He estado 10 días incomunicado. Hasta el domingo. Haciendo deporte, leyendo y pasando más de 24 horas del día con la peque. No es una exageración, es que el tiempo se para en ese pueblo de las montañas. Ahora ya estoy en casa y me habían regalado una bolsa llena de esos pestiños de miel de Ramadám, que me llevan a la perdición.
Soy incapaz de parar y esta mañana los he acabado. Para colmo he dejado el plan de entrenamiento. Sin embargo cuando me pongo en plan cebón me convierto en una especie de híbrido entre Prada y mi admirado Ignacio Bermejo, a pesar que no tengo sus legiones de admiradoras. Las comparaciones son odiosas, pero me quedo con el autor de la Ciudad sin luz, aunque anoche terminaran perdiendo las bragas. Una indigestión nocturna la tiene cualquiera. Todo se cura, hoy un caldito con cilantro y una siesta con canciones de cuna del Arrebato, te devolverán la moral.
Me he desvíado. Es lo que tiene escribir sobre gaditas. Hablaba de libros. Ayer saqué de la biblioteca 5 libros, uno de Pessoa sobre sus pensamientos, Baterbly y Cia (creo que es metaliteratura y me identifico ya que habla de mí, de los grandes escritores incapaces de escribir), Esto es un hombre de Primo Levi, Mujer de rojo sobre fondo gris (otro que tengo que remendar por dejarlo a medias) y Contra Natura de Pombo para ir conociendo a esta personalidad curiosa que aparece publicamente en los actos de UPyD.
Probablemente no me dará tiempo a leer más de uno y medio de aquí a los 15 días que es el plazo que te dan en la biblioteca y no porque no vaya a leer. Anoche terminé Cien años de soledad a las 4 de la mañana. Luego no pude dormirme hasta las 6. He cogido la racha febril y hay que aprovecharla.
Voy a acometer la odisea del verano:
Leerme Guerra y Paz.
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Fiebre lectora con miel y cilantro
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