manquepierda.
Un lema que nació asociado al peor momento de la historia del Betis, y que quería reflejar que la afición del Betis es tan fiel, que no deja solo al equipo, pese a las derrotas. Con el paso del tiempo, esta forma de entender se ha ido desvirtuando, hasta llegar a un punto en que que poco o nada tiene que ver con el
sentido con el que originalmente nació.
El manquepierda no significa ir al campo y animar a un equipo sin alma y sin casta. Un equipo hecho a base de retales y parches, manejado a su antojo por un tipo que lo único que parece que le preocupa es engrosar
su cuenta corriente.
Mi abuelo, que en paz descanse, me contaba muchas anécdotas relacionadas con el Betis, su esencia, su idiosincrasia y el manquepierda. Recuerdo con especial cariño aquella que me narraba de cómo el equipo descendió a segunda división en 1992, en una promoción frente al Tenerife. El Betis jugó como nunca, pero perdió como siempre. Aquello no le importó a la gente, que entre lágrimas y sollozos, una vez que el árbitro
señaló el final del partido, se levantó de sus asientos y comenzó a ovacionar al equipo, gritando “Betis, Betis”.
Esa es la verdadera esencia del Betis. Un equipo que no nació para ser grande, sino para sufrir, caer y levantarse con más fuerzas. Y para ello, Dios le otorgó una afición única, sufridora, exigente a la par que comprensiva. Y a ésta un lema que le recuerda la verdadera esencia del Betis. Una esencia que las nuevas generaciones se están encargando de arruinar, gracias a una mala interpretación, desde el conformismo, de aquello por lo que lucharon sus abuelos.