En 1980 la Primera Ministra británica, Margaret Thatcher, se encontraba asediada por la difícil situación interna de su país. La crisis económica iniciada en 1973 había obligado a tomar medidas drásticas para adelgazar los servicios públicos del estado, y aunque Thatcher se había mostrado como una devota seguidora del neoliberalismo salvaje que defendió en su campaña electoral, rápidamente las reconversiones industriales brutales sufridas en muchas zonas del Reino Unido le hicieron perder apoyo popular a una velocidad de vértigo. Los análisis políticos de la época destacaban la fragilidad interna de su Gobierno, pero también hacían hincapié en la pérdida de influencia exterior que esa debilidad interna estaba provocando, y esa pérdida de influencia tenía un ejemplo muy claro, la situación de las Islas Malvinas, en el Atlántico Sur.
La Junta Militar que gobernaba con mano de hierro a la Argentina desde 1976 presionaba usando sus buenas relaciones con Estados Unidos (en el marco de la campaña represiva contra la izquierda política sudamericana, conocida como “Operación Cóndor”) para que el Reino Unido se sentara a negociar un traspaso pacífico de la soberanía del archipiélago, objeto de múltiples conflictos diplomáticos y empresariales entre ambos países desde que los británicos “tomaron” las islas a mediados del siglo XIX. Forzada por la situación extrema que vivía, Thatcher envió al ministro Nicholas Ridley a Puerto Argentino (Port Stanley), la capital de Malvinas, a mostrar a los habitantes de las islas la voluntad del Gobierno de negociar la cesión de la soberanía a Argentina. Los “kelpers” (así se conocen a las personas que viven allí) se negaron en redondo a cualquier tipo de negociación, y menos aún a renunciar a su ciudadanía británica. Ridley, contrariado, respondió que la intransigencia local iba contra los intereses de los propios “kelpers”, y que si había algún conflicto armado, el Reino Unido no iba a mandar “ni un solo barco con cañones”.......
El izado de la bandera.....
El llamado “Proceso de Reorganización Nacional”, iniciado en 1976 en Argentina tras el golpe militar, en marzo de ese año, empezaba a tambalearse. Las denuncias por vulneraciones de los Derechos Humanos, la hiperinflación, y la crisis social provocada por las crecientes desigualdades económicas, situaron al Gobierno del General Galtieri en una situación límite. Una vez “resuelta” la tensión por cuestiones fronterizas con Chile (la superioridad militar chilena era manifiesta), el Gobierno argentino se centró en Malvinas como objetivo para recuperar credibilidad ante una sociedad cada vez más hastiada, pero que se volcó en su mayoría con los militares al tratarse este asunto de un tema de orgullo patrio.
Tras meses de idas y venidas, de conversaciones, de negociaciones encubiertas, los mandos militares argentinos se prepararon con mucha antelación para recuperar las islas cambiando la situación de facto mediante una invasión incruenta que obligara al Reino Unido a negociar. Un incidente, aparentemente menor, hizo sonar los tambores de guerra.
El 19 de marzo de 1982 fue izada una bandera argentina en las Islas Geórgias del Sur por parte de unos obreros de un empresario argentino, llamado Constantino Davidoff, que había conseguido un contrato para explotar las instalaciones balleneras de las islas. El inicio de la “Operación Rosario” se hizo realidad cuando en los días siguientes, barcos de la Armada Argentina tomaron posiciones en Puerto Leith y en Grytviken para evitar que el navío británico "Endurance" expulsara a los trabajadores argentinos de la isla. En apenas 10 días, la “Operación Rosario” tendría su culminación con la toma de las Islas Sándwich y la invasión de Malvinas.
El 30 de marzo, la inteligencia británica avisó al Gobernador de Malvinas de la inminencia de un ataque real, para que organizara la defensa con las pocas tropas de las que disponía; y el día 1 de abril, una infructuosa conversación entre el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, y el General Galtieri se convirtió en el pistoletazo de salida de la invasión, iniciada el 2 de abril a las 6.00 de la mañana.
La primera baja....
Sin encontrar resistencia, las fuerzas de élite de la Armada Argentina desembarcaron en diversos puntos estratégicos de las islas (el aeropuerto, el faro, y la capital), siendo el grupo comandado por el Capitán Pedro Giachino el encargado de tomar la casa del Gobernador en la ciudad de Puerto Argentino.
Al llegar al lugar, los soldados argentinos se encontraron una notable resistencia armada por parte de algunos Infantes de Marina británicos. Se produjo un tiroteo que se saldó con la muerte del propio Giachino (sufrió una herida en la femoral y falleció horas después) y dos heridos de gravedad. Los resistentes británicos pensaban que se trataba de una fuerza muy superior, cuando el grupo de Giachino contaba con apenas una veintena de hombres. El Capitán (vinculado recientemente por algunos subordinados y reprimidos a los actos de tortura cometidos por los militares argentinos entre 1976 y 1983) será la primera baja de las cerca de 1.000 que este conflicto provocará durante su desarrollo.
A las 8.30 de la mañana, el Gobernador Rex Hunt y el Mayor Norman, sitiados y sin posibilidad de escape se rinden y entregan las islas al Contraalmirante argentino Busser. Mientras Hunt es enviado a Londres vía Montevideo en un avión militar argentino (al igual que los soldados británicos prisioneros), el General Benjamín Menéndez se hacía con el absoluto control de Malvinas, esta vez sí, bajo soberanía argentina de facto. Tres días después, con la toma de Puerto Fox, Pradera del Ganso y Darwin sin encontrar resistencia, culminaba la invasión. Empezaba el tiempo de la diplomacia.....
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Malvinas, a tres décadas de la guerra (I)....
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Mi amigo Leandro me cuenta que conoció a uno de los supervivientes, y que se quedó medio payá. Que daba verguenza ver el equipo de combate con el que mandaron soldados de reemplazo argentinos comparado con los superpreparados cuerpos de elite inglés.
La locura del gobierno militar argentino le costó cerca de 700 muertos, la economía echa cisco y la moral de la población por los suelos. Como apunte, los niños argentinos eviaron chocolates a los soldados de las Malvinas, que después se encontraron a la venta en los colmados.