El Chelsea se coronó campeón. Como lo hizo hace un año en Múnich ante el Bayern. En ninguna de las finales fue superior a su rival. Más bien todo lo contrario. Ayer el Benfica ejerció un dominio que propuso alternativas, le conducía hasta la portería de Cech y le otorgaba oportunidades que no fue capaz de resolver. Eso es en lo único que los de Benítez fueron mejores. Introdujeron más veces el balón en la portería contraria, habiendo dispuesto de menos posibilidades de gol. Al fin y al cabo el fútbol persigue ese fin. Nada más y nada menos. Así lo hizo el Chelsea. Pragmatismo es estado puro.
Siempre es duro perder una final, pero para los lisboetas la derrota tuvo una serie de componentes que la hicieron extremadamente cruel. Primero, como hemos comentado, tuvo la victoria cerca. Tan cerca que solo el desacierto de sus atacantes le privó de levantar el título. Segundo, y aún más dañino, el gol 'blue' llegó en las postrimerías de un partido que parecía ir encaminado a la prorroga. Una estocada mortal de la que el Benfica no tuvo tiempo de reponerse. Algo que ya le es familiar. Tan solo 4 días antes el conjunto de Jorge Jesús caía en el último suspiro en Do Dragao, perdiendo casi definitamente una liga en la que no había sido derrotado ni un solo partido hasta ese día. Todo ha sido demasiado duro para las 'águilas'.
En la historia ya figura el título del Chelsea. En la retina de los que vimos la final, quedará que el Benfica mereció mucho más de lo que consiguió. Mientras tanto, los vencedores pasearán su preciada conquista por las calles londinenses.
José Bonilla
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