El Betis no sólo ganó tres puntos ante el Real Madrid. Ni tampoco la victoria sirvió únicamente para levantar el ánimo de la afición tras el varapalo del derbi, un aspecto importante de cara al encuentro copero ante el Valladolid. Quizá el punto más importante se lo anotó Pepe Mel, a quien sus jugadores volvieron a demostrar un compromiso absoluto, dejando atrás el malestar que pudo originarse en una de las semanas más convulsas que se recuerdan en verdiblanco. La actitud de todos y, por encima del resto, de jugadores como Ángel, Amaya, Dorado o Agra que venían contando con menos oportunidades, demostró que el mensaje del entrenador entra de lleno en un vestuario que con el orgullo herido sacó a relucir sus mejores virtudes colectivas.

Cuando hace justo un año, el Betis deambulaba por la Primera, inmerso en una racha negativa a la que no se le vislumbraba el final, Mel siempre contó con el respaldo de la grada y también de su plantilla, dos aspectos esenciales para que el consejo de administración, al que tampoco le cuadraban los números, decidiera mantener a su técnico. El sábado, con una grada que examinaba con lupa el comportamiento de los suyos, el equipo demostró la suficiente personalidad para sobreponerse a la situación. Y todo con el Real Madrid de José Mourinho, esa máquina de ganar partidos en la Liga, como contrincante.

Mención especial requiere Adrián, a quien todavía no se ha nombrado en este artículo. Si una virtud despertó la atención cuando se le conoció al máximo nivel fue su confianza en sí mismo, más allá de las dificultades que siempre encontró en el camino. Y el sábado, un canterano y bético, como él mismo se define, dejó atrás el que posiblemente sea el peor trago de su incipiente carrera deportiva para cuajar una actuación impecable. Las felicitaciones que al final le transmitieron el entrenador y sus compañeros ejemplifican esa unión y ese compromiso que el Betis exhibió para olvidar su semana más complicada.

Samuel Silva
Diario de Sevilla