Esta Semana Santa me he leído casi tres libros.

El jueves y viernes santo leí "Bajo la mirada de Occidente" un libro muy bueno, como casi todo lo que he leído del gran Joseph Conrad. Una vez más, como en casi toda la literatura clásica universal, el tema es el carácter ruso. Me recordó en muchos pasajes a Crimen y castigo. Trata de un estudiante que es abordado por un compañero rebelde que acude en busca de refugio tras un acto terrorista. El dilema es ser cómplice de por vida de algo en lo que no se cree o delatarlo y se opta por lo segundo lo que conlleva una vida miserable de remordimiento al ser utilizado como espía por un régimen autocrático. Me quedo con un comentario en cuanto al materialismo: "el hombre es un aparato digestivo".

Luego, el sábado santo me leí casi del tirón La Quinta Montaña de Paulo Coelho que trata sobre la vida del profeta Elías. Puede que no sea tan bueno en cuanto a calidad literaria pero que como casi todo lo de este autor es fácil de leer. Muchos capítulos y cortos. Enlanzando con el comentario anterior sobre la memoria, durante toda la lectura del libro tenía la sensación de haberlo leído anteriormente, y estoy seguro que así es, pero fue como leerlo de nuevo.

Siguiendo con Coelho, en este libro hubo una idea que me hará pensar durante un tiempo. Son libros entretenidos practicamente de autoayuda, supuestamente muy profundos pero que son criticados por ser una especie de espiritualidad comercial. Soy de la opinión que si se venden es porque algo tienen y en mi caso siempre hay algo que me hace pensar. Tengo entre mis libros favoritos el Alquimista leído a los 20 años y que me impactó positivamente (tanto casi como El Principito). Prefiero no releerlo por si acaso.


Por último he leído pasajes sueltos de artículos de Ortega y Gasset que se leen en 10 minutos. Pocos 4 o 5 pero que dan para varias entradas por su profundidad. Hay una especie de preparación para la teoría de Andalucía que sostiene que los andaluces somos más orientales que occidentales.

Obviamente tenemos nuestra impronta árabe mucho más marcada en lugares como Córdoba (el pandilleo) o Granada. No somos tan individualistas como los centroeuropeos y occidentales que se sienten orgullosos de ser distintos a los demás.

Los andaluces somos más orientales y queremos formar parte del conjunto, vivir la vida toreándola, dejando que fluya y tenemos un descomunal apego a las tradiciones vividas de forma conjunta dependiendo de las estaciones y una vida menos sofisticada y rural. Es un simple boceto de un libro que posteriormente se hizo y del que tengo una copia muy vieja guardada esperando su momento.